41. Amenaza

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Está bien, humana, tienes poderes. Pero tus poderes no son ni la décima parte de los de Astor, así que son inútiles.

Ahora necesito que le des esta carta a Astor. El sello que lleva es un sello hecho de Raëgar, material que sólo podemos tocar lo miembros del Clan. Así que ni lo intentes, porque no podrás abrirla.

D.

Zoe lo intentó. Y, como D había dicho, fue inútil. Se sintió estúpida. Y enfadada. D conocía a Astor muy bien. Y ya se había sentido fatal cuando el otro día se quedó fuera de lugar después de preguntarle sobre aquello que D le había pedido...

¿La carta volvería a herir sus sentimientos?

Pero no podía decir nada. Si D sabía que tenía poderes, es porque la había estado espiando. Y eso la asustaba, en parte porque era algo totalmente perturbador. Y por otra parte porque de verdad estaba ahí, vigilándoles, y cumpliría su amenaza.

-Hola. -la saludó él aquella tarde, como de normal.

-Esto es para ti.

Zoe mantuvo la línea recta de sus labios sin piedad. Astor no tardó en darse cuenta de lo enfadada que estaba. Y es que la chica había llegado a la conclusión de que había mucho, muchísimo que Astor no le contaba: algo de su pasado que lo había cambiado para siempre. Y D jugaba con ello.

Pero Zoe no podía hacer nada, ya que a él no le daba la gana de contárselo de una vez por todas. Además, no tenía pinta de ser taaaan taaan grave.

-¿Qué es esto? ¿De dónde lo has sacado?

Zoe siguió igual, sin inmutarse. No pudo evitar sentir una punzada de dolor al ver el brillo de los ojos de él. Esa carta no era algo desconocido para él, sino algo importante. En cuanto estuvo en manos de Astor, este no disimuló sus ganas de abrirlo, e incluso retrocedió para que Zoe no viera su contenido.

-Alto ahí. Antes de leerla, empieza a largar. -le espetó ella. Astor levanto la vista del sobre, al mismo tiempo que Zoe estiró la mano hacia él.

En dos segundos, la carta estaba recubierta de hielo cortante como el filo de una espada, nacido de la punta de los dedos de Zoe Wellington. De la Helada.

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