Veintiuno

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Hey, viejo amigo.

Creo que debería dejar de ir a esas fiestas, porque parece que cada vez que voy a una de ellas termino encontrándome contigo. Y aún no decido si eso es algo bueno o no.

No recuerdo demasiado de anoche, puedo culpar de ello al alcohol, pero recuerdo muy bien el momento en el que te vi.

Estabas con ese chico... ¿Ian? No lo sé, solo sé que te vi muy contento riendo a su lado y eso me hizo feliz. Estaba feliz de que tu fueras feliz, por más que yo no pudiera estar allí junto a ti.

Pero cuando los amigos de Natalia aparecieron supe que habría problemas, y eso solo se confirmó cuando los empujaron a los dos.

Estaba furioso, demasiado, y tal vez fue por ello (o por lo ebrio que estaba) que ni siquiera esperé un segundo y ya estaba golpeando a uno de esos idiotas en la mandíbula. Dolió un poco pero se sintió tan bien.

Me giré a mirarte, estabas tan sorprendido como yo pero también demostrabas algo más. Miedo.

Entendí entonces que no debí haberlo hecho. Salí corriendo de allí y los idiotas me persiguieron, ni siquiera me volteé a mirarte de nuevo.

Ahora tengo un ojo morado y estoy seguro que a Natalia no le gustará nada lo que hice.

A veces puedo ser tan torpe que hasta me sorprende.

Como sea, ya debería saber que algo como esto iba a sucederme, yo mismo me lo he buscado. Después de todo lo que he hecho, no merezco tener las cosas fáciles.

Pero, ¿en serio tenía que ser tan difícil?

Tu viejo amigo.

Hey, viejo amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora