Asignación Especial

54 6 0
                                    

¿Dónde se habría metido Diego? Ya sabía que no podía confiar en él. Alguien se acercó tomándola por la cintura y tapando sus ojos.

-!Diego suéltame!-gritó molesta. Por su olor podía reconocerlo. Diego no hizo caso a su protesta.

-¿Pasa algo?-se escuchó una voz firme que ya conocía.

-No pasa nada. ¿Tienes algún problema?-contestó Diego a la defensiva.

-La escuché decir que la sueltes y por lo que veo no lo has hecho.-volvió a decir mientras señalaba sus brazos alrededor de la cintura de Estrella.

-No pasa nada. -le contestó un poco contrariada. -Ahora suéltame Diego. -le dijo entre dientes.

-Cómo usted ordene princesa.

-Cállate.-murmuró. Diego tomó a chiste aquella situación.

Sergio se quedó observándolos mientras ambos se dirigían al mismo coche. Eso le enseñaba que la próxima vez no debía meterse en los asuntos de nadie y menos si eran pareja.

Al llegar a la casa, Estrella se bajó del auto azontando la puerta.

-No vuelvas a poner tu manos sobre mi. !Entendiste!-le advirtió con furia.

Entró en la casa directo a su cuarto y puso el cerrojo.

-Hija. Abre la puerta. -tocó de inmediato al verla entrar

-Mamá quiero estar sola.

-Y yo quiero entrar. Abre la puerta Lela o buscaré quién la tire por mí.

Su mamá nunca la había amenazado y en raras ocasiones la llamaba por su apodo. Se paró de la cama con desgano y abrió.

-¿Puedes cerrar?-le pidió ella. Su madre volteó y puso el cerrojo.

-Ahora usted señorita me va contar que sucede. -instó

-Primeramente no soporto a Diego.-su mamá la miró seriamente

-Hija. Te he dicho que Diego vivirá en esta casa. Ese muchacho a pasado muy malas situaciones y quizás no sabe manejarse. Tienes que tratar de llevarte con él. A ver, ¿que has hecho para tratar de congeniar?

Por más que buscó la respuesta no pudo encontrarla.

-Ves lo que te digo. Diego es un muchacho joven y tiene tu edad.

-Corrijo, tengo 17 años.

-Qué diferencia hace un año, mi amor.-acarició  su cabello.- Vamos pon de tu parte. Ahora quiero que me digas , ¿qué más te pasa?

-¿Qué te hace pensar que pasa algo más?-preguntó curiosa

-Ay mi amor. Nosotros los padres tenemos un sexto sentido...mi vida.

-El chico al que le rompí su computadora es el técnico que programa nuestras computadoras en la universidad.-la miré de reojo.

-Qué coincidencia. ¿Y fue brusco contigo? Por que si lo fue podemos quejarnos.-argumentó ella.

Obvió comentarle el incidente de la contraseña para que no se  preocupara. -No mamá, tranquila. Sólo intercambiamos un par de palabras y nada más.

-Bueno hija. Te dejo el encargo de hacer las pases con Diego, por favor.

-Trataré pero no te prometo nada. -Marina salió del cuarto dejándola con una nueva asignación...tenía que saber quién era Sergio Amaya.

Era extraño que no apareciera nada sobre él en el Internet. Se dio por vencida al fin de cuentas ese hombre no era alguien importante en su vida. Tomó su cuaderno de dibujos y dejó correr su imaginación.

Sergio...

-¿Te he dicho que eres un maldito adicto al trabajo?-mencionó Roque.

-No pero tomaré nota sobre tu observación. -dijo sarcástico

-Sí que eres cara dura amigo. Ahora cuéntame como va el gusanito universitario.

-Ya casi lo consigo. Esperaba tardarme más pero me lo pusieron todo en bandeja de plata.

-Te mucho cuidado. ¿No te parece extraño que tuvieras acceso tan fácil?

-No fue tan fácil como crees. Recuerda que tengo que trabajar con un equipo de tarados que no saben nada de tecnología.

-Umm. Aún así no confío. Solo cuídate las espaldas, ¿sí?-dijo con preocupación

-Esta bien mamá, me acostaré temprano y trataré de no orinarme en la cama.-se rió

-Ahora dime, ¿cómo son las hembras de la universidad?

-Igual que todas, unas mas zorras que perras.-comentó con desprecio.

-Ya veo. Tu opinión sobre las mujeres es tan pobre, amigo. -Y apesta.-añadió

-Ah, para que veas que alimento tu vena de vieja bochinchera, ¿recuerdas la riquilla que me rompió la computadora del viejo baboso del centro?...púes hoy me tocó configurar su sistema, ¿qué tal?

-Vaya que coincidencia. ¿Sería que salió despavorida al verte?-bromeó.

-No para nada. Más bien parecía un conejillo asustado. -se burló.

-Es que hasta yo me asustaría.-bromeó.

-No seas payaso. Le tengo preparada una sorpresita.

-Ándale hombre, déjala en paz. Sus papas de aristocracia te pueden dar un reventón.-advirtió su amigo.

Al escuchar la advertencia de Roque se recostó de su asiento recordando que la chica también era huérfana como él. Ese sentimiento de impotencia lo compartían y ese detalle no le agradaba para nada.

-¿Sabes que no es riquilla real?

-¿A qué te refieres con que no es riquilla real?

-Es una recogida o sea huérfana como yo. Esa mujer estuvo en el mismo centro que pase la mayor parte de mi vida, ¿puedes creerlo?

-¿Y ella te reconoció?

-No para nada. Y ahí es exactamente donde comienza el juego.

-No juegues con fuego ni con mujeres amigo por que te vas a quemar. -volvió advertirle por segunda vez consecutiva.

-Tranquila mi amor. -contestó mientras se reía de su amigo.

Ciertamente su amigo tenía razón en lo que decía pero para él solo bastaba barajar bien las cartas...

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora