Octubre | Halloween

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TK caminó entre la multitud, esquivando a los muchachos disfrazados que habían bebido de más. El fantasma al que estaba persiguiendo desapareció ante sus ojos, mezclándose entre las decenas de jóvenes maquillados y pasando desapercibido entre ellos, como todo buen fantasma. Notó una extraña sensación en el estómago, difícil de identificar. Una bruja se chocó contra él y le tiró el vaso al suelo. Entonces se giró y sonrió al reconocerlo.

-Uy, perdóname, Takeru. Qué torpe. Te puedo llamar así, ¿verdad? Estoy en tu curso, no sé si sabes quién soy.

-Perdona, ¿has visto a un chico con una sábana encima?

-Mmm, no, pero si quieres te puedo enseñar dónde están las sábanas.

Al entender que estaría dispuesta a ayudarlo con todo menos a buscar a su amigo, continuó la marcha.

Pasó por la cocina y alguna de las habitaciones, adelantó la larga cola que esperaba frente al baño y regresó al salón principal por si había vuelto, pero no lo veía por ninguna parte. Una punzada en el pecho le dijo que se le escapaba algo, así que volvió sobre sus pasos y repitió el mismo recorrido. Al fondo del pasillo, pasando las habitaciones y la cola del baño, había un balcón. Se acercó y vio a Cody sentado con las piernas colgando a través de los barrotes. Se había quitado la sábana de la cabeza y la mantenía sobre los hombros, utilizándola como lo que realmente era. Se sentó a su lado en silencio.

-Cody.

-Dime.

No lo miraba. Cuando estaba a punto de pedirle perdón, Cody se le adelantó.

-No es necesario que te disculpes, no hiciste nada malo.

TK apoyó las manos en los barrotes y miró al frente.

-No quería que pasara esto.

-Ya te dije una vez que no me gusta Aru, no hay problema.

Pero los dos sabían que era mentira.

-A mí tampoco me gusta Aru.

-Lo sé.

TK lo miró de reojo. Tenía la vista clavada en la noria que estaba a lo lejos, con expresión relajada. Había anochecido hacía un par de horas y la ciudad había encendido sus luces, como en una señal constante de que se estaba preparando para irse a dormir. Sobre sus cabezas, la luna llena parecía esforzarse por brillar más que nunca.

-Te regaló un cuaderno, ¿verdad?

-Sí, para agradecerme que siempre la ayude con las clases. TK, de verdad, no te preocupes –lo miró–. Sé que querrías que yo le gustase a Aru y que todo me saliera bien, lo sé. No me puedo enfadar con alguien que se preocupa tanto por mí, y por supuesto, repito, no has hecho nada malo. Era difícil que le gustase yo y no tú.

-¿Por qué dices eso? No me respondas, no quiero saberlo. Es una tontería, por supuesto que le puedes gustar tú más que yo a cualquiera.

Cody sonrió.

-Ni siquiera te esforzaste en gustarle, yo llevo colado por ella un año.

TK notó el tono de su broma, pero no se rió.

-Cody, eres increíble. Y no te lo digo porque sea tu amigo –el más pequeño desvió la mirada hacia la ciudad–. Eres inteligente y educado, la persona más justa que conozco y una de las más buenas que he conocido en toda mi vida. Si quieres te escribo una redacción acerca de las miles de cosas buenas que puedo decir de ti, porque podría y no me costaría nada pensarlas, sobre todo si eso te ayuda a valorarte como te mereces.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora