Historias de Hogwarts II: el Volumen

15. Habitación veintisiete

Las Tres Escobas era una posada y taberna en el pueblo mágico de Hogsmeade. Cuando Adela, Megan y Alice entraron en el local, lo encontraron fresco y lleno de gente. Aunque había un poco de humo, el sitio estaba limpio y era muy acogedor. Detrás de la barra había un espejo alargado en el que se reflejaba el ambiente. Algunos clientes estaban sentados ya en las mesas comedor, esperando a que le sirvieran la cena.

"Si todavía es muy temprano" – pensó Adela echando un vistazo a una bruja a la que le acaban de servir un par de bollo de bath. Densos, dulces y ricos, eran bollos rellenos de pasas y piel de fruta. Estaban recubiertos de azúcar y la verdad es que tenían muy buena pinta.

- ¡Dios mío! – exclamó Alice. Agarró a las dos chicas por la camiseta, obligándolas a sentarse de espaldas en una mesa apartada. – Son las profesoras Alistair y Arundell. – advirtió horrorizada señalando el espejo.

Su amiga tenía razón: las profesoras de Transformaciones y Pociones se encontraban sentadas en la barra, charlando con un hombre menudo y rellenito. Tenía el pelo pajizo, decorado con algunas mechas canosas. Adela lo reconoció en seguida.

- ¡Pero si es Despek Reeves! – exclamó. – El guardabosques simpático. Ya sabeís, el otro que es más alto, serio y aburrido, se llama Rouba.

- No malgasto espacio en mi mente para aprenderme los nombres de pila de los guardabosques. – le dijo Megan secamente.

Decidió ignorar su comentario.

- ¡Mirad como le miran las profesoras! Pero si están coladitas por él. – rio por lo bajo. Entonces Megan sí que se interesó y se atrevió a girar la cabeza como Adela.

- ¡Por favor! – pidió Alice con la voz ahogada. Parecía estar al borde de un ataque de nervios. – Dejad de mirar o nos descubrirán.

- Lo dudo mucho, - Megan había hecho caso a Alice, pero Adela seguía mirando. – Arundell lleva por lo menos dos vasos de Whiskey de Fuego. Me han dicho que esa bebida sube muy pronto.

Alice se acordó de Keylie y palideció.

Megan dio un tirón de Adela para que se pusiera derecha. A la chica no le gustó nada el gesto y se soltó bruscamente.

- Alice tiene razón. – le dijo Megan. – Nos pueden descubrir. Además, no hemos venido a cotillear sobre la vida amorosa de nuestras profesoras.

- ¿Y qué hacemos entonces? – preguntó mirando recelosamente a la chica de Slytherin. – Podemos preguntarle a la mesera para saber en qué habitación se aloja, pero para eso tendríamos que acercarnos a la barra.

Megan comenzó a mirar por la ventana intentando pensar un plan. Las luces de la calle ya se habían encendido, en poco tiempo anochecería.

- No puede estar pasando. – dijo de pronto sin quitar los ojos del cristal. – Esto es tener muy mala suerte.

La puerta de las Tres Escobas volvió a abrirse y Megan, como movida por un resorte, se metió bajo la mesa. Alice se espantó pensando que sería otro profesor, con lo que se tapó la cara con las manos. Fue Adela la que tuvo que mirar para comprobar que era lo que pasaba.

Acababa de entrar un hombre fornido, vestido entero de negro. Llevaba el pelo muy corto, tenía el rostro cuadrado y los ojos grises. Pasó junto a la mesa de las chicas sin detenerse a mirarlas.

- ¿Acaso te asustan los tíos buenos? – preguntó Adela bajando la mirada. Megan se había agazapado justo en el centro de la mesa. Soltó una especie de insulto tras las palabras de Adela, pero la chica no la escuchó porque se empezó a reír de su propio chiste. – Ahora en serio, ¿quién es?