mentiras tras unos ojos azules

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Kagome suspiró sintiendo una incomodidad desplegarse por su cuerpo. Movió su cabeza lado a lado intentando liberar tensión.

—¿Te sientes bien?— preguntó Bankotsu que iba recargado completamente a su asiento, viendo con poco interés la película que ese vuelo mostraba.

La mano de Kagome que exhibía el par de anillos fue directo al pecho femenino —Me siento ansiosa— reconoció intentando acomodarse en el asiento a su lado.

Él frunció el ceño mínimamente —¿Por qué razón?

—No lo sé… desde hace días me he sentido extraña… ganas de llorar o algo así— dijo lo último con un rastro de vergüenza. Sonrió ante la extrañez de su ahora esposo y ladeó su cuerpo para abrazarse a uno de los fuertes brazos masculinos —. No me hagas caso, tal vez sólo estoy hormonal— agregó al también buscar convencerse.

—Eres todo un caso, Kagome — mencionó el moreno de larga trenza al llevar su mano a acariciar las frías de ella.

—Ni que lo digas, me siento tonta— confesó ella —. Debe ser el nerviosismo de volver sabiendo que pronto veré a mis padres… me pregunto, ¿cómo los veré a la cara sabiendo que me he fugado contigo y no sólo eso, sino que nos casamos?

—Mph— él sonrió de medio lado fijando su atención a la pantalla frente a ellos —. Yo estaré contigo— le dijo soltando su brazo del agarre femenino, para con él, envolverla en un celoso abrazo.

Kagome se sintió segura y subiendo sus piernas largas al asiento, se acurrucó entre su abrazo. Cerró los ojos al no pretender distraerse con la película o algunos de los pocos pasajeros de primera clase, se concentró en relajarse con el varonil y embriagante aroma que Bankotsu siempre desprendía y en escuchar su lento y constante latir del corazón.

El frío ojiazul observaba sin ver la pantalla frente a ellos. Ahora, egoístamente o no, estaban casados y así se lo haría saber a los Higurashi; no iba a permitir regaño o insulto alguno hacia Kagome, pues estaba seguro que ese era el temor que la tenía así. Iba a afrontar las consecuencias de todas sus acciones, pero con la seguridad que le daba tenerla con él… ¿qué pensaría Kagome cuando se enterase de todo? Iba a pasar y muy pronto, ¿lo perdonaría?

Él se encargaría de que fuese así.

—Estaba pensando— su voz salió ronca y seria. Kagome alzó sus ojos y rostro a él —. Buscaremos una casa para vivir— dijo con su vista al frente.

Kagome se ruborizó —¿Vivir juntos?

—¿Qué no hacemos eso ya?— preguntó él al verla para abajo.

El sonrojo de ella volvió a aumentar —P-pues sí, pero… — dijo y se detuvo… ¿vivir juntos, de verdad?, es decir, como casados, con su propia casa, con un lugar al que definitivamente ambos deberían volver al final del día… ya no iba a ser sólo su casa o el departamento de Bankotsu, sería algo de ambos. Su cuerpo se estremeció en emoción y nerviosismo.

—¿No quieres?

—¡Claro que quiero!— aclaró con más emoción de la que debería y ladeó su rostro avergonzada cuando él le sonrió satisfecho —Sólo no sé cómo lo tomarán mis padres.

—¿Quieres dejarme eso a mí?

Ella volvió a alzar su insegura mirada a él.

—Entiéndeme algo, Kagome— dijo seriamente mientras más apretaba su abrazo —. Nunca, por nada de este mundo, voy a permitir que te separen de mí— su tono ronco y su rostro serio estremecieron a Kagome que se sintió muy segura en sus brazos.

Una sonrisa tonta de la emoción se posó en los labios de la pelinegra, la misma que se forzó a morderlos — Eso parece casi una amenaza— dijo con gracia y le sonrió más abiertamente.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora