Especial I

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"Nervios de primera cita"

West

Esto es real. Realmente está sucediendo.

Esas palabras se reiteran una y otra vez en mi cabeza mientras me detengo frente a la casa de Chris; y, aunque ya he estado aquí muchas veces en el pasado, lo primero que hago antes de acercarme y tocar el timbre es tragar en seco y observar con terror a ese viejo pedazo de madera que es su puerta.

Aquí afuera es una fresca tarde de primavera, el sol brilla con fuerza y la brisa corre refrescante entre los árboles dando un ambiente tranquilo, incluso hay unos niños jugando en la casa de al lado. Todo pareciera indicar que este será un día perfecto, justo como esperaba que fuera el día de mi primera cita con Chris pero, Dios, no podría estar más nervioso en este instante. Lo peor es que ni siquiera sé porqué lo estoy.

Juro que antes de salir de mi casa estaba perfectamente, es más, estaba tan feliz por el hecho de que Chris hubiera aceptado por fin salir en una cita conmigo después de habérselo estado pidiendo los cuatro últimos días —porque aunque él también lo quería, parece que había descubierto lo mucho que le divertía fastidiarme haciéndome las cosas difíciles—, que incluso me despedí de mamá con un fuerte abrazo y no le dije nada cuando intentó arreglarme el cabello, por más que me molestara.

No podía evitarlo, Chris tenía ese efecto en mi. Cada vez que pensaba en él no podía hacer otra cosa que no fuera sonreír, era como una droga, solo que sin los problemas de adicción. O al menos sin el tipo de adicciones que podría considerar malas.

El recuerdo de Chris acercándose a mí para besarme ayer cuando volvíamos de la escuela vuelve a mi y me saca una sonrisa. Casi parece bastar para sacarme los nervios pero justo en ese instante un estruendo se escucha a mis espaldas y me doy la vuelta exaltado solo para enfadarme al ver que se trata de un auto con problemas en el escape. La sonrisa se borra de mi rostro y suspiro, no sin antes maldecir al idiota que no sabe lo que es llevar su auto al mecánico y, para mi desgracia, cuando regreso la mirada al pórtico de Chris los nervios vuelven a hacer mella en mí.

Esto es tan irritante, ¿por qué diablos tuve que empezar a pensar en todo lo que podría salir mal hoy justo cuando venía para aquí? Es decir, ¿es en serio?¿por qué soy tan estúpido? Agh, desearía poder golpear algo en este momento. Muevo mi brazo en un intento de lograrlo, pero enseguida una punzada me recuerda el yeso que lo recubre y como no sana por completo así que me detengo.

Tomo un respiro, pensando en el brazo que aún no sana de la paliza que me dieron hacia unas semanas atrás y en que al menos la nariz si l hizo. Menos mal, con lo hinchada que estaba no me habría gustado parecer Rodolfo el reno cuando saliera con Chris. Pensar en ello hace que me ría y eso me relaja pero, aún con ganas de golpear algo, decido patear una pequeña piedra que está al lado de mi pie para calmar la rabia remanente.

Por supuesto, como se trata de mi, mi maravillosa suerte hace que la piedra salga volando dirigida hacia la entrada del hogar de Chris golpeando la puerta.

¡Maldición! Quisiera gritar, pero cuando veo que la puerta comienza a abrirse solo puedo pensar en una cosa.

Tierra, trágame.

—¿West? ¿Eres tú? —dice la madre de Chris cuando abre la puerta, con un delantal de cocina y su cabello castaño atado en un moño.

Sonrío nervioso y alzo la mano sana para saludarla, incapaz de mover los labios para hacer un saludo normal. Dios, porque tendré que ser tan bueno en hacer el ridículo.

Hey, viejo amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora