Capítulo Treinta y Dos

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Nunca pensé que vería el lado B de Ellen, el lado que tenía bastante oculto. La chica era una maniática por la moda, ¿cómo era que ni siquiera hablaba sobre eso? Bien, creo que todos tienen sus pequeños secretos.

       —Todo esto es demasiado lindo —comenté mirando los miles de vestido que colgaban entre los prendedores.

       Ellen rió mirándome como si fuera una pequeña novata, y bueno…en realidad lo era.

       —Ok… será tu primer baile —dijo paseándose frente a mí. —Tienes que destacar y tiene que ser una noche que jamás vayas a olvidar.

       La escuché atentamente y asentí algo indecisa. ¿Por qué le ponían tanto color a un baile? Era una noche como cualquiera en la que el gimnasio de la escuela pasaba de ser un lugar para ejercitarse a un lugar para bailar.

       —Y el vestido es lo que hace la noche ­—comentó Ellen guiñando un ojo. —Entonces… comencemos.

       Me observó una vez más, casi como si nunca me hubiese visto y me sentí nerviosa, me sentí en un observatorio y detestaba que me miraran.

       —¿Puedo preguntar qué es lo que haces? —dije demostrando lo incómoda que me sentía.

       —No cualquier color va contigo, estaba pensando cuál será el indicado.

       Oh dios, esta mujer era peor que mi madre…

       Eran solo vestidos. Por mí iría con cualquier cosa con tal de no llegar desnuda al lugar.

       —¿Qué tal uno verde?

       Los ojos de Ellen se abrieron como dos grandes platos, y no, no estoy exagerando.

       —¿Verde? ¿Estás bromeando? —llevó su mano a su frente y negó suavemente. Sí, yo era un caso perdido. —Estas son mis opciones… —se aclaró la garganta y me dedicó una sonrisa. —Azul, violeta y rojo.

       Rojo. No, jamás. Cada vez que veía un vestido rojo me acordaba a la ex novia de Logan. No. No.

       —Y mi preferencia se tira al rojo —volvió a guiñar el ojo. —Te lo digo… adoro como a las rubias les queda el color rojo.

       Y enseguida arrugué mi nariz.

       —No sé si me sentiría cómoda… —me mordí el labio inferior.

       Logan jamás mencionó que ir en busca de un vestido con Ellen iba a ser así. Lo mataría.

       —Ay, Delilah —se quejó y se alejó para acercarse al perchero de donde colgaban los largos y cortos vestidos.

       Sus dedos pasaban de un gancho a otro de forma tan rápida que se me hacía imposible creer que en esos segundos podía ver el vestido por completo. Me rendí y dejé que ella hiciera lo que “mejor sabía hacer” y después de unos cinco minutos en los que pase viendo accesorios de gala escuché un chillido por parte de mi querida y algo maniática amiga.

       —¡¿Pero qué es lo que pasó?! —exclamé algo sobresaltada.

       —He encontrado el vestido perfecto para ti y tu cuerpo.

       Una vez más puse mis ojos en blanco.

       Ellen volvió a sonreír y reveló el vestido que escondía tras ella. Era un vestido color rojo intenso de diseño largo, bordado desde la parte de frente con escote de un solo hombro que se desprende del lado izquierdo y es un modelo ceñido al cuerpo. Tenía que admitir que era hermoso, realmente hermoso, bordeando lo perfecto pero se me hacía imposible verme a mí dentro de eso.

       —¿Y? —dijo Ellen moviendo el vestido. —¿Qué te parece?

       Me acerqué lentamente hasta Ellen. Era como si de alguna forma el vestido me intimidara, y se me hacía gracioso pensar que aquello podría ser lo que estaba pasando. Pasé mi mano derecha por el vestido y sentí la suave tela entre mis dedos.

       —¿Vas a decir algo? —preguntó Ellen mirándome con una corta carcajada.

       —No me veo usando esto.

       Ellen suspiró de manera pesada y me llevó hasta el probador.

       —No me importa si no te ves usándolo, al menos quiero verte con eso hoy —me pasó el vestido y se quedó afuera. Podía imaginármela sentada con los brazos cruzados.

       Suspiré al mismo tiempo que tragaba saliva. Me miré una vez más en el espejo y luego miré el vestido que colgaba a mi lado. Era demasiado para mí, yo era muy poca cosa para usar tal belleza.

       —¿Ya? —preguntó Ellen y yo reí.

       —Calma.

       Bien, ya había aceptado lo del baile, ¿qué más daba aceptar otra cosa que iba en contra de mis principios? Nada, al menos podía probármelo.

       Y eso hice. Torpemente me quité la ropa y me acomodé el vestido. Batallé con la cremallera y terminé rindiéndome.

       —Ellen, entra y súbeme la maldita cremallera —reí y mi amiga entró para hacer lo que recién le había pedido.

       Y vaya…

       ¿Qué era lo que mis ojos veían reflejarse en ese espejo? Esa personita de ahí no era yo, era una versión de Delilah en un cuento de hadas como Cenicienta o alguno de esos clásicos de Disney.

       —¿E-esa soy yo?

       —Te lo dije —murmuró Ellen con una amplia sonrisa pegada en el rostro. —Delilah, en serio… Estás realmente hermosa —me observó una vez más y aplaudió. —El rojo sí que es tu color.

       —Eres realmente buena en esto.

       —Lo sé —sonrió orgullosa y me dejó sola en el probador. —Llevarás ese sí o sí, ¿me escuchaste? Nada de reclamos —dijo una vez fuera.

       Reí ante lo que decía y asentí, claro, como si fuera a verme.

       Me quedé mirando a esa chica frente a mis ojos, ese reflejo que se me hacía imposible pensar que era mío. Me sentía bien, me sentía realmente de maravillas y no podía creer que me sentía de esta forma estando en este increíble vestido. Quizás sí había sido buena idea esto de aceptar ir al baile.

       Y aunque pensé que el vestido sería todo, me equivoqué. Después de la gran odisea que fue comprar el vestido se  vinieron otras dos.

¿Quién iba a pensar que elegir los accesorios y zapatos iba a ser un trabajo tan difícil? De todas formas estaba agradecida de Ellen y su obsesión por la moda.

En la Oscuridad y la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora