¿Beso?

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Bueno, este viaje empezaba a ser súper incómodo. Me encontraba sentada justo al lado de éste hombre sintiéndome como si fuéramos dos niños atrapados en una travesura.  Durante un rato se instaló el silencio.

Al llegar, César tocó mi rodilla  llamando mi atención. Mi mirada encontró la suya. Reí nerviosa, y él me sonrió. Lo vi mirarme los labios y el pulso se me aceleró. Oh, Dios. Iba a besarme. Se inclinó hacia mí... Sí, definitivamente iba a besarme. Mi primer beso no podía ser con un total desconocido, alguien por el cuál no sentía nada.

—¿Qué?-pregunté asorada ante la intimidad de su cercanía.

—Llegamos. -desconectó mi cinturón. —Tu casa es muy bonita.-dijo con un tono dulce.

Pero él no le dejó decir el «sí, gracias» que tenía pensado.

—Debo irme ya. —¿Nos vemos luego?
-su mirada verdosa brilló con satisfacción.

—Bien. -fue mi respuesta. Abrió la puerta para que bajara del coche. De camino a la casa me detuvo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?-me mira con una expresión tierna, como la que algunas personas usan cuando quieren obtener algo.

Balbuceó un "sí" sin dejar de mirarle.

—Prométeme que trabajaremos juntos, ¿sí?

No sé si debo contestarle inmediatamente pero termino asintiendo ante su pregunta. El la miró feliz, despidiéndose con un beso en la mejilla. Nuevamente sentí un tirón en el estómago. Quizás enfermara pronto con tantos enredos.

Me dispongo a entrar por la puerta principal dándome de bruces con Diego. ¿Acaso me estaría espiando?

—¿Quién era ese tipo?-reclama con una expresión dura en su rostro.

—¡Quítate de ahí! —exigió con los dientes apretados.

—¿Qué tienes con él?-interrogó. —Se nota a leguas que es mucho mayor que tú. ¿No te das cuenta de sus intenciones?

Ella ni se molestó en girarse para replicarle algo, aunque sí dejó escapar un «¡gilipollas!» bien audible que hizo sonreír a Diego.

—Puedes huir pero estaré pendiente de ti, lo sabes. -gritó a sus espaldas.

Por fin en mi habitación, presté atención al teléfono que insistentemente vibraba con la  entrada de un mensaje tras otro. Sólo una persona podría insistir tanto.

«Te busqué en la tarde pero estabas tan bien acompañada que no quise interrumpirte» «¿Ese fue el hombre del que me hablaste?» «Anda, contesta»-leían los textos.

«Sí. Pero tranquilízate por favor»
-contestó de vuelta.

«Saliste con él. ¡No! Oh, Dios mío. ¿Cómo pudiste no contármelo? ¿A dónde fueron? ¿De qué hablaron?»

«Simplemente hablamos de trabajo y no fuimos a ningún lado»-cierro mis ojos e inclino hacia atrás mi cabeza, disfrutando de la tranquilidad de mi habitación. Sujeto mi teléfono, esperando a que vibre con un nuevo mensaje. Sin embargo, era de esperarse que llamara.

—Cuéntamelo todo y sin dejar detalle.-se escuchaba ansiosa al otro lado de la línea.

—No hay nada que contar Betania. Además, te dije lo que quería, pues eso hicimos. No pasamos de un café y un aventón a mi casa.

—Tú sí que sabes ser aburrida. ¿Aceptaste el trabajo o le dijiste que no?-casi gritó desesperada.

—Sí lo acepté...Aunque hay un problema.

—¿Qué problema?-su tono curioso la delata.

—César es un hombre de negocios.

—Interesante. Continúa....

—Pues ni tan interesante cuando tengo que presentarme en un bar para poder trabajar.

—¿Y eso porqué?-chilló.

—Me dijo que no tiene tiempo para reunirnos en otra parte. Es dueño de un bar y me propuso que trabajemos juntos desde allí.

—!Ya me imaginaba yo por que era tan guapo!

—No sé qué tiene que ver eso con que sea guapo.

—!Qué inocente eres! Entonces, ¿cuál es el problema que tengas que ir a su bar? Suena afrodisíaco.

No sabía si reír o llorar con cada ocurrencia que soltaba.—Betania, soy menor de edad, ¿comprendes?-queriéndola hacer entrar en razón.

—Un pequeño inconveniente, pero puedo ayudarte a cubrir tu trasero. Soy bastante buena en eso.

—No me queda duda. Eres....

—Soy tu mejor amiga sino es que soy la única, qué quiere que tengas un novio cañón, qué seas feliz y que heches un buen polvo. — Ah, pero no aceptes trabajar de camarera o bailarina, eso no está en los planes.-bromeó.

—¿Te escuchas lo que dices? —Qué disparates se te ocurren.

—Disparates no, amiga. Lo del novio, qué seas feliz y que heches un polvo, lo digo en serio. Conociéndote, debes ser más virgen que una monja.

—Eres una ....

—¿Atrevida? sí. Es mejor que ser una mojigata, ¿no?-Betania era incorregible.

—Escúchame, ¿como crees que voy a ser camarera sino me pueden vender ni una cerveza y mucho menos bailar con el problema de mi pierna?

—Esta bien. Olvida lo que dije aunque lo del polvo sigue en pie. Pasemos a lo siguiente. ¿Besa bien?

—!Betania! !Qué beso, qué polvo y que ocho cuartos!Esto es serio. No le he dicho a César que soy menor de edad hasta el fin de año.-aunque no pudo evitar recordar que por un momento pensó que la iba a besar en el coche.

—Ugg. !Niña pero eso era lo primero que tenías que hacer!-exageró.—Es como buscar un trabajo de ingeniería sin tener la licencia.—Anda, llámalo y dile.

—Está bien. ¿Sabes qué eres terrible?

—¿Sabes qué eres demasiado inocente? -se quedó callada por un momento.—¿Qué vas hacer ahora?

—Voy a trabajar con los bocetos que me dio César en mi computadora.

—Uyy. Ya vas a empezar a trabajar con ese galanazo. !Cómo te envidio!

—Nada que envidiar. -le aclaró.—Bueno, te dejo por ahora. Pórtate bien, ¿crees que puedas?-rieron.

Seguido de despidirse de su amiga, tiró el móvil sobre la almohada. Quería comenzar cuanto antes con los bocetos aunque primero llamaría a César y le contaría. Era mejor evitar malos entendidos desde un principio. Sí el no lo aceptaba, púes perfecto, el se lo perdía.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora