6. Debria

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Hella pensó que aquella joven debía tener, sin lugar a dudas, un problema mental. Todo el día gritaba y no paraba de blasfemar sobre ella. 

-¿Quién es Zoe? -se atrevió a preguntar aquel día, desde la parte de atrás de la furgoneta, donde ella y los suyos yacían envueltos en cinta adhesiva.

-No te he puesto mordaza por algo. No me hagas cambiar de opinión.

Hella estaba segura de que eran Ígneos Rojos. Podía percibirlo, pero ellos no parecían saber nada sobre lo que ella, los hermanos Oleson y Grace eran en realidad. Si conseguían ocultarlo durante las tres semanas que les quedaban por delante antes de que los devolvieran, todo habría sido un malentendido y lo suyos saldrían vivos. Y, sobretodo, su secreto.

Pero aquel día no había podido evitar preguntarle sobre la tal Zoe, sobre la que Debria no paraba de despotricar. No obstante, ante su tajante respuesta, decidió callarse. Hella no era una chica asustadiza; todo lo contrario. Pero era sensata.

Pasó la primera noche. Hella dormía profundamente, soñaba con la mansión Zafiro y con Gray, con todos los suyos y con el frío abrazándole la piel. Pero algo la despertó de su maravillosa utopía. Abrió los ojos poco a poco. Debía ser de madrugada, pues entraba la luz tenue del sol amaneciendo por las ventanillas. 

Aún un tanto dormida, escuchó unas voces a fuera.

-¡No funcionan! -reconoció la queja de la boca de uno de los gigantones de Debria.

-Eso es porque tú eres mediocre; mira.

Fuera lo que fuera, no pareció surtir efecto, pues el otro rompió a reír.

-¡Te lo he dicho!

- No sé, igual es por la temperatura. Aquí hace mucho frío.

-Quizás. -murmuró el otro, pensativo. Había algo que no le cuadraba. Por primera vez, Hella sintió miedo. Si se daban cuenta de que su fuego no funcionaba porque estaban próximos a unos Gélidos; ella, los hermanos Oleson y Grace estaban muertos.

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