Amor Dañino

47 6 0
                                    


El virus ya había sido enviado a la computadora de Estrella. Tan pronto intentara entrar en ella se encontraría con el troyano.

-Eres un genio, ¿lo sabías?-elogió a su amigo.

-Puedo imaginarme. Sabes bien que me presté a éste juego por que nunca te había visto enamorado.

-Te dije que no estoy enamorado. -recalcó.

-Sí, claro. ¿Y qué tal sino viene por ti para resolverle?-hizo una mueca.

-Lo hará. Lo intuyo.-era cierto lo que decía Roque, ¿y si no le pedía ayuda? Quedaría como un tonto. Tendría que ingeniarse otro plan para tenerla cerca.

-Espero que tu intuición sea buena. Buena suerte en el intento.

Estrella...

Tras varios timbrazos, César contestó.

-¿Quién habla?-su tono áspero la sobresaltó. Quizás no había reconocido el número.

-Soy yo, Estrella. Perdona si te llamé en mal momento.-tal vez estaba acompañado y lo había interrumpido.

-Discúlpa mi brusquedad, no reconocí tu número. ¿Sucede algo?-ahora sonaba preocupado.

-Quiero hablar contigo algo muy importante. Entiendo que lo deberías saber antes de que comencemos a trabajar juntos.

-Te escucho.-su voz retumbó.

-Tengo 17 años, César.-soltó.

Hubo un silencio.

-Entiendo.-su voz sonó poco convencida.

-¿Será algún problema?-!claro que era un problema, lo sabía! pero tenía una pequeña esperanza que él le encontraría la solución.

-No te preocupes yo me encargo. ¿Para cuándo dejarás tu minoría?-ahora sonaba determinado.

-Final del año.-contestó temiendo que el cambiara de opinión.

Se escuchó un suspiro.

-...sí es un prob....

-Déjamelo a mí. -me interrumpe.

-Gracias.-estaba dando saltitos de alegría que obviamente el no podía ver.

-No tienes que agradecerme. Qué tengas una linda noche, Estrella.-se despidió.

Aunque la conversación la había dejado un poco perturbada ya que César no había mostrado ningún signo de querer hablar por más tiempo de lo necesario, debía ponerse manos a la obra. Comenzaría con los bocetos más simples para luego trabajar con los más complicados. Éste era su primer trabajo lo cuál le hacía mucha ilusión.

Tras varios intentos fallidos para hacer funcionar su computadora se dio por vencida. Sino podía hacerla funcionar, ¿como podría trabajar con César? La situación comenzó a molestarle. Debía encontrarle arreglo si no quería quedarse sin trabajo sin haber comenzado.  Estaba terriblemente enfadada. Tomó el teléfono y  llamó a Betania. Ella quizás podría ayudarle a dar con una solución.

—¿Todavía no te has acostado?-preguntó al instante que Betania contestó. Comenzó a morderse las uñas como una niña pequeña esperando su respuesta.

—No. ¿Qué te ocurre?-aunque había dicho que no estaba acostada su tono de voz decía lo contrario.

—No te preocupes. Se que debes estar cansada. Hablaremos mañana.

—Suenas como una niña con una pataleta. A ver, ¿dime qué te pasa?

—La computadora ...no logro hacerla funcionar.

—Al parecer siempre tienes problemas con las computadoras que caen en tus manos.-bromeó.

—No se qué hacer.-gritó desesperada.

—Obviamente me llamas a mi, oye bien, tu única amiga, para que te resuelva tu problema. Así que te voy aconsejar y tendrás que hacerme caso por ésta vez. Tengo la solución perfecta para el mal que te aqueja.-exageró emocionada.

—Dime lo que sea. -inquirió ansiosa.

—¿Te suena así como un tipo alto, guapo, medio bribonsillo y que ama sacarte de apuros?

—No estoy para adivinanzas.

—No es una adivinanza.  Sólo piensa, ¿Chico guapo, dedos largos, ojos claros y símbolo de técnico computarizado?

—¿Estás de broma?-preguntó horrorizada cuándo cayó en cuenta.

—No bromeo. Es eso o qué te compres una nueva. Y te recuerdo que sino la compras te quedas sin trabajo.-para ser un consejo estaba siendo muy ruda.

—Es imposible. El no va querer ayudarme.

—Pero.. ¿porqué no? Sí anda tras tus huesos. ¿En serio piensas que no te ayudaría?

—¿Qué disparates hablas?

—No lo puede negar. Se le nota y si tú no lo has notado eres demasiado tonta. No te digo la palabra que te mereces porque eres mí amiga y no quiero insultarte. !Despierta mujer!

—Estás loca.

—No estoy loca y por lo general estoy bastante cuerda. Se lo que te digo. Puedo oler amor a miles de distancia.

Gracias a Dios que no estaba loca por que lo que decía distaba mucho de que no lo estuviera.

—Hazte un favor. Ve a la cama, duerme y mañana vas donde el técnico computarizado para que te ayude. Sino quieres hacerme caso puedes ir pensando que marca y estilo de computadora prefieres comprar.-advirtió.

Comprar una nueva computadora no estaba en su agenda. Además la computadora había sido comprada recientemente. Sí la computadora era nueva probablemente algún virus se le había instalado. Aunque no recordaba haber bajado ninguna aplicación. 

—No creo que sea una buena idea  -declaré otra vez.

—Estarás bien, ya lo verás. -terminó diciendo Bety.

―Está bien. -le aseguré, mis palabras saliendo demasiado rápido.

César...

Luego de la conversación con Estrella, su mayordomo si se podía llamar así, se acercó con cara de preocupación.

-Creo que estás tomando muy en serio lo de trabajar con esa muchacha.-le reprochó.

-¿Hay algún problema con eso, Gordon?-más que un mayordomo, Gordon era como un padre para él.

-El único problema es que terminará enamorándose de ella.

-No lo creo posible y de ser así ya veremos más adelante.

-No quiero que sufra como su hermana.

-Mi hermana sufrió por que quiso. Porqué no hizo caso cuando se le dijo que ese tipo era un pelele.

-Qué recuerde, ese pelele era su amigo. Usted mismo lo trajo a la casa.

-Tienes razón pero no tenían derecho a tomarme el pelo.

-La gente no decide de quién se enamora, ¿o sí?-era más una reclamación que una pregunta.

-Ya no importa. Amanda es muy feliz con su nueva vida. Una vida próspera. ¿sabes qué esta embarazada de Erick?

-En hora buena señor. Espero que pronto nos pueda visitar.

César dudó por un momento, para luego contestar; -Eso espero. -aunque para sus adentros esperaba que nunca ocurriera. Amaba a su hermana pero no quería que estuviera involucrada en toda su mierda y mucho menos ahora que estaba esperando su primer bebé.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora