Sus fríos y desinteresados ojos azules pasaron fugazmente, por el reloj de pared en su sala... pasaban apenas de las diez de la mañana y un vaso de whisky ya ocupaba su mano. Atravesó la estancia y se dirigió a pasos lentos hasta el balcón, deslizó la puerta de cristal y una corriente de aire frío lo recibió haciéndole ondear suavemente su larga trenza.
El día ya era un fastidio, una llamada de Naraku lo había levantado de la cama y no tenía ánimo de asistir a la empresa o continuar con su tesis... el ambiente frío y el viento helado le caló en la piel desnuda de sus brazos, al sólo portar una camiseta negra haciendo juego con su pantalón deportivo, pero un nuevo sorbo del embriagante líquido volvió a calentarlo.
Dejó escapar el aliento y el mismo se hizo visible en el ambiente, luego de perder su mirada en el horizonte, a lo lejos, mucho después de ese gran parque frente a su edificio, la enorme ciudad lucía gris y los autos empequeñecidos corrían sobre una autopista, todo parecía avanzar, las personas, el mundo... él debía hacer lo mismo; su mirada cobró seriedad y su mandíbula se tensó.
-¿Qué haces aquí?- la voz delgada y fría de la lacia pelinegra, lo hizo voltear de medio lado a verla -¿Por qué no estás en la cama?- cuestionó al abrazarse a él y acariciarle el pecho - Hace demasiado frío- se quejó sintiendo esa helada sensación calarle en sus desnudas piernas, al sólo vestir la camisa blanca que el joven había portado la tarde anterior.
-Ya no me apetecía estar acostado- respondió secamente al dejar de verla.
Kikyo lo soltó y se recargó en la baranda metálica a su lado.
-Pudimos hacer algo más que sólo estar acostados- mencionó sugerente la joven al encogerse de hombros y sonreírle.
El moreno la vio de reojo y volvió a beber de su vaso.
-¿Tienes clases?- preguntó secamente al volver al interior de la sala y sentarse en uno de los sofás. Encendió la pantalla frente a él.
La pálida pelinegra lo seguía a pasos lentos mientras lo observaba analíticamente.
-Inician después del medio día- informó al detenerse frente a él, Bankotsu asintió y lo vio prestar atención al televisor. Ella se sentó a horcajadas sobre él -¿La extrañas?- preguntó fríamente mientras le acariciaba el flequillo y no dejaba de verlo a los ojos, al referirse a aquella otra pelinegra.
-No, y no es tu asunto- dijo y aclaró. Kikyo sonrió cuando lo vio colocar sus fuertes manos sobre sus piernas desnudas.
-Realmente fue una pérdida de tiempo- afirmó al deslizar sus brazos por su cuello y abrazarlo -. Ellos dos son tan iguales, Inuyasha y Kagome parecen hechos el uno para el otro- aseguró al hablarle al oído y se apretó a él -... así como tú y yo- añadió y le besó el cuello... el moreno apretó sus manos en la camisa que la chica usaba -..., tú y yo también somos iguales, Bank, inteligentes y calculadores- dijo y sonrió -; no acostumbramos a involucrarnos demasiado con nadie, salvo tal vez, nosotros mismos, y eso... porque sabemos qué esperar del otro- finalizó la chica recordándole cómo funcionaba la relación que habían mantenido por más de un año, antes de que se separaran.
Bankotsu se recargó en el sofá y la observó fríamente a los ojos... era la misma Kikyo de siempre, ella no había cambiado, ¿y él?
Ella sonrió con autosuficiencia.
-Ninguno de ellos podrá sustituirnos, jamás, Kagome es tonta e insignificante, una niña débil- habló y no evitó que un tono despectivo saliera con sus palabras -, e Inuyasha, bueno, tal vez a él le falte pasión- añadió y sonrió de medio lado -¿Volvemos a la cama?- pidió y se acercó a sus labios.
ESTÁS LEYENDO
Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)
FanfictionKagome había llegado a su primer día en la universidad con sus ilusiones en la mano, siempre sosteniendo el sueño de que ella e Inuyasha se casarían, como alguna vez de niños juraron. Por eso verlo besando a Kikyo, una hermosa y atractiva chica, la...