Hey, viejo amigo

Treinta y ocho

Hey, viejo amigo.

Hoy ha pasado algo que nunca creí sucedería, de hecho, incluso ahora no estoy seguro de si pasó en realidad o sólo fue un sueño.

Andrea se ha disculpado conmigo.

¿Puedes creerlo? Porque te aseguro que yo no.

Cuando me tomó del brazo tan pronto llegué a la escuela hoy, y me arrastró hasta el armario del conserje llegué a pensar que me gritaría hasta quedarse afónica, pero no lo hizo. Ella me agradeció por lo que hice por ella en la fiesta, y me preguntó si se lo había dicho a alguien.

Tardé en contestarle porque pensé que estaba soñando, pero cuando le dije que no se lo había dicho a nadie y me preguntó el porqué, no dudé ni un segundo en decirle la verdad.

No creía que fuera algo que ella quisiera contar, de hecho, estaba seguro de que ella sería más felíz si lo olvidaba. Cuando se lo dije me mostró una expresión que nunca pensé que me dirigiría.

Me sonrió, Andrea, la chica que hasta hace unos días estaba seguro planeaba en secreto matarme.

Ni fue una gran sonrisa, pero diablos, que bien se sintió ver un lado amable de ella.

Luego de eso se disculpó por haber sido tan dura conmigo, me explicó que tal vez no era tan idiota como ella pensaba.

No pude evitar recordarte por eso.

Le pregunté si eso significaba que me perdonaba pero ella dijo que no, que no podía hacerlo después de todo. Pero que ya no impediría que intentara arreglar todo contigo.

Me dijo que confiaba en que no te lastimaría, pero que aún así no podía ponerse de mi lado.

No entendí a que se refería, pero no importa porque logré que confiara en mí.

Y ahora sólo falta que tú vuelvas a hacerlo.

Tu viejo amigo.