Yo sé quién eres...

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Estrella...

Se sentía nerviosa como cuando un niño va tomar el exámen de su vida sin haber estudiado. Trató de no ser torpe en su búsqueda desesperada por dar con Sergio. Era ahora o nunca se atrevería.

-Voy a salir tarde hoy, Estrella, si puedes conseguir quien te lleve a la casa por favor me dejas saber. -avisó Diego.

Diego había cambiado radicalmente era como si fuera otro. Llevaba saliendo con la misma chica bastante tiempo. Aunque ellos no eran familia se alegraba mucho por que él fuera feliz. Al fin y al cabo vivían en la misma casa. De camino a la oficina de Sergio se topó con la mujer esa, la Verónica. No es que ella tuviera mucha experiencia de la vida pero algo le decía que esa mujer no era buena. Y si no era buena tampoco le traería nada bueno a Sergio.

-!Espera!-gritó su amiga Betania. Cuando la alcanzó dijo:-¿Qué te traes? ¿Porqué andas con tantas prisas nena?

No sabía si contarle que su mamá le había ofrecido invitar a Sergio a su casa y que eso la llenaba de mucha ilusión. Seguramente entendería mal las cosas y le montaría un número de novelas románticas. Se animó a contarle algo pero no por completo, luego le diría.

-Estoy buscando a Sergio. -contestó.

-¿El papasito? Pero mira nada más que alistada me saliste. -bromeó.

-Por favor. No saques de contexto las cosas. ¿Recuerdas que el profesor Franco me dio la oportunidad de terminar el trabajo? Bueno pues sabes ya que se le ocurrió que Sergio fuera mi tutor.

-No entiendo como de tantas personas que hay, a el se le haya ocurrido que fuese Sergio.-mencionó.

-Eso mismo digo...-pensó Estrella

-Tampoco es que te moleste tanto amiga.-se carcajeó.

Estrella la miró con reprobación.

-Debo dejarte amiguita. Traigo un problemón en una clase que no me salvará ni el médico chino sino llego a tiempo. Suerte con ese príncipe mi reina. -Betania se despidió apresurando el paso.

Continuó su camino a la oficina. Al llegar no tuvo que tocar la puerta ya que estaba entreabierta.

Al ver a Sergio este le dijo con una sonrisa:-Has tardado mucho en llegar.-el muy condenado la estaba esperando. ¿Pero porqué?

-Adelante. Siéntante. -Sergio actuaba como dueño de aquel lugar.

-Entonces ya sabrás para lo que vengo.- apenas dijo en un susurro.

-Lo sé pero me gustaría escucharlo de ti.-fanfarroneó un poco.

-¿Acaso juegas conmigo? -fue lo primero que la salió aunque por la cara de asombró que puso él se arrepintió rápido de haber dicho aquello.

-Que más quisiera yo que fuera así.-pronunció. Sabía que ella era demasiado inocente. - Y bien...-dijo levantándose del asiento. ¿Cuándo quieres comenzar?

-Lo más pronto. No sé cuánto tiempo estará dispuesto a esperar el señor Franco.

-Que calamidad. Espero que nunca me llames señor Sergio. -ambos sonrieron ante el comentario.

-¿Cuándo y dónde deseas que nos reunamos?

Había llegado la hora de la verdad y no sabía si de su boca saldrían aquellas palabras.

-Este..no sé si te vendría bien venir a mi casa...No lo tomes a mal es que mi madre me ha dicho que puedo hacer el trabajo allí.

-Umm. Una madre superprotectora. -comentó con descuido.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora