Capitulo 17: Encanto femenino

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Abrió los ojos, y se asustó de que la primera cosa que sus bellos ojos vieran al despertar fuera el trasero de Jessica a centímetros de su agraciado rostro, que se levantó de un salto, pero volvió a caer pues tropezó con la cabeza de alguien y cayó, pero su mano cogió algo blandito, ¿tal vez una pequeña almohadita?

—¡Pervertida!—gritó Ana.

La estaba de una manera nada amigable y estaba siendo realmente injusta al llamarla pervertida, ¡todo había sido un accidente! No es que ella fuera por la vida cogiendo pechos de mujeres, no señores, ella solo veía traseros, nada más.

Ah sí, por alguna extraña razón habían aparecido una sobre otra, ¿no se suponía que a estas alturas ya deberían estar siendo digeridas por las mascotas de Mister Kepler? ¿Como habían vuelto sanas y salvas a la habitación? ¿Estarían los chicos con vida? ¿Porque Pablito clavo el clavito en la calva de un calvito? ¿Luis Fonsi se dio por vencido? ¿Encontraron la cadenita de Carmen? Sí, la de Jesús del Nazareno, esa... ¿no, nadie? Bueno...

Como les decía, ellas estaban allí y no sabían cómo habían llegado, pero igual no es que quisieran indagar mucho del tema. Estaban vivas y eso era lo único que les importaba.

—Ni una palabra de esto a nadie, ¿entendieron?—les dijo Marcela mirándolas a todas con seriedad.

—No te preocupes, no quiero que me lleven al manicomio.—contestó Rachelle, caminando directo a su cama.

—Fue todo tan real, me niego a creer que fue un sueño.—murmuró Kassandra con admiración, lanzándose en la cama de Carolina.

—Nadie ha dicho que fuera un sueño, cerebrito, solo no queremos que nos traten de dementes. Aparte de eso, ¿no tienes nadie más a quien joder?—preguntó Carolina, mirándola con una ceja levantada y casi perdiendo la paciencia.

Kassandra ignoro lo último.

—¿Porque nos tratarían de dementes?—quiso saber, mientras recostaba su cabeza en una de las almohadas para escuchar mejor a su amiga.

—¿Porque nos escapamos a medianoche, huimos de una pantera, corrimos a pedos a un niño muy feo, nos secuestraron y ustedes—Carolina señalo con un dedo a Kassandra y Rachelle, que no se enteraba de nada, con un dedo—fueron a salvarnos de las manos de un loco roba niños? Aunque no fueron de mucha ayuda en realidad...

Kassandra la miró con los ojos entrecerrados, nada feliz con el último comentario, ¿como se atrevía la enana a decir que no había sido de mucha ayuda? Había arriesgado el cuello para que su inexistente trasero estuviera a salvo, ¿y así le pagaba? Que no se sorprendiera si mañana despertara con una pitón enrollada en el cuello.

****

Era una suerte que la casa quedara alejada de las demás, de ese modo ya nadie podría quejarse de la tremenda bulla que habían armado, aunque, conociendo a la gente fiestera que vive alli, lo mas seguro era que terminaran uniéndose para bailar los últimos éxitos de Clavito y su Chela. Así son las cosas en Latinoamérica.

La familia de Rachelle si que se había tomado en serio el asunto de la despedida y el hecho de que no volverían a reunirse -y armar fiestas de ese calibre- en un tiempo. Por eso, habían sacado todos los discos de música que encontraron y consiguieron hacer un remix maldito.

No miento, pasaban de ''Una cerveza voy a tomar y así olvidar...'' a un ''biri biri bam bam...'' y luego iban a un ''en los años mil seiscientos...''.

La fiesta no parecía querer terminar pronto, digo, la gente estaba muy animada, eso prometía ser una amanecida.

—Agradezcan que les escondí los discos de Paquita la del Barrio.—dijo Rafael casi a gritos, para hacerse oír.

No le dijeron nada más, no, estaba más interesante el fallido intento de bailar salsa de Daniel. Esta bien que por tus venas corra la sangre de los mejores bailarines del mundo, pero no a todos se les da ese ritmo y prueba de eso eran los ataques epilépticos... digo, los movimientos bruscos de Danny.

Se habían divertido, nadie podía decir que no. Esa semana había sido épica y estaban un poco tristes de que se terminara, porque eso significaba que sus vacaciones no hacían más que acabarse. No es que no extrañaran el colegio -bueno, siendo honestos extrañaban a sus compañeros y hacerles bromas a sus profesores-, pero lo que menos querían era volver a las exposiciones, los exámenes y las tareas que consumían de a poco sus ganas de vivir.

Aún les quedaban dos semanas y algunos días más para prepararse, ese sería su último año, tendrían que aprovecharlo al máximo antes de que el tsunami de responsabilidades los ahogue lentamente.

Fue alrededor de las dos de la mañana que a Kassandra la empezó a tentar Morfeo, al principio quiso resistirse, pero hay cosas contra las que no puedes luchar. Subió a la habitación que compartía, vio a Carolina durmiendo y se resistió al impulso de rayarle la cara, estaba demasiado cansada.

Se fueron al día siguiente.

***

—Los veo mañana.—sonrió Kassandra, bajándose de la minivan.

—No, por favor, te soporte toda una semana, ¿me podrias dejar tranquila hasta el próximo año?—le suplico Carolina, casi arrodillándose.

Kassandra se limitó a enseñarle el dedo medio, pero para su mala suerte su madre la vio y, después de despedirse de los padres de Rachelle y los amigos de su hija, la llevó de la oreja hasta la casa mientras ellos se reían.

—Te veo hacer eso otra vez y te mocho la mano, ¿entendiste?—le advirtió Liliana, soltandola y alejándose de su hija.

—Me asegurare de que no me veas la próxima vez...—susurró Kassandra, agarrandose la oreja para comprobar que siguiera pegada al cráneo.

—¿Dijiste algo?—preguntó Liliana, girando la cabeza como la niña del exorcista.

Si chicos, antes de decir algo tienen que asegurarse de que su madre no esté cerca, ellas tienen un oído biónico y se enteran de todo.

—Qu-que qué hay de ce-cenar.—se apresuró a decir Kassandra, conteniendo la respiración.

—Comida.—contestó Liliana, alejándose.

Kassandra no se atrevió a tentar su suerte otra vez y subió casi corriendo las escaleras para llegar a su cuarto, donde estaría a salvo de la chancla de su madre, protegida por las cuatro paredes de su habitación. Estaba segura en su hábitat.

Se recostó en su cama, perfectamente tendida y sin ninguna arruga, hundiendo la cara en la almohada con la única intención de dormir, pero... recordó que pronto sería San Valentín y ella había mal acostumbrado a sus amigos a recibir un regalo de su parte. El problema era que su capital era escaso y la prostitución no era una opción... tendría que conseguir el dinero de otra manera.

—Papito lindo, papito bello.—Kassandra se lanzó a los brazos de Andrés, su padre, cuando bajó a cenar.—¿Ya le he dicho que lo quiero mucho?

—Plata no tengo.—dijo Andrés.

—¿Es que acaso ya no te puedo decir que te quiero y que eres el mejor papá del mundo?—le pregunto Kassandra, poniéndose una mano en el pecho y haciéndose la ofendida.—Pero bueno si, quería pedirte una pequeña colaboración para los pobres y necesitados...

Dicen que las hijas son la debilidad de todo padre y, puedo asegurarles, que la persona que lo dijo está en lo correcto.   

¡La culpa es de Kassandra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora