37✈️.La Cena

101K 5.7K 462
                                    

CAPÍTULO 37LA CENABRIAN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

CAPÍTULO 37
LA CENA
BRIAN

¿Nervios?, ¿miedo?, ¿preocupación?, ¿emoción? No tenía la menor idea sobre el sentimiento exacto que mi interior se encontraba experimentando, pero sí estaba seguro de algo: quería que esta noche fuese perfecta.

─Ya llegué ─ anuncié cuando entré a casa, al fondo, escuché risas. Las seguí, caminé hasta llegar a la cocina,  Glen y Camile estaban ahí, bastante divertidos.

─Hola, amor─saludó Camile con una alegre sonrisa. Se encontraba sentada en uno de los bancos de la isla, me acerqué a ella y deposité un casto beso en sus labios.

─Camile piensa que eres un cascarrabias también, junto a Leo quien se acaba de marchar. Cero y vamos tres, ¿qué tienes que decir a tu favor?─ soltó Glen con diversión.

—Que no soy un cascarrabias —argumenté brevemente y miré a Camile sonriente—¿Lista?

—¿Para qué?—inquirió, llevando a su boca una cucharada de nieve mientras sus inocentes ojos se postraban sobre mí.

─ Hice una reservación para cenar—miré a Glen ceñudo—¿no le dijeron?

—Bueno, Brian, creímos que tú lo harías. Es decir, es su cita.

Lo aseché con la mirada, nuevamente quería tomar su cabeza y exprimirla por incompetente.

—¿A dónde iremos?—una sonriente Camile apareció en mi campo visual, y eso bastó para relajarme.

—Déjamelo a mí, pero usa el vestido rojo.

—¿El de Zermatt?

Sonreí.

—El de Zermatt.

—Dios, yo no tengo por qué ver esas miradas.

─Nadie te tiene aquí, Glen —le miré tranquilo.

─¿Gustas que los lleve? ─preguntó antes de salir.

─Gracias, pero no gracias. Tómate la noche libre  ─dije, concentrado en tomar por la cintura a Camile para besarle un poco antes de perderla en la habitación mientras se alistaba.

La conduje hacia nuestro destino cuando ambos estuvimos listos. Platicábamos o ella cantaba alguna que otra canción del reproductor mientras yo disfrutaba de ello con una gran sonrisa. Adoraba cada manía de ella.

—Creo que distraigo mucho a Glen de sus obligaciones —soltó culpable.

—Entonces no lo hagas.

—Imposible. Estar todo el día encerrada en casa me volverá loca si por lo menos no interactúo con alguien.

—Bueno, puedes ayudarle a hacer sus deberes y así no te aburres, terminan antes y pueden holgazanear sin presiones.

EL PILOTO  ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora