amor, dolor

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El aliento de Kagome se mezcló con el de Bankotsu cuando jadeante dejó de besar sus labios. El ojiazul le había arrancado el vestido y se había deshecho de su propia camisa, los senos desnudos de la pelinegra chocaban suave y excitantemente en el sudado pecho del moreno al subir y bajar sobre él, al continuar en medio de ese acto carnal, en el que no habían dejado de tocarse, besarse y verse a los ojos.

Las manos fuertes del moreno se apretaron en la blanca piel de la cadera de Kagome, la misma que lucía un ligero enrojecimiento producto del sacrificio de sus bragas a manos del chico que se empujaba bajo ella, buscando llegar más dentro.

—Estamos siendo muy irresponsables— susurró Kagome al apretar sus ojos cuando Bankotsu deslizó su cuerpo, recostándose más sobre el sofá, sólo para tener mejor visión del cuerpo perfecto de Kagome siendo bañado por la azulina luz procedente de la alberca en el exterior.

Él deslizó una de sus manos entre ambos senos de la joven —¿Qué tiene eso de malo?— preguntó excitado y viéndola a los ojos. Él dejó de ver el sonrojo que lucía producto de la pasión que la invadía y bajó su mirada al vientre de Kagome, lugar que ahora era acariciado por su mano.

Ella se mordió el labio e intentó contener un gemido cuando él no le dio tregua y siguió moviéndola sobre él, el movimiento oscilatorio de su sexo sobre la pelvis masculina provocaba una electricidad que le recorría el cuerpo y la hacía temblar al estar a punto de alcanzar su culmen.

«¿Cómo pude pensar que le importaría?» pensó y gimió, si no estuviese tan excitada se hubiese ofendido, pero en ese momento sólo pudo seguir sintiendo todo eso que sus cuerpos unidos le provocaban, ya en unas horas se preocuparía por su irresponsabilidad al estar arriesgándose de esa manera al hacer eso sin protección.

—Ah… cielos— gimió cuando él llevó sus dos manos a su cadera y volvió el movimiento salvaje, al parecer, él también estaba cerca.

La humedad que generaban sus cuerpos unidos era claramente más notoria que las veces anteriores, seguramente por las largas semanas sin tocarse. El corazón de ambos bombeaba con fuerza, calentando sus cuerpos y haciéndolos sudar y casi brillar ante la luz del exterior; las manos fuertes y morenas no dejaron de recorrer la perfección de la pálida piel de Kagome, sus dedos se encajaron en ésta conforme su pasión lo consumía. Pronto no bastó sólo el ritmo que ella marcaba y él insistía en hacer más profundo, pues cuando su miembro incrementó su sensibilidad y un calor comenzó a subir desde sus pies, él supo que necesitaba más que sólo eso; tomó a la joven apretando entre sus manos cada uno de sus glúteos y la mal recostó sobre el sofá, Bankotsu apenas tuvo tiempo de verla sorprenderse e intentar acomodar su cabeza en el descanso del sofá, cuando volvió duramente profundas sus embestidas.

Kagome gimió y se sostuvo de sus anchos hombros.

El ojiazul sintió su miembro arder como todo su cuerpo. El interior de Kagome, lejos de calmarlo con su humedad, parecía sofocarlo más en su necesidad; el cuerpo pequeño, sudado y curvilíneo de la joven, como los gemidos que le arrancaba y la indefensa fuerza que aplicaba sobre sus hombros estaban extasiándolo. Su miembro envuelto y apretado por la joven que meses atrás había convertido en mujer, lo hizo gruñir roncamente al tiempo que una delgada línea de sudor resbalaba desde debajo del flequillo en su frente, cayendo y perdiéndose en el cuello femenino.

Los dedos de Kagome se apretaron en los hombros de Bankotsu y perdieron su fuerza cuando sus extremidades fueron adormecidas por una placentera sensación, jadeó y luchó por jalar aire mientras su conciencia parecía abandonar su cuerpo.

Ella ya no notó que Bankotsu apoyó su antebrazo en el descanso del sofá, a un costado de su rostro y sobre su cabello revuelto, cubriéndola por completo. El cuerpo fuerte y sudado del moreno se meció sobre ella, enterrándose hasta el fondo de su cuerpo, moviéndola tanto como ese pequeño sofá le permitía y apenas permitiéndole jadear al apretarse sobre ella.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora