¿Te conozco de algún lado?

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-Adelante. -pronunció el señor Mylan desde su oficina.

-Llegaste muchacho. Anda siéntate.

-Gracias señor.

-Aquí tienes. -dijo el gordo baboso.
-Ves. La chica trajo una buena pieza.

-Debe tener mucho dinero. -en realidad era un computador último modelo.

-Sé que su padre tiene bastante. -dijo con un silbido.

-Agraciados ellos, ¿no? -dije con ironía.

-Así son la gente rica. -volvió a decir el viejo.

-Por cierto, ¿para cuándo estará listo? -preguntó señalando el computador.

-Mañana lo tendré. Yo mismo lo traeré.

-Procura no tropezarte nuevamente con esa niña pesadilla.

-No se preocupe ya sabré como defenderme. -sonreí ante el apodo que dijo él mequetrefe.

-Hasta mañana entonces. -dijo estrechando nuestras manos. Si supiera lo que le tenía preparado no estuviera tan contento por mi trabajo.

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Estrella...

-No necesitas bajarte Diego. -protesté.

-Vine contigo me bajo contigo. -contestó sarcástico.

-Eres insufrible. -bufé.

-No me molesta lo que piensas. -dijo abriendo la puerta dándonos paso dentro del edificio.

-Espera aquí un momento. Voy al baño. -ordenó él.

-¿En serio? Esto es increíble Diego. Ve tú al baño y ya. Voy a la oficina del director. No me tardo.

-No te tardes o te buscaré. Y sabes que lo haré. -torcí el gesto. Diego comenzaba a desesperarme.

Continúe camino a la oficina del señor Mylan, con suerte ese hombre se encontraba recogiendo la computadora y podría pedirle disculpas personalmente.

-Vaya, la niña rica. -lo escuché decir. Era él. Sinceramente era muy guapo apesar del aire hostil que sentía en sus palabras. Parecía un niño que había sufrido mucho. Yo siempre pensando las mejores cosas de las personas.

-Ya veo que tiene el computador nuevo. Me alegro. -solté una risa nerviosa.

-Eres la única que se alegra de romper una pieza tan cara y encima comprar una más cara todavía. Increíble. -se burló él.

-¿Porqué eres así? -le reproche.

-No intentes analizarme niña de papá. No somos amigos. -contestó seriamente.

Sus palabras cayeron sobre mí como un tazón de agua fría.

-Está bien, como quiera que te llames. Espero que puedas hacer tú trabajo y perdona que haya roto el anterior. Espero no volver a encontrarte en mi camino. No quiero volver a interponerme con tus cosas.

-Yo también lo espero. -terminó diciendo.

Giré en mis talones molesta conmigo misma. ¿Porqué era tan tonta de pensar que las personas eran buenas? Aunque desde que fui adoptada por Marina y Gustavo siempre me habían tratado bien. Los pocos amigos que tenía eran increíbles y la terapeuta la mejor amiga.

-Espera. -tocó en mi codo para frenarme.

-¿Qué quieres?¿Cambiaste de opinión y ya no te funciona ése? -dije señalando la computadora.

Bufó. -¿Te conozco de algún lado? -preguntó él.

No puedo negar que su pregunta me desconcertó.

-Eres un imbécil. -contesté dejándolo con la palabra en la boca.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora