Me levanto de la cama perezosamente y me miro al espejo. Me fijo en mi estómago y no veo nada de cambio aún. Era ya medio día y a la fiesta teníamos que ir a las seis de la tarde.
Mi madre y Sara están muy emocionadas por el bebé pero yo no. Lo estaría si estuviese con él. Él era el que estaba siempre mandando indirecta para que aceptase ser madre y cuando lo era él se marcha.
Decido dejar todo los preparativos en la cama y me voy al salón a ver la televisión. Estuve toda la tarde comiendo y viendo la televisión.
Cuando miro la hora me asusto. Quedaba cinco minutos para que mis padres vinieran con el coche real. Rápidamente me levanto y subo para vestirme.
Me coloco el vestido y llaman a la puerta. Corriendo bajo y meto a mi madre de un tirón dentro de la casa.
-¿Qué ocurre? -dice ella alarmada.
-No he terminado de vestirme. -digo subiendo a la escalera.
Llego a mi habitación y me recojo el pelo lo mejor que puedo. Mi madre a mi espalda me pone los zapatos en el suelo para que me los ponga directamente.
La miro y veo como lleva un vestido largo de color rosa pálido con un poco de vuelo. Su pelo resaltaba con el color del vestido y se veía hermosa.
-Venga, nos están esperando -dice ella para que me espabile y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba lista.
-Vamonos. -salimos de la habitación y luego de la casa para adentrarnos en el coche.
Cuando entramos mi padre nos mira con una sonrisa y niega. El coche empieza a andar y mientras todo está en completo silencio.
-La mujer que organiza la fiesta quiere hablar contigo a solas antes de que comience. -miro a mi padre y él pone su mirada en la carretera.
-¿Sola? -pregunto.
-Sí. Todo el mundo sabe ya de la escapada de Alberto. Raro es que no se haya enterado siendo una mujer tan importante -asiento con la cabeza y veo la mansión de la mujer.
Al llegar un montón de cámaras empiezan a hacernos fotos y los tres entramos en la casa. Al entrar un hombre mayor se dirige a mí y me dice que le acompañe. Me despido de mis padres y me marcho con él.
Me abre una puerta y al entrar veo a una mujer rubia con ojos azules. Esta mujer fue la misma que entró en mi habitación.
-Hola, reina -dice ella mientras que me hace una reverencia. El hombre cierra la puerta dejándonos solas.
-Hola -digo yo con una sonrisa. Esta situación no me gustaba nada.
-Le habría dicho que viniera con su esposo pero ya me enteré que se marchó -dice ella lentamente mientras que me mira.- siéntese.
Me siento en la silla de su mesa y ella en la de enfrente.
-¿Por qué querías hablar conmigo? -ella sonríe y saca unos papeles.
-Verás te voy a ser sincera. -escucho como cierran la puerta con pestillo desde fuera y miro a la mujer.
-¿Por qué cierran? -pregunto y ella alza los hombros.
-Para que no molesten -¿desde fuera?, me callo ese último pensamiento y la miro.- Firma este papel.
-No, hasta que sepa para que es. -digo seria y ella parece que se está empezando a irritar.
-Firmalo -me dice con voz dura.
-Ya he dicho que no. ¿Para que es?
-Mira. Mi familia debía tener el reino que tú tienes en tus manos. Pero por un mentiroso de tú familia lo perdimos y se traspasó a la tuya. Este papel va a servir para devorvernos lo que es nuestro así que ¡Firmalo!
-¡No lo voy a firmar! -grito levantándome de la silla.
Me dirijo a la puerta e intento abrir pero está cerrada.
-No vas a salir de aquí hasta que este papel esté firmado.
Mierda.
P.O.V. Alberto
Desde que me marché de casa no e vuelto a dormir. Se podría decir que estaba echo un asco. He podido mantenerme despierto gracias a bebidas energéticas. Demasiadas bebidas.
Cada hora no podía dejar de pensar en ella. En la cara que tendría al leer esa estúpida carta. Se lo iba a decir en persona pero no pude. Sabía que querría ir conmigo pero esto lo tenía que hacer solo.
No he parado de seguir todas las pistas que encontraba y las apuntaba en mi cuaderno. La que estoy siguiendo creo que es la última.
Tenía que ir a una casa donde iba a ver una importante fiesta. Para pasar por desapercibido me bañé en unos servicios públicos con ducha y me coloqué la ropa mas formal que cogí por si acaso.
Nada más llegar a la puerta de la mansión veo a Alicia que tiene su mirada fija en mí. Sin apartar su mirada se acerca a mí y yo la espero ahí en la puerta.
-¿Alberto? -dice ella y yo asiento. Pasa su mirada de arriba a abajo mía y se mantiene fija en mis ojos
-¿Alexa está aquí? -ella aún sorprendida me afirma con la cabeza.
-Está hablando con la mujer encargada de la fiesta. En su despacho creo que están. -asiento y empiezo a entrar en la casa. Esa mujer si mis pistas no fallaban es la encargada de enviarnos las amenazas, ella era la que llevaba todo.
Subo las escaleras medio corriendo y voy directo al despacho. Antes de venir a la fiesta me miré los planos de la casa por Internet. Llego a la puerta y veo a un hombre esperando enfrente muy serio.
-Déjeme pasar -digo. El hombre niega pero después me mira fijamente asombrado.
Sin decir nada más saco la pistola de mi cintura y le apunto. En ese momento escucho un grito de ayuda de Alexa y le meto un tiro al hombre en la cabeza.
De una patada derribo la puerta y entro en la habitación con el arma en mis manos. Veo a Alexa en el suelo con una mujer agarrándola del cuello. Le meto un tiro en la pierna a la mujer y la empujo con una patada de Alexa.
Ella sin decir nada se levanta y se coloca en mi espalda intentando ocultarse de la mujer. Cuando al fin me fijo en esa mujer me doy cuenta de quien era.
Mi madre.
POOOM! POOOM! POOM! EPIC SORPRISE! Espero que nadie se esperase de que fuera ella y si es así ¿Cómo lo supisteis XD?. He subido este capítulo ya que sin querer he publicado un proyecto en el que estoy "trabajando" solo quiero decir que quien lo haya leido que lo siento. Si lo ha leido sabrá el por qué. Espero que os haya gustado y ya sabéis hay una estrellita muy bonita aquí abajo y gracias por leer mi historia. XD
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Yo ¿una princesa? y tú ¿mi guardaespaldas?
RomanceNunca pensé que yo sería alguien especial. Es más yo me sentía como la típica chica que vivía en una casa con sus padres adoptivos, una mejor amiga y una vida normal por delante. Quién me hubiera dicho a mí que era una princesa y aún menos que el ch...