Amigos

51 6 0
                                    

-Cuéntamelo todo, con lujos y detalles-gritó.

-Te juro que un día de estos, Betania, me dejarás sorda-le reclamé.

-Lo siento, pero quiero saberlo todo. -se rió

-No hay nada que contar. Sólo arregló mi computadora, eso es todo. ¿Complacida?-puntualizó.

-No me tomes el pelo, Estrella. Claramente te vi salir con una sonrisa de lado a lado. Así de esas sonrisas de enamoramiento.-hizo una mueca graciosa.

-Basta. Te recuerdo que tienes una manera muy peculiar de interpretar las cosas.

-Y tú....no trates de verme la cara de tonta.

Resopló ante la insistencia de Betania.

-Sólo te diré que estamos en un tipo de pacto de amistad. -vio como su amiga le obsequiaba una mirada pícara.

-Yo, de él, esperaría más que una amistad. Es un papásito hermoso, de seguro y además de guapo, debe hacer muchas cosas interesantes.

-No te voy a corregir ni perderé mi saliva tratando de explicarte que no hay nada más. Sé que no lo entenderías.-la regañó. -Sabes, le quedan dos días para terminar su labor en la facultad.

-¿Pero supongo que te quedaste con su número?-preguntó devuelta.

Definitivamente no podría hacerla entrar en razón.

-Dijo que era un virus. Lo que no comprendo es como se instaló en mi computadora, si apenas la uso.-cambió de conversación.

-Así son los virus. Vienen y van, te fastidian todo y nadie paga por ese crimen.

Sacó varios bocetos poniéndolos sobre la mesa.

-¿Puedo verlos?-insistió.

-Claro. No son tan extraordinarios.-le explicó.

-Nunca menosprecies tu trabajo. Sí lo haces tú, los demás se sentirán con derecho hacerlo.-la reprendió. Eso mismo le había dicho Sergio.

Comenzó a hojear uno por uno y por cada uno ponía cara de sorpresa.

-Wow, eres fabulosa. No en valde ese machote quedó loco contigo. Claro aparte de tus atributos físicos, eres inteligente. Una poderosa mezcla.

-Gracias.-aunque todavía no estaba convencida de lo que ella decía.

-¿Dices que tendrás que trabajar con tu nuevo "jefe", en un bar? Puedo preguntar, ¿dónde está ése bar?

-No he tenido tiempo de preguntarle pero pronto lo haré.

-Quizás pueda acompañarte, no me molestaría.-sabía que a su amiga le atraía, César. Tal vez podría hacer de cupido y juntarles.

Sergio...

Mientras terminaba de configurar un sistema, que le habían añadido como parte de su contrato apunto de terminar, el señor Ferrer entró por la puerta con un semblante que no podía descifrar. Quizás tenía el don de hacerlo con las computadoras y toda la tecnología moderna, pero era malo descifrando pensamientos de otros.

-Sergio, qué bueno que no se a ido, ya que vengo hacerle una propuesta.

Sus propuestas no le interesaban. Trató de ocultar su expresión de fastidio.

-Adelante. Lo escucho.

-Hay una plaza vacante en nuestra planta de tecnología. Están ofreciendo una buena remuneración por el trabajo. Me pareció que sería una buena oportunidad para usted. Me tomé el atrevimiento de recomendarlo con el presidente. Quieren verlo en la oficina pronto. ¿Qué le parece la propuesta? Al menos dígame que lo pensará. ¿sí?

Lo miró por un momento y luego habló.

-Lo pensaré.- se lo sacaría de encima por ahora.

-Excelente.-estrecharon sus manos, mientras Ferrer sonreía como si acabara de ganarse el premio gordo.

Al instante, entró unos de los técnicos que habían sido contratados al igual que él,  para trabajar con la caída del sistema.

-Ey, Sergio. Aquí te traje el procesador que me pediste.-le dijo el sujeto que acababa de entrar. -Ya active la página web.

-Espero por tu respuesta. -recalcó Ferrer. A lo cuál, el asintió sin muchas ganas.

-Qué tipo, ¿no?-comentó el sujeto una vez que Ferrer había abandonado la oficina.

-Gracias por tu ayuda.-le corté rápido.

-Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.-mostraba demasiada confianza.

-Hasta luego.-volví a cortarle. El tío terminó entendiendo el mensaje abandonando la oficina.

Tenía que llamar a Roque para saber si había encontrado la falla en el sistema. Trabajo era trabajo y aunque Roque resistió al principio en ayudarle en su nueva "aventura", terminó cediendo.

Después del primer timbrazo su llamada fue contestada.

-Dime Romeo.-contestó una voz socarrona al otro lado de la línea.

-Revisaste lo que te envié.

-Si, y te confieso que no pude encontrar la falla.

-Maldición.-masculló.

-Sino funciona, entonces, deberías cambiar las contraseñas. Es la solución, Sergio.

-Es lo que estado haciendo, cambiando las contraseñas pero nada funciona.

-Es una señal, para que entiendas que debes  retirarte de tú vida pirata.-bromeó.

-Escucha bien, Roque. Esto es lo que sé. Esto es lo que soy. No puedo cambiar de la noche a la mañana.

-¿Ni siquiera por ella?

"¿Ni siquiera por ella?" Esa era una buena pregunta que no sabía contestar.

-Vamos, Sergio. No lo pienses tanto.

-Ya te pareces a mi hada madrina, sólo te faltó el rollo del zapato de cristal. Ahora tengo que dejarte, luego hablamos.-colgó la llamada quedándose con una sensación de desasosiego en el pecho. No se daba por un tipo sentimental pero últimamente actuaba como uno.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora