Diciembre | ¿Estás segura?

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–He dejado puesto el lavavajillas. ¿Puedes recoger también la ropa del tendedero? Creo que no se me olvida nada. Ah, te he dejado comida en el frigorífico; tienes tonkatsu y okonomiyaki, y hay algo de yakisoba y onigiri que sobraron de ayer, aunque no te he preparado el arroz.

–Ni falta que hace, mamá –rió el rubio–. Ya has hecho demasiado.

–Sí, si no es suficiente ya te prepararás algo.

–Que solo te vas un par de días...

–Dame un beso –se lo dio ella–. Avisa a tu hermano para que venga o a alguno de tus amigos. Lo que quieras.

–Sí, mamá, no te preocupes. Estaré bien.

–Lo sé. Y no me importa que venga Kari –aclaró–. Solo te pido que tengas cuidado, ¿está bien?

–Que sí –repitió sonriendo–. No tienes de qué preocuparte.

–Lo sé –suspiró.

Natsuko Takaishi cogió las llaves del coche, le dio otro beso a su hijo y, no sin antes comprobar por décimo segunda vez que no se le olvidaba nada importante, sujetó el mango de su maleta y salió del apartamento. El aire frío le azotó la cara con fuerza y le provocó un escalofrío por todo el cuerpo. Era 15 de diciembre, el tiempo había empeorado de un día para el otro y el sol que el día anterior había aumentado la sensación térmica, hoy se escondía tras unas nubes oscuras, prácticamente negras.

–Me parece que va a llover –pensó la mujer en voz alta–. Nos vemos el domingo, cariño –se despidió.

TK esperó a que su madre entrara en el coche y desapareciera de su vista para cerrar la puerta. Justo en ese momento, su teléfono comenzó a emitir la melodía que indicaba que era Kari quien llamaba. Descolgó el teléfono sin mirar la pantalla.

–¿Diga?

–¿Tienes algo que hacer hoy? Es que tengo que estudiar para el examen del lunes y no sé ni por dónde empezar.

–Vente –respondió sin dudar–, estoy solo. Mi madre se ha ido de viaje exprés a Yamagata para lo del piso. Todavía no tenemos y se está desesperando.

–Normal... Está bien, me pongo los zapatos y voy.

Veinte minutos después, el timbre sonó y TK abrió la puerta, encontrándose con una chica de pelo corto, abrigada hasta el cuello y con una luz en la mirada que siempre conseguía encandilarle.

–Pasa –le sonrió.

La chica de luz en la mirada le devolvió la sonrisa, entró en el apartamento Takaishi y se sentó en la mesa del salón en lo que TK preparaba unos aperitivos y dos vasos de té negro que colocó sobre la misma, junto a sus apuntes y su libro de Historia de Japón.

Después de algo más de dos horas repasando los temarios e intercambiando información que aparecía en sus respectivos apuntes, TK suspiró y se apoyó en el respaldo de su silla.

–No puedo más –resopló–. Creo que me va a explotar la cabeza.

Kari soltó el bolígrafo azul y lo miró.

–¿Estás bien? Normalmente aguantas más –bromeó.

–Sí, es que he estado toda la mañana ayudando a mi madre con su maleta, las cajas para la mudanza, la casa y el piso que quiere alquilar en Yamagata. Estoy cansado; el cerebro no me da para más hoy.

–¿Ha ido a buscar piso?

–Sí, algo así. Ha tenido que cancelar la reserva del piso que teníamos en Tokio y la empresa le ha ofrecido varios pisos en Yamagata, pero no se fía mucho y prefiere verlos en persona antes de elegir.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora