13. El triángulo

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El primer sábado del curso amaneció claro y despejado. Ni una nube se atrevía a irrumpir en un cielo tan azul como el que se coloreaba sobre Hogwarts. Alice, como solía hacer desde que entró en el Colegio, se dirigió a su árbol preferido, uno grande que se encontraba entre la cabaña de los Reeves y el Lago Negro. Era un sitio apartado y fresco, uno de los mejores sitios en todo Hogwarts. Durante el curso anterior fue allí donde apareció Key dándole la estupenda noticia de que no entraba en la escuela francesa, y por tanto pasaría un año más junto a ella.

Había salido sin la capa, no era necesaria pues el verano todavía no se había terminado.

Se tumbó bocarriba sobre la sombra del árbol, cerró los ojos y respiró hondo, abandonándose en un plácido sueño... que no duró demasiado.

- Hola. – dijo una voz familiar. El corazón de Alice se aceleró y al incorporarse notó como el color se le extendía por las mejillas. – Espero no haberte despertado. – Alice se incorporó.

Will llevaba la camisa del uniforme arremangada, con el cuello torcido y la corbata a medio hacer. Por no mencionar su revuelto pelo dorado que él mismo se despeinaba intencionadamente. Cuando sonreía, Alice sentía electricidad por todo el cuerpo, y cuando clavaba los brillantes ojos verdes sobre sus tímidos ojos del color oliváceo... Todavía no había encontrado una forma para describir lo que sentía cuando eso ocurría.

- No te preocupes, - dijo avergonzada, temerosa de que pudiera leerle el pensamiento solo con mirar su rostro encendido. – solo trataba de... ya sabes, relajarme.

Will la miró de lado con el ceño ligeramente fruncido.

- Bueno... en ese caso, creo que será mejor que me vaya...

- ¡No! – exclamó Alice. Ante la mirada de sorpresa del chico, bajó la cabeza y rodeó las rodillas con sus manos. – Puedes... puedes tumbarte al lado mía. Sólo si quieres.

Alice miró de refilón como se sentaba junto a ella. Olía a tierra mojada y azahar. El pulso se le aceleró aún más (si es que se podía). No se atrevía a mirarlo a la cara, estaba demasiado cerca de ella y eso la ponía levemente nerviosa.

- En días como hoy me encantaría saber dibujar. – comentó Will mientras se tumbaba sobre el césped. Colocó la cabeza sobre las palmas de sus manos abiertas. – Hogwarts está precioso.

No se lo podía negar. Los extensos terrenos del Castillo se veían más verdes y claros bajo los cálidos rayos de sol. Las camas de flores se agitaban con la suave brisa veraniega, muy cerca de donde se encontraban los dos chicos. El lago, amplio y tranquilo, totalmente liso, era un espejo del claro cielo. Algunas lechuzas llegaban a la lechucería en aquel momento; y si fijaba la vista, a lo lejos, los aros de portería del campo de quidditch parecían de oro.

Alice se atrevió a mirarlo, pensó que el chico estaría concentrado mirando el maravilloso paisaje; sin embargo, Will la miraba muy intensamente, directamente y sin discreción.

- Me encanta tu pelo. – dijo alzando su mano para tocar uno de los rizos de Alice. Se había levantado un poco, apoyando el peso de su cuerpo sobre uno de sus codos – Desordenado y salvaje.

- Es muy difícil peinarlo. A veces no sé cómo colocármelo...

- Está perfecto así. – Will dejó de juguetear con el rizo de Alice y se acercó a ella, lentamente. Su olor se hizo más intenso, incluso pudo ver una pequeña mota marrón en su ojo izquierdo. Alice se tensó, quiso decir algo, pero no pudo articular palabra. En lugar de eso se inclinó hacia él, pero torciendo el rostro antes de que se encontrara con el de Will. Apoyó la cabeza contra su hombro y con brazos temblorosos lo abrazó.

Historias de Hogwarts II: el VolumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora