¿Quién eres tú?

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Se montaron en la moto mientras Estrella iba indicándole la dirección. Pronto se dio cuenta que algo andaba mal. La ruta que estaban tomando lo llevaba directo al bar de ése hombre que tanto despreciaba, el Halcón.

-¿Estás segura que es por aquí?-alzó la voz para que ella pudiera escucharle.

-Sí. Es justo ahí.-señalando lo que más temía.

-¿Trabajas aquí?-preguntó furioso.

-Sí. ¿Qué pasa?¿Porqué te pones así?

-No puedes trabajar aquí. Tienes que dejar éste trabajo.-la cortó.

-¿Pero qué dices?-preguntó consternada.

-Qué lo dejes, es lo que te digo. -iba a largarse de inmediato con ella no iba a permitir que se quedara allí.

Ella bajo rápido antes de que Sergio arrancará sin dejarla bajar.

-No sé cuál es tú problema Sergio, pero no puedes decirme lo que tengo que hacer.

-¿En serio trabajas en un bar? !Por favor!-escupió las palabras.

-No trabajo en el bar y si lo que insinúas es que...

-Calla. Ni lo menciones. -tendió su mano hacía ella. -Vámonos. -le pidió con gran enojo.

-No iré contigo. Aquí me quedaré. Cuándo te calmes podremos hablar. -espetó decidida.

-No tengo tiempo para discutir, !por favor móntate!-era más una orden que una súplica.

-Lo siento Sergio.-se despidió alejándose de él. Comenzó a caminar hacía el local con pesar. ¿Pero todos se habían vuelto locos? Primero fue Diego y ahora Sergio. Tocó la puerta. La misma mujer mayor que le atendió la última vez salió a su encuentro.

Entró por aquél pasillo dirigiéndose a la oficina. Buscaría las memorias en el armario y comenzaría los bocetos cuánto antes. Tendría que buscar quién fuera por ella. Ya se imaginaba que Sergio no pasaría a recogerla.

Sergio...

Maldición. Era la única palabra que rondaba en su mente. ¿César? De todos los hombres de la faz de la tierra, ¿tenía que ser él precisamente el jefe de Estrella?¿Y si la quería utilizar?  Lo que le faltaba. Tenía que zanjar el asunto con Franco y pasaría a buscarla. Sí. No permitiría que ese imbécil llevara a Estrella a su casa. Tenía que actuar normal, andarse con cuidado para saber que buscaba César con ella.

Aparcó la moto frente a la gran mansión Miravalles. Se acercó a la puerta y tocó. Miró su reloj por un momento. Nadie abría. Mejor era irse. "Imbéciles"-pensó.

Abrieron la puerta de repente. -Buenas tardes.-se volteó a mirar la señora que le recibía. Ésta colocó sus manos en la boca emitiendo un extraño jadeo.

-Buenas tardes.-saludó con el ceño fruncido. "¿Qué le pasa?"-Tengo una cita con Franco.-la señora continuaba con las manos en la boca. !Maldita loca!

-Adelante.-logró decir entre murmullos la mujer. -En seguida llamaré al señor. Tome asiento.-hablaba nerviosa.

Pasó al salón de estar. Aquella casa era grande y elegante. Demasiados lujos. Al instante apareció Franco.

-Me alegra verte. ¿Deseas algo de tomar?-le ofreció.

-Ahora no. Gracias. -mientras más rápido discutiera el tema que lo había llevado hasta allí, más rápido iría por Estrella.

Señaló con su mano hacía atrás. -¿Le pasa algo a la señora?-preguntó.

-¿Carmen? Ella es un poco sentimental. Quizás te le parecistes a alguien. ¿Y bien?-le señaló el sofá para que tomara asiento. -¿Has conseguido algo más que nos ayude?

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora