Cuarenta y tres

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Hoy es lunes, y acabo de salir de la clase de historia. Ahora me encuentro caminando entre los pasillos en busca del baño para poder enjuagar un poco mi rostro con la intención de despertarme.

Viendo como mis compañeros avanzan por el pasillo como si desearan que terminase el día, creo que este es el único momento en el que no consigo pensar en Chris. Ahora sólo hay un pensamiento que ocupa mi cabeza.

Odio los lunes.

Doy vuelta en una esquina y un gran bostezo escapa de mi boca. Me detengo y cierro los ojos un momento, cuando lo hago, pienso en lo poco que he conseguido dormir durante los últimos meses. Por un instante me pregunto a quien se deberá, pero ya se la respuesta.

Y así es como vuelvo a pensar en él, en mi amigo, y en que ahora ya no lo es.

Aunque al menos las cosas ya no están tan mal como antes, creo que eso es algo bueno. Ahora puedo ver a Chris todos los días sin sentir esa culpa incesante, puedo pasar el tiempo con el en el almuerzo —aunque no hablemos mucho realmente— y hasta me ha perdonado. Viéndolo así, pareciera que debería estar más que contento.

Pero no lo estoy, de hecho, estoy muy molesto. Y ni siquiera sé que es lo que me pasa, sólo sé que cada vez que veo a Chris me pongo contento, pero cuando me evade cada vez que intento hablarle me enfada. Y no pienso hablar de lo mucho que me irrita cuando lo hace para irse con ese otro chico.

No entiendo que es lo que pasa, quizás sólo esté cansado. Si, debe ser cosa del lunes. Este es el día del diablo.

Abro los ojos, otro bostezo se escapa y emprendo otra vez mi marcha hacia los baños. Algo de agua fría me despertará.

Cuando me acerco lo suficiente para ver la puerta a los sanitarios, distingo una figura conocida. Es Andrea, la amiga de Chris.

Le sonrio algo nervioso, aún no me acostumbro a esto de haber hecho las pases con ella. Ella me mira y voltea los ojos, pero me saluda y creo distinguir una leve sonrisa en su rostro antes de que continúe hablando con sus amigos.

Esta vez mi sonrisa es más segura, pero se esfuma de repente al reconocer a una de las personas con las que habla. Suelto un gruñido y sigo caminando mientras trato de ignorar al chico que durante estos últimos días sólo ha conseguido irritarme. Y eso que ni siquiera lo ha intentado.

Cuando pasó junto a Ian choco con el intencionalmente, y aunque el se disculpa yo prosigo sin detenerme a mirarlo.

Como si fuera a importarme.

Entro al baño enseguida y me lavo el rostro con algo de agua helada. Cuando me veo en el espejo me siento algo mejor, más despierto y con algo de energía. Suspiro relajado, pero me tenso tan pronto como una silueta aparece tras de mí en el reflejo del cristal. Me volteo.

—¿Que hacés tu aquí? —pregunto quizás algo más enfadado de lo que debería.

Ian me observa extrañado, alza una ceja y apunta a la puerta tras de sí.

—¿Este es el baño, no? —pregunta sonriendo divertido.

Ruedo los ojos, y le doy la espalda. Si piensa que su actitud de chico bueno hará que me caiga bien pues mejor será que se vaya olvidando de ello.

—Si, claro que lo es —contesto cortante.

Hago lo que puedo por no prestarle atención, pero no resiste alzar la mirada y verlo en el espejo. Se ve confundido por como lo trato, como si no lo entendiera. Me preguntó si de verdad no sabe lo que hace, si en serio no se da cuenta de porqué me molesta.

Vuelvo a bajar la mirada mientras lavo mis manos cuando el ocupa el lavabo a mi derecha. Lo miro de reojo.

Ahora que lo pienso, ni siquiera yo estoy completamente seguro de porqué me molesta tanto este chico. Sólo se que no puedo pasar más de tres segundos viéndolo sin querer darle un puñetazo en la cara.

—¿Ves algo interesante? —me dice sin levantar la mirada.

Mierda, ¿cómo diablos se dió cuenta de que lo veía?

—¿Q-qué? No... quiero decir, yo no estaba... no te estaba... —balbuceo mientras el me mira extrañado. Suspiro frustrado y golpeo mi frente con la palma de mi mano — ¡Olvídalo!

Él se queda callado un instante y después empieza a reír. Yo lo miro sin creerlo mientras un extraño sentimiento empieza a hacer mella en mí.

—¿Qué da tanta risa?¿Tengo monos en la cara o qué?

Él deja de reír y se aparta del lavabo, es entonces que reconozco este sentimiento. Enfado. Este chico está comenzando a molestarme otra vez.

—No, no es eso —explica sonriente —. Es sólo que ya veo a que se refería Chris cuando dijo que eras un poco extraño.

Escucharle hablar tan tranquilamente de Chris hace que mi sangre hierva. Aprieto los puños y la mandíbula en un vano intento de calmarme. Quiero golpearlo, en serio quiero hacerlo, pero sé que si lo hago sólo conseguiré retroceder todo lo que he avanzado.

Por primera vez en mucho tiempo, pienso antes de decir mis siguientes palabras.

—¿Asi que te ha hablado de mí? —cuestiono tratando de sonar amigable —. Has de hablar mucho con él.

Sonrío falsamente. Sé que mi intento de amabilidad es un fracaso total pero a riesgo de arruinarlo todo diciendo otra cosa prefiero mantenerme callado.

El me contempla un momento, parece confundido por mi forma de actuar pero no lo dice. Sólo se queda allí parado, mirándome. Odio que lo haga, odio que me miré de esa manera, como si me analizara.

No entiendo que es lo que Chris ve de agradable en este chico, es sólo otro idiota.

—Creo que ya entiendo a qué se refería Andrea... —dice pensativo, yo lo observo extrañado — Dime, ¿aún no has hablado con Chris a solas?

Abro lo ojos como platos y me quedo sin habla.

—¿Qu-qué dices? —balbuceo sin saber que decir, de pronto la confusión se transforma en ira — No veo porqué eso debería importarte.

El me sonríe, una sonrisa que no logro descifrar. Juro que si sigue haciéndolo terminaré dándole una patada y mandándolo todo a la mierda.

—¿No sabes porque estamos juntos no? —pregunta, no entiendo a qué se refiere — ¿No te lo ha preguntado?

Claro que lo he hecho. No entiendo porque Chris estaría con un cretino como este idiota. Pero no se lo digo, sólo mantengo silencio. El prosigue.

—¿Ni siquiera te has preguntado porque te molesta tanto? —agrega de improviso, arrebatándome toda mi ira y dejando solo un sentimiento de duda inmenso.

—¿De que estás hablando? —le cuestiono, pero mi voz ya no suena tan firme como antes.

El suspira y niega con la cabeza, mientras lo hace, una carcajada escapa de sus labios.

—Ambos son iguales, pareciera que tienen serios problemas con decir las cosas de frente —afirma, más para si mismo que para mi por lo que parece, entonces me mira —. Aunque parece que tu no sabes que es lo que en verdad quieres decirle.

No entiendo nada de lo que dice, pero me he quedado sin palabras. Antes de que pueda pensar en algo el se da la vuelta.

—Tendrías que averiguarlo —comenta encogiéndose de hombros.

Entonces se va.

Voy a poner una pequeña explicación de mi ausencia en mi perfil para no llenar esto con una biblia. No fue por nada grave, pero si les da curiosidad pueden pasarse a leerla.

Nos leemos.

Hey, viejo amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora