4. La casa muggle

27 8 2
                                    

Querida Megan:

Recibí tu cuervo, pero cuando quise reenviar la respuesta no me dejó que le atara el mensaje a la pata y se fue volando antes de que pudiera detenerlo. Por eso te escribo utilizando esta lechuza. Espero que tu cuervo no se haya perdido por mi culpa.

Megan sonrió mientras acariciaba a un pájaro negro que descansaba apoyado en el posadero de madera oscura. El cuervo de su abuelo no llevaba mensajes de nadie que no fuera de la familia, se escapaba antes de que alguien intentara usarlo como un ave cualquiera. A su lado, la lechuza gris de Alice miraba recelosa al cuervo.

Siguió leyendo la carta.

Si es cierto que vas a venir por vía flu, será mejor que no utilices la dirección de mi casa, ya que mi chimenea funciona con electricidad, o para que lo entiendas, está tapada y no se enciende con fuego.

¿Qué significaría "electricidad"?

Por eso, es mejor que en vez del número 7, te dirijas al número 9. Allí vive mi vecina, la señora Prince que también es bruja. Es una mujer muy simpática, aunque de todas formas no tendrás que preocuparte, Adela y yo estaremos esperándote allí.

Por lo demás todo está bien, te esperamos a las cinco en punto.

Un saludo. Alice Adams.

Abrió la ventana, dejando que el cuervo saliera a dar un paseo y que la lechuza pudiera volver a casa.

Sus hermanos estaban en el jardín: Peter leyendo bajo la sombra de uno de los manzanos y John, a su lado, lanzaba piedras a las manzanas, intentando tirar alguna que otra. John aburrido era de lo más insoportable. El abuelo estaría en su estudio o quizás en el Ministerio. Era difícil saberlo, ya que en su estudio había otra chimenea que se conectaba directamente con su despacho en el Ministerio.

Megan miró el reloj que colgaba sobre la chimenea del salón. Menos cinco. Casi la hora.

Se había puesto una capa gris y sucia, que era la que solía utilizar cuando viajaba con los polvos flu. Luego se acercó a la chimenea y buscó la bolsita gris donde se guardaban los polvos. Estaba sobre la repisa, justo debajo del reloj. Se colocó la capa sobre el pelo y acto seguido se metió en la chimenea mientras recordaba las indicaciones de Alice.

Con un puñado de polvos flu en la mano exclamó:

- ¡Al número 9 de la avenida Geranio en Little Whinging!

Tiró el polvo a sus pies y en seguida unas llamas verdes la atraparon en un remolino asfixiante. El sofoco solo duró un par de segundos. Con otra llamarada verde, apareció en una chimenea diferente. Megan sintió en seguida que sus pies volvían a tocar suelo firme.

El sol entraba por la ventana, que tenía las cortinas descorridas y Megan tuvo que esperar a que sus ojos se adaptaran a la iluminación de la habitación, que no tenía nada que ver con el salón de madera oscura de los Bennet. Las paredes eran blancas y de ellas colgaban retratos de los que Megan supuso que serían los dueños de la casa. Megan se acercó y pudo comprobar que las personas de las fotos no se movían, estaban quietas, como si se hubieran congelado en el tiempo.

En el centro de la sala había un sofá pequeño que estaba orientado de espaldas a la ventana, dejando un espacio para el paso entre ambas. Parecía estar enfrentado a un cuadro, mucho más grande que los otros. Pero este no tenía pintando ningún paisaje o retrato. Estaba vacío, mostrando un fondo negro.

Megan se quitó la capa sucia y la colocó en la repisa de la chimenea, esperando no manchar aquella casa tan limpia con los restos de cenizas.

Con curiosidad se acercó al cuadro negro, creyendo haber visto una luz. Cuando lo tuvo en frente se dio cuenta de que sí que había una luz, pequeña y roja, justo en medio del marco inferior del cuadro. Extrañada, se fijó mejor en el lienzo del cuadro, pero aquello no parecía un lienzo...

Historias de Hogwarts II: el VolumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora