Noviembre | Fragmentos

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Kari llegó a la clase con el tiempo justo. Cuando entró, TK alzó la vista e intercambiaron miradas y sonrisas, y con nada más que un "buenos días", se sentó en su asiento al fondo del aula.

La clase transcurrió con normalidad hasta que llegó el cambio de hora y todos recogieron sus cosas para asistir a la próxima. Caminaron por el pasillo compartiendo las anécdotas que el profesor les había impedido compartir durante esa hora, mezclándolas con alguna que otra risa. Kari notó de pronto que una mano le aferraba el brazo y la arrastraba al cuarto de la limpieza. TK se puso un dedo sobre los labios indicándole silencio y ella lo miró extrañada. La boca del chico se curvó en una sonrisa justo antes de empujarla con delicadeza contra la puerta cerrada y besarla con intensidad.

El pecho de Kari pareció llenarse con una calidez que pocas veces había sentido en su vida, invadiendo sus emociones con una sensación única y apacible. TK se separó de ella unos centímetros para colocarle una mano en la barbilla y mirarla a los ojos con un brillo especial. Kari se preguntó entonces qué podía ser ese brillo, pero antes de darse cuenta de que se trataba de la magia de la que le había hablado la señora Inoue, se perdió intentando apreciar cada minúsculo detalle de sus ojos azules. Sin dejar de observarlos, le apartó un mechón rubio de la frente y él volvió a besarla con lentitud.

Cuando se separaron, se quedaron con la frente pegada y ella sonrió.

-¿Y si nos pillan?

TK frunció los labios buscando una respuesta.

-No creo que a mi madre le sorprenda.

A Kari se le escapó una carcajada al recordar el vergonzoso momento en la habitación del chico y este se contagió.

-¿Qué te dijo cuando me fui?

-Nada, pero le tuve que decir que lo del labio me lo habías hecho tú. Lo siento –se disculpó separándose de ella.

-¿Que te lo había hecho yo? –Se sorprendió.

-Es que prefiero que piense que tengo las hormonas revolucionadas a que voy por ahí peleándome con desconocidos. Lo siento –repitió–. Ya tiene muchos problemas con el tema del trabajo, no quería que encima estuviese preocupada porque su hijo se ha vuelto loco.

Kari suspiró. Lo que menos le apetecía en el mundo era tener que encontrarse con la señora Takaishi y mirarla a la cara como si no hubiera pasado nada. TK posó las manos sobre las mejillas sonrojadas de la chica y volvió a pegar su frente a la de ella.

-No te preocupes –añadió–, está tan pendiente de encontrar trabajo que ni se acordará.

-¿Esa noche estaba buscando trabajo?

-Tenía una entrevista en Tokio y se quedó en casa de una amiga. Últimamente no hace otra cosa.

-TK, si puedo ayudar en lo que sea, dímelo.

El chico sonrió.

-No te preocupes, encontrará algo. Estoy seguro.

-¿En Odaiba?

-De eso no estoy tan seguro.

La agradable sensación que le invadió antes se convirtió en miedo de que tuviera que marcharse, así que tuvo que tragar saliva ante la amenaza de que sus lágrimas salieran.

-Bueno. Si vas a estar bien, será lo mejor.

TK no respondió; en su lugar, la miró durante unos segundos y terminó por besarla una vez más. Con los productos de limpieza como única compañía, se perdieron la siguiente clase.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora