Con los pies en la tierra

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Hola chicas, antes que nada, una disculpa por tardar tanto; ya son los capítulos finales, tal vez resten dos más, y esos son los más difíciles de escribir. Ojalá el capítulo les guste.

Gracias por leer.

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El rostro de Kagome estaba pálido y sus ojos temblaban incrédulos, casi asustados. La chica que se sintió descubierta no pudo más que boquear intentando justificar su presencia en el lugar, pero Tsubaki, a pesar de encontrarse tan cansada, conservaba rastros de la astucia que siempre la caracterizó.

—Lo sabes, ¿eh?

La azabache apretó su cartera entre los dedos de sus manos, cerró sus ojos despacio y dejó escapar el aliento con suavidad, todavía sintiendo a su corazón oprimido latir fuertemente.

—Creo tener idea— confesó segundos después, viéndola con incredulidad. Tsubaki y ella siempre estarían lejos de ser amigas, pero en ese momento, era la única que podía ofrecerle las respuestas que necesitaba —. ¿Ella está...?

—¿Muriéndose?— la rudeza con la que soltó esa palabra la de largo pelo lacio, hizo mayor impacto en la joven azabache —. Sí, Kagome.

La nombrada quiso sonreír, en muestra clara de su nerviosismo —No puede ser.

La otra cerró los ojos despacio y suspiró cansadamente.

—¿Qué vas a hacer?

—¿Yo?

Los ojos castaños de Tsubaki se fijaron en ella y Kagome sintió como un nuevo peso se posaba en sus hombros.

—Tú— afirmó —. Imagino que dedujiste ya que Kikyo te mintió aquella tarde— añadió sin dejar de verla.

Kagome tragó pesadamente y su mirada achocolatada se endureció al recordar que esa chica frente a ella, estuvo presente cuando Kikyo le dijo todas esas cosas. Las sensaciones vividas aquella tarde, volvieron a ella y eso casi le hace arder los ojos.

—Y tú no lo desmentiste— dijo Kagome luego de tragar discretamente, aguantándose el ardor en su garganta.

Tsubaki asintió despacio y por un segundo bajó la mirada.

Se formaron varios segundos de silencio incómodo entre ambas, en el que las voces de las enfermeras que rondaban los alrededores, completaron la escena.

—¿Podemos hablar?— la azabache rompió el silencio. La voz seca marcó seriedad también en Tsubaki que la vio a los ojos.

—También quería pedírtelo— aceptó la lacia chica.

Tsubaki se giró y regresó por donde había llegado, y Kagome la siguió a dos pasos de distancia.

Luego de varios minutos, un par de pisos bajados, y cruzarse con varias personas en su camino, ambas morenas finalmente entraron a la cafetería del lugar.

Tras una mesa de madera, redonda, que era decorada por un pequeño florero de cristal con un par de bonitos claveles en él, siendo acompañado por un discreto servilletero, Kagome esperaba por Tsubaki que al entrar le había dicho que compraría un par de bebidas, seguramente para no hacer tan incómoda la charla.

Había casi una decena de personas comiendo, un par solas y el resto acompañadas. Un par de enfermeras tomaban la comida en una mesa al centro de esa pequeña cafetería, y charlaban sobre uno de sus pacientes y los cuidados que se les habían indicado debían mantener. La mirada desanimada de Kagome cayó en ellas mientras sentía a Tsubaki acercarse.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora