37. El secreto de Turner

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El Bosque Prohibido era inmenso solo con verlo desde fuera. Adela Long se sentó en el banco que los Reeves habían montado cerca del huerto tiempo atrás, pensando en los problemas que se le echaban encima, mientras derramaba alguna que otra lágrima. Todavía recordaba la primera vez que entró en el Bosque Prohibido, un año atrás, cuando Blake le encargó aquella misión en la que sin querer descubrió todo aquel lío de Fabianne Aglier. Se lamentó aún más por ello.

Alice no mejoraba y no podía soportar el ver a su amiga tan mal. No solo era su amiga la que estaba sufriendo, sus padres habían dejado el mundo muggle y dormían en unos aposentos especiales que la profesora McGonagall les había proporcionado. También estaba Will, él no lo merecía, y sin embargo...Todo era demasiado doloroso.

La tonta de Bennet no había salido de la sala común de Slytherin desde entonces, y Sam, la única que la veía en ocasiones, no quería contar nada al respecto. Solo ponía sus esperanzas en la señora Cole, en la madre sanadora de Marshall y los profesores que buscaban la cura contra lo que tuviera Alice. Aunque ya había acordado que se la llevarían al Hospital San Mungo aquella misma semana...

-Hola. – saludó Lucas, sacándola de sus pensamientos. - ¿Qué haces?

-Nada, nada. Solo pensaba. -Se levantó, y antes de girarse se secó sus pequeñas lágrimas. No le gustaba sentirse vulnerable frente a nadie. - ¿Cómo va la cosa ahí dentro?

-Aún no sabemos, pero la madre de Marsh dice que...-se paró a mirar a su amiga con detenimiento. - ¿Estás llorando?

- ¿Qué? Yo nunca lloro.

-No es eso lo que dicen por ahí...

-Pues quien te lo haya dicho es tonto; seguro que es esa Megan, la muy idiota no sale de su habitación, ni siquiera se acercó a ver a Alice en la enfermería; cuando la coja... aunque me tenga que meter en la sala común de Slythe...-las palabras le salían muy atropelladamente, pero Lucas fue rápido y la besó.

A veces le sacaba de quicio, con sus gritos innecesarios o sus bofetadas repentinas... pero en realidad le divertía su comportamiento. Nunca se había planteado algo así con Adela, pero su confesión repentina le hizo mucho que pensar. En el fondo también sentía algo por la chica.

¡PLOFF!

- ¡¿QUÉ HACES?! ¿TE HAS VUELTO LOCO DE REPENTE? -Adela acababa de darle la bofetada más grande nunca recibida. – ¿EN ESTOS MOMENTOS? ¡CUANDO TODOS ESTAMOS TAN AFECTADOS! ¿CÓMO SE TE OCURRE?

Este se quedó sorprendido al principio, pero al final sonrió. Entonces fue Adela la que lo besó.

***

En Hogwarts ya no había nadie. McGonagall había suspendido las clases temporalmente a la espera de una investigación sobre todo lo que estaba pasado. Había rumores de que medio Ministerio de Magia se había trasladado al Colegio, creándose un consejo específico para tratar el asunto. Los únicos alumnos que todavía quedaban en Hogwarts eran los que habían formado parte de la Décima, y según McGonagall, en cuanto hubieran aclarado un par de cosas antes de los juicios que se celebrarían, se marcharían con el resto de los alumnos.

Lilith, el pequeño gato blanco, era el único ser viviente que acompañaba a Megan.

La chica estaba helada. Quizás porque estaba en las Mazmorras de Slytherin, rodeada de agua por todas partes, o porque estuviera enfermando. A lo mejor eran las dos cosas a la vez ya que llevaba dos días sin probar bocado. Únicamente se movía para ir de la sala común a los dormitorios y viceversa. No había visto a nadie más que fuera Ian o Sam, pero sus amigos hacía tiempo que no se pasaban por allí.

Historias de Hogwarts II: el VolumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora