inconvenientes y un pequeño respiro

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Kagome sonrió y mordió su labio mientras ocultaba su rostro con la cálida manta que los había cubierto toda la noche, sintió su rostro arder y cerró los ojos... una emoción que surgió en su estómago, subió a su pecho y erizó su piel.

-Soy tan tonta- se dijo resignada. Estaba feliz.

Durante la madrugada Bankotsu la había desnudado, se había subido a su cuerpo y le había vuelto a hacer el amor; casi podía sentir su boca besando y mordiendo su cuello, mientras despacio la penetraba... y ahora estaba ahí, completamente desnuda bajo esa manta. Suspiró y trató de controlar esa tonta emoción que le provocaba estar intentando que eso de verdad funcionara. Se sintió tan bien entregarse a Bankotsu, y ser ella quien reconociera el deseo que él había logrado transmitirle... sintió que por primera vez estaba siendo sincera.

Abrazó su almohada al animarse a sacar su rostro y sus mejillas se tiñeron de un rosado apenas perceptible.

-¡Dios!- mencionó en un débil susurro... también por primera vez no tenía miedo de enamorarse de él. Su corazón golpeó con más fuerza en su pecho y supo en ese momento, que tenía que levantarse. Se estaba comportando como una tonta.

Localizó a los pies de la cama la delgada prenda que la había vestido, mezclada entre la ropa del moreno. Tomó la blanca playera que él había portado y se le colocó para dirigirse al baño, necesitaba darse una ducha y dedicarse a hacer todo lo que ayer había dejado pendiente.

Estaba a punto de ingresar al baño cuando la puerta de esa pequeña habitación se abrió.

Kagome respingó al voltear a ver y el ojiazul sonrió divertido.

-¿Te asusté?

La pelinegra negó en silencio y mordió su labio disimuladamente, Bankotsu se recargó en el marco de la puerta, su cabello lucía desordenado, su pecho y abdominales marcados, en su piel morena estaban desnudo al solo portar sus blancos boxers y a ella se le antojó tan sexy al verlo morder una rebanada de pan tostado y mermelada.

-V-voy a bañarme- mencionó y sonrió cuando él alzó ambas cejas al verla inmóvil y en silencio.

-¿No prefieres desayunar primero?- preguntó al acercarse despacio a ella.

Kagome que notó su sonrisa ladeada, negó de prisa -No. Hoy sí debo hacer lo que ayer no pude- dijo y estiró su brazo para mantenerlo a distancia, lo conocía y lo que menos quería era ver ese pan tirado sobre la alfombra y ella nuevamente presa bajo su cuerpo... o bien, sí quería, pero no tenía tiempo si de verdad iba a tomarse en serio eso de su independencia.

-Ayer me encargué de eso- informó el joven que apoyó su mano en la pared y la vio divertido, mientras ella intentaba sostenerle la mirada.

-Aun así- replicó ella sin entenderlo del todo-me baño y enseguida preparo el desayuno, ¿te parece?- concilió al sonreírle para volver a morder su labio.

-Mph- sonrió de medio lado -no, Kagome, cocinaré yo, tú no eres... la mejor cocinera que conozco- le dijo al tomarla de la barbilla y besar sus labios superficialmente.

Ella abrió los ojos y los labios ofendida cuando él se apartó -¡oye!

La sonrisa del joven se extendió al girarse y comenzar a salir.

-Como sea, prepararé el desayuno- informó-. También hice una cita con el ginecólogo- dijo y volteó a verla.

-¿Con el...?

El moreno asintió -debemos confirmar o... descartar ese embarazo.

Ella se llevó el pulgar a la boca y lo vio preocupada.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora