Tregua

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¡Hoy es un nuevo día! Me recuerdo a mí misma. Afuera, el cielo se ha vuelto gris. Lo único que rueda en mi mente es poder arreglar mi computadora. Llego a la institución bastante temprano luego de haber luchado con Diego para que se levantara con tiempo. Tenía que conseguir hablar con Sergio y si tenía suerte, conseguiría de su ayuda.  Mientras más rápido lo hiciera, mejor.

— ¡Estrella!-una voz resuena detrás de mí en el primer pasillo. Es mi amiga Betania. Estaba por pensar que le vendría bien un trabajo de anunciante púes su voz era lo más parecido a un altoparlante.

— ¿Lista para la conquista?-no sé qué haré con ella y sus ocurrencias pero tendría que pensar sobre eso seriamente.

— Shhh. Voy ahora a su oficina. Por favor quítate esas ideas descabelladas de tú ingeniosa mente. -me casi despido de ella dejándola toda alborotada.

Me apresuro a las escaleras justo donde se encuentra la oficina de él. Cuando abro la puerta sin hacer ruido, Sergio parece estar sumergido  dentro de su computadora. Se percata de mi presencia y se queda mirándome con una expresión que sólo puede describirse como malévola. Cualquiera pensaría que ya me estaba esperando. Me senté en la silla vacía frente a su escritorio sin esperar a que me diera el permiso.  Le envié una rápida mirada.

—Así que...¿Qué sucede?-preguntó en tono pausado y tranquilo como si tratara de entenderme. Sus ojos azules que casi parecían irreales me miraron, y su mirada se trabó en la mía. Insegura de porque no podía dejar de mirarlo, me tensé. Coloqué la computadora en su escritorio.

—Tiene un virus.-afirmé.

—¿Cómo sabes qué es un virus?¿Acaso sabes algo de computadoras?-me obsequió una sonrisa burlona.

Tenía razón, este tipo no le pondría las cosas fáciles. Mejor era no pedir su ayuda. Ella pensaba que podría ser agradable pero estaba equivocada. En un impulso recogió su computadora dispuesta a retirarse pero el se lo  impidió agarrando de su mano.

—Mira, realmente necesito tu ayuda...-ahora es ella quién pone su mano sobre su brazo. —Lo siento sí no empezamos con el mejor pie el día que rompí la computadora en el centro. En serio necesito de ti, ¿me podrás ayudar?-suplicó.

—Sí lo pides de esa manera, ¿como negarme?

Luego de nuestra tregua de paz, comencé a sacar los materiales de arte  y los puse sobre la mesa.  Trabajaría con mis dibujos en lo que que Sergio reparaba lo que fuera que tuviera la computadora.

Sergio...

Llevaba rato de haber eliminado el troyano que había introducido en la computadora de ella. Como era de esperarse no me demoraría nada ya que yo era la cura para ese virus. La observaba de reojo mientras se encontraba sumergida en lo que sea que estuviera trabajando. Decidí acercarme y me senté a su lado.

-Fue un virus. Ya lo he solucionado. -sonreí con alivio.

Levantándome, me volví a sus materiales de arte que había colocado sobre la mesa, tomándome el atrevimiento de curiosear entre sus cosas. Cuando llegué a su bloc de dibujo, quise revisarlo, pero no sabía si le molestaría que lo viese.

—¿Puedo ver tus dibujos? —pregunté esperanzadamente. Ella parpadeó incómoda.

—Um, está bien. Son sencillos. No soy una gran artista.

No me gustaba que menospreciara su propio trabajo. Me senté en la silla y comencé a pasar a través del bloc. Mi boca se abrió en asombro mientras veía sus dibujos. Eran increíbles. Habían dibujos que se repetían una y otra vez.

—Para no ser una gran artista como dices, estos son en serio geniales. ¿Qué quieres hacer cuando termines  de estudiar? -mis ojos estaban pegados a ella mientras caminaba hacia mí. Apenas pude suprimir mi gemido de deseo. Obviamente no tenía idea del efecto que tenía en mí, y estaba muy agradecido por ese hecho. Ella se detuvo frente a mí y me capturó mirándola directamente, así que rápidamente fijé la mirada en algo más.

—Bueno. Quiero ser diseñadora gráfica. -mi teléfono sonó con una notificación de texto, pero lo hice callar y lo metí devuelta.

—¿Puedes ayudarme en lugar de quedarte sentado? —broméo, mientras señalaba sus cosas para llevarlas devuelta a su maletín.

Al menos no se dio cuenta que estaba siendo todo un pervertido con
ella. Este acuerdo de paz definitivamente me estaba gustando. Era una pena que faltaran sólo dos días para terminar mi trabajo en la universidad. Tendría que buscar alguna forma de verla más seguido. Ella me gustaba demasiado más de lo que me hubiera gustado admitir.

—Dentro de dos días terminaré mi trabajo con la facultad.-le informé. Quizás a ella ni le importaba ese detalle.

—¿Quién me ayudará cuando tenga otro virus malicioso?-sonrió burlonamente.

Saqué de mi bolsillo la cartera buscando una de mis tarjetas de presentación. Estaba apostando a todo para seguir viéndola.

—Ves.-señalé mi número de móvil.
—Sí necesitas de mí, puedes llamarme con toda confianza.- ella pareció dudar por un momento.

Tendió su mano.

—Gracias Sergio. Fue un placer conocerte. -tomó sus cosas saliendo de la oficina.

Al verla salir por esa puerta, me pregunté, ¿qué estaba dispuesto hacer  para retenerla a mi lado? Jodidamente tenía que hacer un plan de inmediato u otro tío se daría cuenta de lo especial que era y me arriesgaba a perderla. Para mí, muy pocas cosas valían la pena y Estrella era una ellas.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora