Capítulo Cuatro

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Mi primera clase con los tutores sería hoy.

       Después de clases me despedí de los chicos y me dirigí a casa. Todo seguía igual, CD’s desordenados sobre la mesa y platos sucios. No podía recibir a quien fuera mi tutor así. Me apresuré en ordenar y dejar todo en orden. Y a las cinco y quince el timbre sonó.

       Tomé la hoja en donde tenía escrito los nombres de los tutores, los horarios y que materia hacía cada uno.

       Martes sería álgebra, la primera clase y sería la materia que más me desagrada.

       Abrí la puerta y me encontré con una gran sorpresa, mi tutor sería el capitán del equipo de fútbol, Adam Sloan.

       —Delilah Schneider, ¿cierto? —preguntó al verme al frente.

       Asentí y lo hice pasar, haciendo que se sentara en la mesa. Le llevé un vaso de jugo y me senté a su lado, mirándolo aún de manera sorprendida. Cuando iba en sexto grado sentía una atracción por él y ahora él estaba sentado al frente mío y con un cuaderno de álgebra, ¿quién podría imaginarlo?

       —Soy tutor de álgebra, pero es como un…

       —¿Secreto?

       —Algo así —ladeó su rostro y se encogió de hombros. —Para que veas que los deportistas si tenemos cerebro —comentó con una gracia en la voz y se aclaró la garganta antes de volver a hablarme. —Sé que estás atrasada seis meses así que repasarte a fondo no se podrá…lo que sí, es explicártelo y luego que hagamos ejercicios, porque no tendría sentido que te explique lo que estamos pasando en estos momentos si no sabes lo anterior, aplicamos lo anterior a todo lo nuevo.

       Y enseguida pude notar lo inteligente que era. Su manera de hablar me dejó impresionada, no creí que Adam fuera así, siempre me lo imaginé como un estúpido descerebrado 

       Me explicó todo lo que pudo en una hora, dejándome clara todas las dudas y hacía que de alguna forma las matemáticas sonaran más divertidas y fáciles.

       Le agradecí un montón de veces y aunque me costaba admitirlo no quería que se fuera, pero a las siete lo acompañé a la puerta y me despedí, volviendo a quedarme completamente sola en casa.

       Subí a mi habitación y me dejé caer sobre mi cama. Debía leerme un libro que el profesor de lenguas me asignó, pero ahora que estaba sola en casa las ganas de vivir habían vuelto a caer y las imágenes de Beau reaparecían en mi cabeza. Creí que ya no quedaban lágrimas en mi organismo pero sin darme cuenta las sentí caer por mis mejillas. Subí las mangas del chaleco y miré mis cicatrices y lloré más y más y más hasta volver a cortarme las muñecas reabriendo toda cicatriz.

       Y así me dormí. Sobre la cama hecha, con ropa y llorando.

       Me desperté con los rayos de sol, miré la hora en el reloj de la cómoda: Estaba atrasada. Pero no me importaba.

       Caminé hasta el baño y por primera vez en meses me miré detalladamente en el espejo.

       Estaba hecha un desastre, llevaba meses siendo un desastre viviente pero hoy me sentía peor que nunca.

       Me di una corta ducha y después de elegir algo más decente de mi armario volví al baño, observé mis feas y marcadas ojeras y busqué el maquillaje que tenía guardado.

      

       Caminé a paso rápido a la escuela, ya iba atrasada para mi primera clase, así que tendría que esperar para la segunda. Me sentía distinta, me había vuelto a maquillar, mis ojos llevaban rimel y un delineado fino, mis labios un lipstick rosa claro y mi cabello por fin iba peinado, a un lado por mi hombro en una trenza francesa.

En la Oscuridad y la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora