Capítulo 33

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Mi mundo pareció pararse cuando le vi ahí en el suelo inconsciente. El guarda que lo sujetaba lo dejo en el suelo con un golpe sordo que retumbó en mi oído. Miro al jefe y tenía una sonrisa de oreja a oreja. El cabrón había disfrutado pegándole.

Mi madre me mira pero yo no podía hacer otra cosa que mirar a aquel chico que se había vuelto fundamental para mí y que ahora no podía responder a nada.

-¿Por qué le has pegado sin que te hayan dicho que lo hagas? -dice mi padre levantándose de la silla y acercándose a él enfadado.

-Es mi trabajador y se escapó con la persona a la que debía proteger y mantener en el castillo.

-Será tu trabajador pero tú eres el mío y no voy a permitir que hagas algo más sin avisarme. -dice colocándole un dedo en el pecho al jefe.- Sal de aquí y deja al muchacho con nosotros.

El hombre le mira enfadado y se marcha dejando a Alberto en el suelo. Cuando cierra la puerta corro hasta él y me siento a su lado colocando su cabeza en mis piernas.

Noto como mis lágrimas caen en su cara y yo con el pulgar se las limpio silenciosamente. Ninguno de mis padres se acercan y escucho como hablan en susurros.

Alberto abre un poco los ojos y le sonrío. El sonríe y mira alrededor para ver donde se encuentra. Cuando sabe donde está me coge la mano con la suya y me da suaves caricias.

-¿Se ha despertado? -dice mi madre acercándose y yo asiento. Ella le toca las heridas y él hace un ruido de dolor.- Hay que curarle.

Se acerca al teléfono y empieza a decir que lleven bandas y alcohol a su habitación. Después avisa a Pablo que no tarda ni cinco minutos en aparecer. Al verlo niega con la cabeza y lo coge en brazos para llevárselo a su habitación.

Miro a mi madre y ella asiente para que vaya con ellos y sin pensármelo dos veces corro para alcanzarlos. Veo como entra en su habitación y yo al entrar cierro la puerta. Pablo le suelta lentamente en la cama pero se escucha un gemido de dolor de Alberto.

-Estás loco hermano -dice él negando y cogiendo los productos.

-Pablo déjame a mí, por favor. -digo y me mira.

-Vale, estoy fuera por si pasa cualquier cosa. -asiento y él se marcha cerrando la puerta que estaba atrás de mí.

Me acerco lentamente a él con mi mirada fija en sus heridas. Él me mira fijamente mientras que me acerco y me siento al lado suya en la cama. Sin decir nada empiezo a echar unas cuantas gotas en cada herida pero él ni se queja. Todo lo que se escuchaba eran nuestras respiraciones y el sonido de las gotas.

-Lo siento -digo- Si no nos hubiéramos marchado no estarías así.

-No es tu culpa -dice con la voz muy ronca- Además esta huida a servido para algo.

Me acaricia la mano y luego al anillo. Cada vez que lo miro me alegro de que al menos la escapada nos dio algunos buenos momentos.

-¿Qué es lo que pasó? -digo y el señala la parte de la almohada para que me tumbase con él y lo acabo haciendo. Los dos miramos al techo mientras que él me agarra la mano y da suaves caricias.

-Nada más llegar me golpeó y no paró hasta que me quedé en el suelo.

-¿No te dejó hablar ni siquiera? -él niega y me abrazo a él.

-¿Qué has hablado con tus padres? -me pregunta mientras acomoda su cabeza cerca de mi hombro

-Todo. Lo del matrimonio, nuestra relación, todo. -digo y él me mira.

-¿Qué te han dicho de nuestro compromiso?

-No les ha dado tiempo. Apareciste tú con el jefe y se quedó todo en el aire.

-Mañana hablamos con ellos los dos. -me dice agarrando mi barbilla con su mano y acariciándome las mejillas- Es tarde, es mejor que te vayas a dormir.

-Quiero quedarme contigo -le digo abrazándome a él.

-¿Y tus padres? -me pregunta.

-Me da igual. Tú eres el que me necesita ahora. -le doy un corto beso en los labios y me quedo dormida en sus brazos.

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Me muevo un poco en la cama y me fijo que Alberto no está. Me levanto y estiro y veo que son las siete. Me comentó una vez que se iba a entrenar a las seis siempre.

Hago la cama y me meto en el baño. Al estar lista me coloco la ropa interior y me pongo una de sus camisetas. Me recojo el pelo en una coleta y escucho como él entra en la habitación y cierra la puerta.

-¿Alexa? -me río un poco y doy unos pequeños golpecitos en el baño.

-Alberto.. -finjo la voz como si estuviera herida y en menos de dos segundos abre la puerta de un golpe con una pistola en su mano.

Me mira y empiezo a reír. Luego se fija en la ropa que llevo puesta y se le coloca una sonrisa ladeada. Guarda la pistola y se acerca lentamente a mí.

-Así que con esas estamos -dice mientras que coloca una mano en mi cintura y me acerca a él.

-Te he llamado solo -digo riendo y él coloca un dedo en mis labios.- Veo que te encuentras mejor

-Pues sí, por que tengo a la mejor enfermera particular. Pero te falta una cosa para que me encuentre mucho mejor -dice riendo y colocando su otra mano cerca de mi culo.

-Esa mano no me da buena espina -digo cerca de sus labios y él se los moja.

-Ajam -se acerca para darnos el beso y me sienta en el lavabo. En ese momento escuchamos que llaman a la puerta y oímos la voz de mi madre.

-Mierda -digo. Nos separamos y le miro- Voy a entretener a mi madre un poco. -él asiente con una sonrisa y salgo del baño para abrirle la puerta.

Al abrirla mi madre me mira y luego la ropa. Con una sonrisa niega y entra en la habitación.

-Quiero hablar con los dos -dice y yo miro la puerta del baño.

-Alberto está en el baño. Acaba de salir de entrenar -digo y mi madre asiente- ¿Sobre qué?

-Me gustaría decirlo a los dos a la vez cariño.

En ese momento sale Alberto cambiado de ropa y con el pelo mojado. Me mira con los ojos muy oscuros y sonriente.

-Hola Alicia. -dice.

-Hola Alberto. Bueno os voy a decir eso que tengo que deciros. -nos mira a ambos y luego continua- He hablado con mi marido y bueno, hemos llegado a una conclusión con vuestro compromiso.

Cuando dice eso ambos nos miramos y luego a ella. Me acerco a él un poco y me agarra la mano para relajarme.

-Os podéis casar -sonrío y salto sobre ella para darle un abrazo- Tendréis que dar clase los dos para aprender a ser reyes por separado.

Cuando la suelto Alberto me abraza. Sin duda era uno de los mejores momentos para mí.

-Tenemos las fechas para todo. -ambos la miramos- Tu cumpleaños es dentro de tres semanas, Al día siguiente será vuestro matrimonio y después el día siguiente la coronación.

-¿Ya está? -pregunto y ella asiente.

-Empezaréis las clases mañana por la mañana, Alberto con papá y yo contigo. Alberto -le mira - Ya no eres el guardaespaldas de ella y no tengas miedo por el jefe. Lo hemos despedido y ahora todos están controlados por el rey que dentro de poco serás tú.

Él sonríe y me mira. En su mirada puedo ver lo alegre que está y hace que me contagie.

-Enhorabuena. Disfrutad de vuestro último día libre.

Se marcha y nos deja solos dentro. Era definitivo nos podíamos casar.

Yo ¿una princesa? y tú ¿mi guardaespaldas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora