Diciembre | Ilusiones

1.2K 77 16
                                    


Cody se puso el pijama al salir de la ducha. Acababa de volver de su clase de Kendo y debería ponerse a estudiar para los exámenes que tenía durante los próximos días, pero varios asuntos no relacionados con sus estudios le ocupaban todo el pensamiento: En primer lugar, la demasiado cercana mudanza de TK, a quien había visto prácticamente todos los días de su vida desde hacía varios años. No quería que se fuera. Apenas quedaban unos días para que se marchase y estaba deseando que las cosas cambiasen de manera radical y por arte de magia. Por otro lado, no dejaba de pensar en Aru. La chica de piel blanca como la nieve se le aparecía por la mente en todo momento, cuando menos lo esperaba, y acaparaba gran parte de su tiempo. Desde que había ocurrido lo de las luciérnagas en el Momiji, las cosas habían cambiado. Su relación ya no era la que había sido y, a pesar de que se veían lo mismo o incluso más que antes y de que parecía que tenían más química que nunca, una sensación de extrañeza y duda le recorría el cuerpo cada vez que estaba con ella.

Como si le leyera el pensamiento, un mensaje de la chica apareció en su teléfono móvil: "Hola! Mis padres me han dejado salir hoy, les he dicho que iba a verme contigo y no me han puesto pegas. Quieres salir?"

Cody se miró de arriba abajo. Estaba agotado y lo único que le apetecía era descansar en su casa, pero aun así no se lo pensó demasiado.

Algo más de media hora después, se encontraba frente a un centro comercial cercano, abrigado hasta el cuello y esperando a Aru, que enseguida apareció girando la calle de enfrente. Iba concentrada en escuchar la música que le llegaba desde sus auriculares mientras miraba al suelo y una parte de su pelo se escapaba de la única trenza que se había hecho. Cody aprovechó que todavía no lo había visto para apreciarla así, tan real. Estaba abstraída de lo que le rodeaba lo suficiente como para no llevar una sonrisa impostada que enseñarle a los demás, una máscara de amabilidad y felicidad que pocas veces le había visto quitarse, y eso le produjo al chico una sensación extraña en el pecho, como si se le calentara y se le encogiera al mismo tiempo. Inspiró hondo justo antes de verla levantar la cabeza y colocarse su máscara habitual. Pero, por algún motivo, esa sonrisa le pareció de pronto más real de lo que lo podía ser una máscara, y no pudo evitar dudar de sí mismo por si sus ganas de verla siendo ella misma le estaban jugando una mala pasada.

–¡Cody! –Saludó con la mano.

–¿Cómo estás? –Le devolvió la sonrisa, más tímida de lo que le hubiera gustado.

–Bien –Respondió llegando a su lado–. Gracias por venir. No sabía si querrías que nos viéramos, sé que te robo todo el tiempo del mundo estudiando para mis exámenes y que tú también tienes que estudiar... así que esperaba que me dijeras que no. Gracias.

Cody frunció el ceño y la miró intentando adivinar qué le preocupaba y qué se le estaba pasando por la cabeza.

–Aru, no te preocupes, he venido porque quería –hizo una pausa–. ¿Pasa algo?

–No... no lo sé, no quiero molestarte. Lo admito, me siento culpable porque me dediques tanto tiempo y no sé de qué manera podría devolverte este favor. Gracias a ti estoy aprobando todo con muy buenas notas y yo no hago más que robarte más tiempo del que teníamos pensado al principio.

Cody notó el extraño nerviosismo de la chica en cada una de sus palabras y no pudo hacer más que quedarse callado mientras su mente divagaba, en un intento por descubrir aquello que se le estuviera pasando a la chica por la cabeza.

–Discúlpame, Aru, pero no estoy de acuerdo. Creo que...

Pero esta agarró con fuerza su gélida mano y empezó a caminar para arrastrarlo con ella, por lo que él no supo cómo seguir hablando.

Takari: A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora