26. Carreras de hojas

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"¿No será...? Puede serlo, sí, pero... ¿cómo llegó hasta mi habitación?"

Megan no había dejado de pensar en el enorme libro de letras plateadas que había encontrado sobre su cama desde que la profesora Aglier se había puesto tan alterada ¿qué había en la balda invisible?

"El libro..."

Había sido lo último que había dicho antes de maldecir y desaparecer del despacho.

Megan conocía muy bien el truco de la balda invisible, ella lo había usado -y seguía usando- en numerosas ocasiones. Era muy socorrido cuando querías ocultar la existencia de algo secreto.

¿Pero cómo se le había podido ocurrir dejar un libro tan importante en un despacho que tenía de cara al público? El truco de la balda invisible estaba bien, pero si se usaba en un sitio más discreto aumentaba su eficacia.

De todas formas... ¿tan importante era el libro?

Debía de serlo, sino... ¿qué sentido tendría el haberse puesto así? Megan estaba segura de que hubiera sido capaz de agredirla por la forma en la que la había amenazado cuando había creído que ella tenía el libro. Sin olvidar que minutos antes había sido la profesora más feliz de toda Hogwarts tras lo ocurrido con Mina. Ese cambio de humor era muy sospechoso.

El hecho es que tenía la intuición de que el libro de letras plateadas era lo que su profesora de Alquimia tan ansiosamente buscaba. Por ello la única prioridad de Megan en aquellos momentos era encontrarlo y ver de qué iba todo aquel asunto.

- ¿A dónde vas? Ahora tenemos Defensa Contra las Artes Oscuras. - le preguntó Ian. - No me digas que te la vas a saltar porque si es así yo voy contigo. Tiene que ser muy importante eso que vas a hacer para perderte tu asignatura favorita.

Sam se había parado también intrigada por lo que su amiga se traía entre manos.

- Id vosotros, yo llegaré luego. - dijo para quitárselos de encima.

Cruzó la sala común de Slytherin rápidamente y en seguida llegó a su habitación. Una vez junto a su cama se puso de rodillas y miró debajo de esta.

- ¡Aquí estás! - dijo empujando el pesado libro. Estaba tal y como lo había dejado, por lo que dedujo que nadie se había dado cuenta de que estaba ahí.

Se sentó en su cama y lo abrió por la primera página:

"A mis amigos, que espero que me perdonen alguna vez por haber escrito este libro."

Aquella dedicatoria llamó la atención de Megan lo suficiente como para que iniciara la lectura al momento.

No era un libro de Alquimia, ni de ninguna otra asignatura. Tampoco era un libro de Historia, aunque en su título incluyera esa palabra. Pero si era un libro que hablaba de Hogwarts, y no de cualquier manera, sino desde las diferentes perspectivas de sus fundadores. A saber, Godric Gryffindor, Salazar Slytherin, Rowena Ravenclaw y Helga Hufflepuff. El libro no contaba las típicas historias que todos conocían sobre los fundadores, ni tampoco se mencionaba a los famosos tópicos por los que se los clasificaba. Lo que se contaba en él era muy diferente a lo que Megan creía saber de los fundadores. Era como si el que hubiera escrito aquel libro los conociera perfectamente.

Tras la lectura, las leyendas e historias fantásticas de los cuatro fundadores cobraban un sentido realista, no mitificado como el que siempre le habían dado. Estaba narrado de una forma tan creíble y realista que Megan creyó tener en sus manos una auténtica reliquia histórica. Aquel libro cambiaría el concepto que se tenía de los fundadores y sus casas. Era un libro perfecto para... dar validez a los planteamientos que ofrecía la ideología de la Resistencia.

Historias de Hogwarts II: el VolumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora