8. Chispas

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Hella sudaba incontroladamente.
Se hallaba sentada, frente a una chimenea, rodeada de los fuegos Rojos.
Debria a la izquierda, un tal Grayson a la derecha. Tanto ella como sus amigos amordazados estaban sentados entre dos de ellos.
Hielo, fuego, hielo, fuego...
Eso, era sin duda, motivo suficiente para que su cuerpo estuviera liberando sudor de manera tan abundante. Alzó la mirada hacia los hermanos Oleson, dos veinteañeros de pelo rubio platino, y hacia Grace, también jovencísima. Los tres sudaban como ella, y compartían una mueca de terror a ser descubiertos que Hella querría no haber visto nunca.
-¿Qué? ¿Por qué os miráis?
La voz chillona de Debria rompió el silencio, acelerando los latidos de Hella. Ella era la única sin una tira de cinta aislante en la boca. No por nada especial. Simplemente, querían a algún rehén capaz de hablar y responder a sus preguntas estúpidas.
-Estamos prisioneros, asustados y amenazados. Buscamos el apoyo en los otros.
Era la primera vez que Hella respondía con más de "Sí" , "No", "Vale".
-¡Pero si sabe hablar! -rugió Grayson, que era igual de corpulento que dos hombres juntos.
-Te noto nerviosa. -murmuró entonces Debria, sonriendo pérfidamente. Hella supo entonces que iba a pagar su osadía. -¿Tienes calor?
Y con su mano desnuda agarró uno de los troncos de la chimenea. La prisionera recordó que tenía que actuar como si no supiera nada, así que fingió sorpresa cuando la mano de Debria no se prendió o quemó en absoluto.
La ígnea acercó el tronco en llamas hacia Hella, que procedió a gritar, fingiendo estar asustada. Aunque realmente, gritó de dolor. Su temperatura corporal aumentaba por momentos, fundiendo el hielo que albergaba en todo su ser.
-¿No quieres jugar con fuego?
Hella retrocedió como pudo, pues con el cuerpo atado era difícil esquivar nada.
Grace la miraba con los ojos como platos, y tanto Royce Oleson como Youri, su hermano, tenían reflejado el pánico en todo el cuerpo.
Hella esquivó la mirada apremiante de Debria.  Respiró como pudo, su cuerpo estaba empezando a desencadenar una respuesta que los pondría a todos en peligro.
Pero Debria no apartaba el fuego y Hella sentía como todo su ser ardía y se consumía en una agonía inexpresable. Las lágrimas afloraron y no pudo contener un chillido de dolor.
Realmente el fuego no estaría a más de cincuenta centímetros de ella, pero era suficiente como para que su condición le jugara una mala pasada.
-Para, Debria. -intervino de repente Grayson. Para Hella, su voz sonó como la de un ángel apareciéndose en medio del infierno.
-Sólo un poquito más.
Si la belleza de Debria parecía inhumana, su actitud lo hacía más. Era tan dulce a veces y otras tan cruel que Hella querría haberle recomendado un psicólogo. La joven era igual que una llama: en sus momentos álgidos brillaba y se alzaba invencible, y cuando estaba cerca de ser ceniza, su mirada se tornaba de plomo y su carácter imperativo y práctico, como si así asegurara su supervivencia.
-Para, por favor... -farfulló Hella, al borde de perder el control.
Pero Debria se limitó a mirarla, impasible. Y lo notó, Hella lo supo en cuanto vio la sospecha en sus ojos brillantes.
Notó que estaba sudando a chorros y que la sola presencia del fuego a medio metro le provocaba algo más que simple temor a quemarse. Algo más.
Y entonces, entornando los ojos como un científico elaborando hipótesis ante su experimento, acercó más el fuego.
Hella gritó, y junto a ella, oyó los "¡No!" de sus amigos a través de las cintas que cubrían sus bocas.
Era demasiado tarde. La reacción era inevitable.
Percibió el hielo creciendo en las yemas de sus dedos, propagándose por su piel hasta trepar por el cuello y alcanzar su rostro. Debria se apartó en cuanto lo vio, pero no lo suficiente.
Con rabia, Hella sopló y de sus labios brotó un aliento helado que  en cuanto entró en contacto con el tronco prendido en llamas, resultó en una pequeña combustión. Observó, algo orgullosa, como Debria soltaba el tronco, como si de pronto el fuego sí le quemara. Pero era el hielo lo que había irritado su piel bronceada.
El tronco chamuscado y apagado cayó al suelo y repiqueteó contra las baldosas, dejando a todo el mundo en silencio.
-¡¿Qué demonios eres tú?! -Debria, iracunda, se puso en pie y empujó a Hella, que cayó de la silla- ¿¡Qué eres?! ¿¡Su madre, su hermana!?
Hella no entendió eso último, pero la rabia contenida se había liberado y ya no había marcha atrás.
La cinta que la ataba de manos se congeló al instante, y en cuanto Hella estiró los brazos, se rompió en mil pedazos. Repitió el mismo procedimiento con las piernas y se puso en pie con energía.
Los otros ígneos se levantaron también, en un gesto amenazador, pero los Oleson y Grace ya se las habían apañado para liberarse como Hella había hecho.
Debria no dejaba de mirarlos a todos, incrédula, fuera de sí.
-¡Dímelo! ¿¡Qué diablos eres tú?!
-Soy alguien que lleva unos cuantos días soportándote. Y ya no aguanto más.

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