Huele a peligro

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Sergio...

La tal Verónica había resultado un cerebrito un tanto demasiado inteligente. No podía negar que realmente sabía sobre computadoras. No era una niñata más jugando a la secretaria. Además era una belleza y con un cuerpazo.

Martín en cambio era un señor mayor lleno de conocimientos. Quizás le haría alguna que otra consulta nunca estaba demás añadir más información a su sistema de datos.

-¿Qué te parecieron Verónica y Martín?

La pregunta lo tomó de sorpresa. ¿Qué se supone que contestara? "Que verónica aparte de inteligente estaba muy buena" "Que Martín era un vejestorio basto de conocimientos"

-Son personas muy capaces.-contestó. ¿Son personas muy capaces? Qué estupidez acababa de contestar.

-Sí lo son. Ojo con Verónica, ya vi como se miraban. -terminó sonriendo.

¿Cómo coños se supone que se miraron? Estaba comenzando arrepentirse. Lo peor de todo era que la razón por la cuál había aceptado el trabajo ni siquiera la había visto.

-No pongas esa cara de preocupación. Verónica está soltera.-le dio un guiño.

Se limitó a sonreír. Le importaba una mierda que lo fuera.

-Creo que no soy del agrado de Franco.

-¿Porqué lo dices?

-Hay muchas formas de saberlo y créame que dio más de una señal.

-Te equivocas. Lo que sucede es que Franco es muy serio pero buen muchacho.

Sí fuera tan buen muchacho no lo hubiera mirado como si fuera una escoria.-pensó. Se andaría con cuidado con él. Tenía la seguridad que Franco Miravalles sería una piedra en su camino.

-Te dejé la política de la institución encima del escritorio. Sería bueno que la leas y la revises.

-Gracias. -"ya sabría él por dónde meterse su política" Se despidierion en la puerta saliendo Ferrer más que satisfecho por contar con Sergio.  El no sabría nunca cuáles eran sus verdaderas intenciones.

César...

¿Qué diablos hacía él allí? Era la persona a quién menos esperaba encontrarse. Aunque el no se percató de su presencia no quería tenerlo merodeando por aquel lugar. Algo debía estar tramando. Uno de sus trabajos sucios. Pensar que fueron grandes amigos.

Llamaría  a Gordon para enterarlo de aquello. Debía hacerlo investigar en que movida andaba. Marcó el número personal de su mayordomo.

-Él está aquí.

-¿Quién está ahí?¿A quién se refiere joven?

-A ese infeliz.

-Su antiguo amigo.-su mayordomo supo al instante de quién hablaba.

-Has querido decir enemigo.-reprochó.

-Enemigo es una palabra un tanto exagerada. El único error de su antiguo amigo fue enamorarse de su hermana y viceversa. Es una situación donde nadie manda, joven.

-A veces pienso que estás de parte de todos menos de mí parte. ¿Me equivoco?-bien sabía que su mayordomo lo quería como un hijo.

-La repuesta a su pregunta es que estoy de su parte pero bien sabe que soy un hombre justo.

-Quiero que investigues. Necesito saber qué hace él en éste lugar.

-Como usted diga señor. Permitame recordarle que él puede estar dónde le plazca. Que sepa yo, no es un exconvicto ni nada parecido. Además no hace nada diferente a lo que hace usted.

Aveces la sensatez de su mayordomo lo llevaba al límite pero era quién mejor lo conocía por muchos años. No podía darse el lujo de perderle como empleado ni como amigo.

-Veré que puedo hacer por usted.-terminó diciendo el mayordomo.

Ya resuelto ese problema se dispuso a buscar la mujer que estaba ocupando sus pensamientos.

Estrella...

Franco Miravalles le generaba desconfianza apesar de ser un hombre soberbio, guapo y que a leguas se notaba que gozaba de buen poder. Betania debía andarse con cuidado aunque tenía la sensación que su amiga no era el tipo de mujer que le atrayera a él. Ella no era una experta en hombres. A sus 17 años todavía no había tenido novio. Nunca había sentido palpitar su corazón de emoción por nadie. Quizás ya era tiempo de cambiar eso, aunque siendo como era, dudaba que eso ocurriera en buen tiempo. De lo único que estaba segura era que Franco Miravalles olía a peligro.

Caminando por el pasillo se encontró con César. En la tarde comenzaría a trabajar con él. No dudaba que haría un buen trabajo y que él la trataría con respeto.

-¿Lista para hoy?-preguntó serio.

Era mejor así que mantuvieran siempre la relación sólo laboral. Podían ser amigos, sí, pero la amistad vendría con el tiempo si se daba.

-Sí. Aunque todavía falta que me des los datos del lugar.

-Cierto. Soy un pésimo jefe.-dice sonriendo. Sacó una libreta pequeña de su bolsillo y comenzó anotar. -Sí tienes problemas en llegar puedo pasar a recogerte a tu casa.

"!¿Qué?!" -Sabré llegar. -confío ella.

-¿Puedo saber quién te llevará? Lo digo por que si es el amigo tuyo...

-Diego. Se llama Diego. Y no, no será él. Quedará espantado si me deja frente a la puerta de una bar y ya podré despedirme del trabajo sin comenzar.-por su cara cruzó una mueca de alivio. -Mi amiga Betania, lo hará.

Esa amiga que no le gustaba del todo pero al menos eso era mejor a que llegara con el tal Diego.

-¿Te gusta mi amiga?-preguntó sonriendo.

"Ni de coña"-pensó.

-Perdona, no quise ser cotilla. Es sólo que vi tu cara y pensé....

-No tienes que excusarte. Nos veremos en la tarde.-se despidió dejándola sola en aquel pasillo y con una pregunta sin contestar. Quizás después de todo a César si le gustaba su amiga Betania.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora