Septiembre | La estrella más brillante

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Kari se revolvió entre las sábanas, incapaz de dormir. Miró el reloj que descansaba en la mesita de noche que se encontraba a su lado: 03:02 a.m. Hacía casi dos horas desde que todos se habían ido a dormir, agotados por la celebración del Tsukimi, pero Kari no podía pegar ojo. A su lado, Yolei se movió. Habían juntado las dos camas de la habitación para que pudieran dormir las tres con mayor espacio, y a Yolei le había tocado en el medio. Pero Kari tenía demasiado calor y muchas cosas en la cabeza. Se levantó de la cama con cuidado de no despertar a las chicas y salió de la habitación.

El pasillo estaba casi completamente a oscuras, así que procuró no tropezarse con nada y se metió en el baño para lavarse la cara. Estaba sudando. Entonces escuchó un ruido que venía de fuera y se asomó a la pequeña ventana que daba al exterior. Debajo, alguien disfrutaba de un baño nocturno en el lago. Bajó las escaleras y salió de la casa, haciendo el menor ruido posible, justo en el momento en el que TK subía al muelle.

-¿Dándote un baño a esta hora?

El rubio la miró y sonrió.

-No podía dormir, me muero de calor.

Se quedó al borde del muelle y se giró hacia el lago. Kari se quitó los zapatos y se colocó a su lado. Frente a ellos, la luna llena se reflejaba en el agua oscura que ondeaba todavía, y Kari pudo apreciar que la luz de las estrellas también, como les había indicado Miku.

-Yo tampoco puedo dormir, esa habitación parece una sauna.

-¿Te quieres bañar?

-No tengo bañador.

TK sonrió. Lo sabía perfectamente.

-Con ropa –sugirió.

Kari sopesó la posibilidad.

-No sé, es muy tarde.

-¿Segura? –Le preguntó tendiéndole la mano.

-Quizá en un rato –dudó.

TK le dio la mano.

-Venga, vamos –sonrió.

Kari se mordió el labio pensándoselo, pero él no le dio tiempo a responder.

-No respires –le dijo.

-¿Qué?

La atrajo hacia sí y se dejó caer, aprisionándola contra su pecho. Juntos cayeron y se sumergieron en las oscuras aguas dulces de aquel lago. Cuando salieron a la superficie, Kari le rodeó el cuello con los brazos. Se apartó el pelo de la cara y se quedaron mirándose un momento.

-No me mires así. Lo estabas deseando.

-¿Y por eso me tienes que tirar?

Kari no se reía, pero TK entendió la broma de todas maneras.

-Si no te tiras tú, alguien tendrá que hacerlo.

Ella sonrió y le apartó un mechón rubio de la cara. Todavía no lo entendía del todo, pero ahí, junto a TK, a esa hora de la madrugada y metida en un lago que estaba alejado de la civilización, se sentía mejor que si hubiese estado en cualquier otro lugar más seguro, a cualquier otra hora más prudente y con cualquier otra persona.

Dejó de rodearle el cuello y nadó hacia detrás, mirando la luna. El sonido del agua le indicó que TK se había sumergido de nuevo. Se miró el pijama, pensando en lo mucho que le molestaba, y se sumergió también. No podía ver a demasiada distancia debido a la oscuridad de la noche, pero la luz de la luna iluminaba la zona más superficial y pudo distinguir a TK a dos metros de ella. Se acercó, lo abrazó por la espalda y él le acarició las manos que había apoyado en su vientre, notando su frente sobre su espalda. Entonces TK nadó hacia arriba y juntos salieron de nuevo.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora