La mansión de los Bennet se encontraba justo en medio de un pequeño pueblo y las afueras de la ciudad de Londres. El pueblo, que apenas aparecía en los mapas muggles por su alta presencia de magos y brujas, contaba con un café al que Megan Bennet gustaba frecuentar. Siempre hacía lo mismo: se pedía un café al que echaba dos -y algunas otras veces hasta tres- sobrecitos de azúcar, luego se sentaba en la mesa más alejada y sacaba un libro que leía durante unas cuantas de horas.
El local pertenecía a los Parker, una pareja de muggles que llevaban viviendo en el pueblo mucho antes de que los magos lo invadieran para construir sus residencias. Eran de los pocos muggles que quedaban en el pueblo. Los magos se habían encargado de echar al resto paulatinamente. Los miembros de la comunidad mágica amantes del café muggle les gustaba demasiado aquel lugar como para echar también a los Parker.
Sin embargo, a su abuelo no le agradaba la idea de que frecuentara el sitio. Aunque no podía evitar que fuera uno de los lugares preferidos de Megan desde que tuvo posibilidad de salir y entrar a su antojo de la mansión Bennet. Sus hermanos no sabían que pasaba allí la mayor parte del verano y podía estar sola sin que nadie le molestara.
El libro que Megan había escogido aquel verano no se parecía en nada a los que había leído otras veces. Tras su aventura en la Sección Prohibida por el encargo del profesor Blake, Megan había reunido el valor suficiente para volver a entrar y coger prestado un libro que llevaba mucho tiempo buscando: Secretos de las Artes más Oscuras, por Owle Bullock.
Teóricamente era un libro que estaba prohibido sacar de la Biblioteca a no ser que tuvieras un permiso especial. Megan había intentado tantas veces convencer a sus profesores, que había perdido toda esperanza de que alguna vez se lo fueran a dar. No le había quedado otra que saltarse las norma para conseguirlo.
Cuando era pequeña y durante gran parte de su vida, Megan había querido ser auror, al igual que su abuelo y sus padres, tan famosos y reconocidos por gran parte del mundo mágico. Sin embargo, con el paso de los años, Megan había empezado a desarrollar cierta repugnancia a todo lo que pudiera estar relacionado con aquella profesión. Sus padres se tuvieron que ir a América para formar parte de la guardia personal del Presidente de MACUSA y su abuelo se había transformado en un hombre que solo vivía por y para el Ministerio en Londres. Solo estaban pendientes de su familia cuando no les quedaba otra.
Megan había acabado rechazando todo lo que tuviera que ver con ser auror o cualquier cosa relacionada con el Ministerio, aunque su interés por las Artes Oscuras no menguó. Sabía que era peligroso, y que la mayoría de los magos que habían sentido esta atracción habían acabado pasándose al bando tenebroso. Megan sabía que eso no pasaría con ella.
Era cierto que la chica tenía carácter, no era demasiado afectiva y a veces se comportaba de forma un tanto egoísta, pero Megan no era mala. Tenía sentido de la justicia, y aunque a veces le costaba, sabía reconocer cuando sus ambiciones se estaban sobrepasando.
A diferencia de muchos magos y brujas, Megan no sentía miedo por las Artes Oscuras, sino una tremenda curiosidad. Siempre le había gustado lo arriesgado y desconocido. Por eso, ya que no sería auror, decidió que cuando acabara Hogwarts comenzaría a prepararse para obtener la licenciatura en Estudios de la Magia Oscura.
No era una carrera alcanzable para muchos, y muy poca gente la estudiaba debido a lo mal vista que estaba. Además, no dejaban entrar a cualquiera. Tenías que superar una prueba en la que un instructor pasaba varias semanas observando y retando al aspirante para ver si era un mago o bruja justo. Por supuesto, repasaban todo el historial académico y la casa a la que habías pertenecido.
La casa de Hogwarts.
Eso era un auténtico problema para Megan, ya que los instructores solían mostrarse más recelosos con los aspirantes que hubieran pertenecido a la casa de Slytherin, ya que, a lo largo de la historia, ha sido la casa que más magos tenebrosos ha acogido. Si habías pertenecido a Gryffindor, la prueba de acceso duraba dos o tres días, y si eras Hufflepuff, apenas unas horas (aunque Megan no era capaz de imaginarse a nadie de Hufflepuff al que le pudieran interesar tanto las Artes Oscuras ).
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Historias de Hogwarts II: el Volumen
FanfictionEl profesor Jake Blake de Alquimia ha desaparecido y Alice, Adela y Megan continúan investigando más acerca del Proyecto Décima y la mujer de pelo rojo, que ahora sabemos que se llama Fabianne Aglier. La Décima se unirá como nunca antes lo había he...