ego, orgullo y soledad

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Kagome llegó corriendo, agitada y completamente mojada a su casa... se vio de pie frente a ésta, sintiendo su cuerpo frío y siguió llorando; su mente amenazó con traicionarla y hacerla retractarse.

Era una tonta, reconoció, pero aun sintiendo esa punzada en el pecho, todavía se forzaba a creer que estaba haciendo lo correcto.

¿Por qué tenía que doler tanto?

Su vista distorsionada por el llanto se fijó en la perilla de la puerta, negó en silencio y esbozó un intento de sonrisa irónica mientras se daba media vuelta, a recargar su espalda a la gruesa madera de la puerta y se deslizaba despacio al suelo por la misma... le acababan de robar sus cosas, entre ellas, sus llaves.

Abrazó sus rodillas y escondió su cara entre ellas... ahora estaba más sola que nunca.

El nudo de la garganta amenazó con quemársela y sus lágrimas, antes medianamente controladas, volvieron a caer con más fuerza; apretó los dientes y se reprochó su cobardía, su falta de carácter y su debilidad... ella sola tenía la culpa. Sus ojos se cerraron con fuerza al mismo tiempo que sus labios se abrieron buscando jalar aire, que no era más que un hipeo audible... ¿por qué tuvo que enamorarse así de él? ¿Por qué permitió que eso pasara?¿Cuándo fue que eso ocurrió... cuándo fue que dejó que el objetivo que ella tenía se olvidara y había comenzado a sentir cosas por él?

Apretó sus dedos en sus piernas, no tenía ni el valor ni las ganas de alzar su vista, tampoco de buscar ayuda para no pasar la noche afuera; quería seguir llorando y que dejara de doler.

Bankotsu no estaría más. Lo entendió cuando al paso de los minutos él no apareció... la lluvia seguía cayendo y un par de autos y apresurados peatones corriendo... ninguno era él.

-¿Qué se supone que voy a hacer... a partir de ahora?- se preguntó entrecortadamente y dos calientes y pesadas lágrimas cayeron a sus piernas.

Su cuerpo siguió temblando de frío y de miedo. Nunca creyó que ir contra sus sentimientos doliese tanto... En ese momento, cuando estuvo con él, estuvo a punto de rendirse y volver a creer en él y en lo que la hacía sentir, siempre había sido más fácil dejarse llevar por él, eso la llenaba, la hacía sentir bien... pero creía que no era amor de verdad; si las palabras de Midoriko eran ciertas, Bankotsu era ese amor arrebatador y desbordante que podía elevarla al cielo y después, así como llegó, se iría, dejándola ver lo que de verdad perdió.

-Nunca fue algo sano- se recordó... tal vez era sólo la emoción y ese sinfín de sensaciones que él le provocaba, lo que la tenía así, lo que le provocaba ese sentimiento de amor en ella... porque sólo con él lo había conocido. Tenía que ser eso... porque si no, acababa de arruinarlo todo.

Los minutos pasaron, la lluvia aumentó y con ella el viento y los destellos luminosos en el cielo, Kagome se estaba cansando de llorar y el nudo en la garganta seguía presente. Las luces de un auto iluminaron parcialmente su jardín y un coche se detuvo frente a su casa. Kagome se atrevió a alzar el rostro, con sus mejillas endurecidas por la salinidad de sus lágrimas y con el ceño fruncido sobre esos ojos rojizos...

"¿Es...?" pensó al ver la puerta del coche abrirse de golpe.

-¿Kagome?

-¿Ah?

-¡Kagome, por Dios!- alzó la voz la joven y asustada castaña al correr a ella.

-¿Sango?- mencionó y sus ojos volvieron a aguarse.

-Kagome, Dios, ¿estás bien?- cuestionó la castaña al detener su carrera a su lado y ayudarla a pararse cuando ella lo intentó -¿Estás bien?- repitió al verla llorosa y mojada.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora