Septiembre | Yung Hoshishima

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Kari se miró por última vez en el espejo de su habitación. Se había puesto un vestido corto para poder disfrutar de los últimos rayos de sol de septiembre, y el mejor día para hacerlo era justamente un sábado. Salió de su cuarto y se guardó las llaves de casa en el bolso.

-¿A dónde vas? –Preguntó Tai sin levantar la vista de sus apuntes.

-He quedado.

-¿Con TK y los demás?

-No, Yolei y Ken van a ir al cine, y Davis tenía...

-¿Solo con TK? –Interrumpió.

-No –suspiró–, con un chico del instituto.

Tai levantó la mirada por fin y arqueó una ceja.

-¿Qué?

-¿Qué chico?

-Uno de baile. Es nuevo, le voy a enseñar la ciudad.

-¿Y no se la puede enseñar otro?

-Tai.

-Vale, vale... ¿Vienes a cenar?

-No lo sé, te aviso –dijo marchándose.

Se dirigió al lugar que habían acordado con tranquilidad y cuando llegó el chico ya estaba allí. Yung la miró sonriendo, se acercó para saludarla y juntos emprendieron la marcha para ver los lugares más emblemáticos de Odaiba, como la estatua de Gundam o la propia bahía de Tokio. Entonces fue cuando les entró hambre y Yung invitó a Kari a un helado para agradecerle las molestias que se estaba tomando. Agotados, se sentaron en un banco y observaron la ciudad que se les presentaba delante.

-Creo que esta es la parte que más me gusta –dijo el muchacho.

-¿Sí?

-Le tengo un cariño especial al mar –sonrió nostálgico.

-Es verdad, vivías en la Isla Rebun, ¿verdad?

Yung asintió.

-Siempre he querido ir –continuó–. Debe de ser preciosa.

-Lo es. Confieso que la echo de menos.

-Viniste por tu padre, ¿no?

-Sí, es periodista y lo transfirieron a Odaiba, así que no nos quedó más remedio.

-La madre de TK también es periodista. ¿Tienes hermanos?

Yung ya sabía quién era TK. Lo conocía del instituto por ser el capitán del equipo de baloncesto y por estar la mayor parte del tiempo con Kari, así que no preguntó. Negó con la cabeza.

-Mi madre murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía ocho años –dijo con naturalidad–, y mi padre nunca se ha vuelto a casar. Supongo que el trabajo es más importante para él.

-Vaya, lo siento.

Kari se sintió culpable por haber llevado la conversación a ese punto y Yung se dio cuenta enseguida.

-No, no lo sientas. Quiero decir, no es algo que no haya superado todavía, así que no tengo problema en hablar de ello. Es simplemente que a veces me gustaría que mi padre hiciera un poco de vida social, que conociera a alguien especial... Ya sabes, cosas que hace la gente. Cosas como la que estoy haciendo ahora mismo.

-¿Vida social? –Sonrió.

-Conocer a alguien especial.

Kari lo miró. Se había terminado su helado y tenía los codos apoyados en las rodillas. El sol iluminaba su piel morena y sus ojos estaban clavados en el agua, como si sintiera una añoranza que no pudiese expresar ante los demás.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora