Familia

38 6 0
                                    

A pocas horas de haber aceptado trabajar con César, se encontraba con una pila de de bocetos y dibujos esparcidos por toda la habitación. Marina, entró salteando cada pieza esparcida en aquel reguerete por donde trataba de pasar para llegar hasta ella.

Depositó un beso en mi mejilla.

-Veo que estás muy atareada. -tomó varios dibujos en sus manos.-Eres increíble. Quiero que sepas que nos llenas de mucho orgullo a tu padre y a mí. -pasó su mano por mi frente.

-Gracias.-Marina y Gustavo era lo mejor que me había podido ocurrir tras la pérdida de mis padres.

-Vine avisarte que la cena está lista. Te espero abajo.-tendría que buscar la manera de decirle sobre trabajar con César sin crear problemas. A lo mejor estaba pensando que se crearía alguna situación y no fuese así. Después de todo sabía que ellos eran muy comprensivos.

-Tengo algo que decirte.

-Adelante.-dijo  tomándola de la mano.

-Me ofrecieron un trabajo.

-Sabes qué no tienes necesidad de trabajar. Tu papá y yo podemos darte lo que necesites.

-Lo sé. Y le doy gracias por ello. Pero necesito comenzar a independizarme un poco. Saber lo que es trabajar. Este trabajo me hace ilusión y me gusta.

-Al menos dime en que consiste para poder estar tranquila.

-Un compañero de estudios tiene un pequeño taller de tatuajes. -mientras hablaba observaba a Marina. -No es nada peligroso, te lo prometo. Simplemente dibujaré para él y me pagará por los dibujos. ...Por supuesto estos dibujos serán utilizado en sus clientes.-sabía que estaba obviando la parte de trabajar en un bar pero todavía no podía decirle.

-Sí esto te hace feliz, no me interpondre con tu decisión. Pero, si por alguna razón tu vida corriera peligro o te hiciera daño, quiero que lo dejes inmediatamente.-advirtió.

¿Porqué Marina pensaba que su vida podía correr peligro?-sé preguntó para sí. -No me hará daño, ya verás. En cuanto pueda, te presentaré a César para que estés más tranquila.

-¿Es guapo?-preguntó con curiosidad.

-!Mamá!-rieron al unísono.

Sergio...

Llegó a su apartamento, muerto del cansancio. Colocó las llaves sobre la mesa y se recostó sobre el sofá. El timbre de la puerta comenzó a sonar. ¿Quién podría ser a esas horas? No  recordaba esperar a alguien.

Decidió abrirle a quién fuese que estuviera tocando.

-Hola cariño.-dijo Malena al mismo tiempo que depositaba un pronunciado beso en mis labios.

-¿Qué haces aquí? No estoy para visitas. Sí estas buscando sexo fácil...

La chica empujó la puerta y sin pedir permiso entró al interior del apartamento. -¿Así que crees que todo es sexo?-preguntó con sarcasmo.

-Tratándose de ti, sí.-ella pone mala cara.

-Qué mal concepto tienes sobre mí. Perro.-reclama.

Escuchar a Malena llamarle por su apodo en las redes, provocó malestar.

-En serio. ¿Qué haces en mi apartamento?-tomó un respiro.

-Te recuerdo que quién te consiguió ésta pocilga que llamas apartamento, fui yo.

-Sal ahora mismo.

-¿Ya me reemplazaste?

-¿Y ahora de qué hablas ?

-¿Quién es la mujer que se abre de  piernas para ti...-pasó el dedo por su barbilla...-ahora?

-No seas vulgar, Malena.

-Lo único que les puedes ofrecer es una buena cama. De lo demás... por Dios mírate, ¿quién en su sano juicio vendría a vivir aquí o peor aún vivir con un tipo tan resentido como tú?

Sus palabras ya empezaban a incomodarlo.

-Tranquilízate, Perro. Yo sólo vengo a darte amor y cariño. Apuesto que no has tenido una buena sesión de sexo en mucho tiempo.

-Cállate. No vuelvas a llamarme Perro nunca más. -se fue  acercando peligrosamente.-En cuanto al sexo, si has venido a buscarlo, entonces te lo daré.

-Ahora sí nos estamos entendiendo, cariño. Hazme tuya.-rogó ella con lujuria.

Comenzaron a desnudarse como dos animales en celo. Sergio la condujo por un pasillo hasta el dormitorio.

-Fascinante.-repitió Malena una vez más.

Estrella...

-Gracias María.-dijo Marina cuando la cena estuvo servida.

-¿Dónde está Diego?-preguntó Estrella.

-Debe estar en su cuarto señorita.

-Dile que venga a la mesa, María. De ahora en adelante comerá con nosotros. Él es parte de ésta familia, no tiene por qué comer en otro lado.

-Pero señora Marina...

-No discutas María. Si Marina lo quiere así, así será.-advirtió Gustavo.

-Tu también, María. Sabes que te lo hemos pedido infinidad de veces. Eres parte de ésta familia y la familia se sienta unida en la mesa.

-Gracias señora Marina.

-Vamos nana. Avísale a Diego y tú también comerás con nosotros.-suplicó Estrella.

-Como ustedes manden.-María se retiró con una sonrisa en la boca.

Inocente Corazón MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora