Hacker

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Entró en aquel frío sótano donde vivía hacía unos meses, prendió la luz y se dispuso a ir a su cuarto cuando escuchó una voz felina. ¿Quién coños estaba ahí? Sacó el arma que siempre portaba y que se había convertido en su mejor amiga. Y apuntó.

-¿Quién es? -preguntó seco.

-Vaya si que eres peligroso, Sergio. -vio la silueta de una mujer que se acercaba reconociendola enseguida. Bajó el arma, puso el seguro y la dejó sobre la mesa.

-¿Qué haces aquí y cómo entraste? -preguntó exigente.

Me enseñó las llaves dejándome saber que en alguna ocasión que no recuerdo, se la había dado.

-Devuélvelas.

-Tranquilo potro. Sólo vengo en plan de hacerte compañía.

-¿Qué diablos te hace pensar que quiero tu compañía? -gruñó.

-Uyy sí que estás de mal humor- silbó. -Pero yo puedo quitártelo, ¿sabes? -se acerca a mí como gatita en celo.

-No me interesa. -la detuve antes de llegar a dónde estaba.

-¿Qué carajos te pasa? ¿Eres imbécil o qué? -ahora es ella quién grita.

-Hoy no me interesa revolcarme con ninguna zorra. -le contestó.

-Eres un puto de mierda por eso es que siempre estás tan sólo. -seguía con su histéria.

-Y tú un pedazo de zorra. Dame las llaves y no regreses. -la insultó sin ningún remordimiento arrebatando las llaves de sus manos.

-Ojalá algún día alguien te agarre de las pelotas y te haga sufrir. Así pagarás la manera en que tratas a todas las mujeres.

- Ese día no llegará, puedo asegurarlo. Tú fuiste la que se abrió de piernas. Ahora largo de aquí. -sin esperar a que saliera le dio un pequeño empujoncito para que terminara de salir.

-!Batardo! -gritó ella.

-Desde que nací. -contestó él, cerrándole las puertas en sus narices.

Estaba realmente agotado pero necesitaba hacer el trabajo por el que le habían pagado y muy bien. Tenía un don para los computadores, tal vez estaba en sus genes aunque no tenía ni puta idea de quienes eran sus padres. Para ellos fue mas fácil abandonarlo en un orfanato y no tener que hacerse cargo de él. Nada de eso le importaba ya ni tenía curiosidad de saber quienes eran como cuando era un niño.

Tomó su computador comenzado a filtrar aquella información que debía hackear. Debía introducir el virus de alguna forma. No hicieron falta muchas pruebas para encontrar la información almacenada, que configuraría para intentar robar la sesión del administrador y tener acceso al panel del control. El fallo se encontraba en el buscador de la página. Había encontrado el modo de guardar códigos en la página que visitaba el administrador. Se pasó largas horas en la noche hasta que su cuerpo cayó rendido por el cansancio y el sueño.

Foto de Sergio en Multimedia

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora