el miedo de un adiós

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La mañana los había encontrado desnudos y enredados en una cálida manta, Kagome se abrazaba ligeramente a la almohada sobre la cuál descansaba y el joven de larga trenza se abrazaba a ella, brindándole el calor, la protección y la comodidad suficientes para no quererse levantar aun cuando tenía casi cinco minutos despierta. Entrelazó sus dedos con los del moreno luego de acariciar su brazo.

Suspiró en silencio... ¿qué sentía realmente por él? ¿Hasta dónde podrían llegar juntos?

Su pecho quiso apretarse ante la duda y negó en silencio, últimamente pensar mucho en lo que ellos tenían, no la hacía sentir muy bien.

-Será mejor levantarme- se aconsejó en un murmullo.

Enderezó su cuerpo y volteó a ver al buró que se encontraba del otro lado de la cama... faltaban cinco minutos para las siete de la mañana, la luz del sol todavía no atravesaba la cortina del balcón, por lo que supuso que sería un día gris; bajó su mirada al moreno que parecía dormir casi profundamente... Kagome se tomó unos segundos para observar su rostro tranquilo y sus finos rasgos, sonrió al acariciarlo.

"Debe estar agotado" pensó. Le había hecho el amor un par de veces por la madrugada.

Se levantó en silencio y completamente desnuda buscó su sostén y ese blusón que el moreno le había quitado apenas unas horas antes. Sin encender la luz, logró localizar un pantalón polar a juego con el blusón y que le brindaría la comodidad y el calor suficiente para esa mañana fresca; se calzaría unas pantuflas y se dirigiría al baño, para salir con rostro y dientes lavados al mismo tiempo que terminaba de ajustarse el cabello en esa coleta alta.

-Es hora de levantarse- le susurró al moreno en el oído y sonrió al escucharlo quejarse, le dio un fugaz beso en la mejilla y se levantó de la cama donde se había sentado, antes de que las manos traviesas del joven la volviesen a arrastrar bajo las mantas.

-Vuelve a la cama, Kagome- ordenó el joven con la voz ronca por el sueño.

Ella sonrió -levántate, recuerda que Shippo sigue aquí y que hoy reanudo mis clases.

El moreno resopló incómodo al sentarse y apretar el puente de su nariz con sus dedos... cada vez soportaba menos a ese mocoso entrometido.

Kagome volteó a verlo antes de abrir la puerta de su habitación... ver su cabello desordenado, su piel morena y su torso desnudo y marcado bajo esa manta que apenas lo cubría, volvió a ruborizarla como en esos primeros días... ¿cómo podía gustarle tanto?

-Intenta- dijo y se aclaró la garganta -... intenta no hacer mucho ruido cuando bajes. No quiero que Shippo se dé cuenta que...

-Sí, lo sé.

Kagome le sonrió - prepararé el desayuno- dijo y le sonrió para salir y dejarlo solo en la habitación.

El moreno volvió a resoplar y negó en silencio, un segundo después se levantó de la cama y sonrió... lo sentía por Kagome, pero él no pensaba esforzarse porque ese niño entrometido no descubriera nada.

• • •

-Ay no, esto se me va a quemar- mencionó la pelinegra preocupada al haber colocado en una sartén caliente, la mezcla de huevos para la tortilla -¿dónde está la sal?

-¿Problemas?- preguntó el moreno al recargarse en la barra de la cocina.

-No... bueno, algo- aceptó la joven que se apresuró a rociar la sal y algún otro condimento a la comida que preparaba, luego de haberlos localizado.

El moreno suspiró y se acercó a la estufa -si bajas el fuego no deberías tener tanto problema- le dijo al girar la pequeña perilla.

Kagome abrió los ojos al notarlo -eso lo sé- mencionó sin verlo -... a-aunque olvidé hacerlo- reconoció en voz baja. Estaba demasiado nerviosa por ese, su primer día de su nueva vida.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora