Capitulo 20: Monjas y payasos

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—¿Angie, en serio crees que soy problemática?—preguntó Kassandra a la chica que tenía al frente.

Liliana no era una mujer arriesgada, chicos. Ella sabía a la perfección lo bien que se le daba a su hija la cocina, y, por temor a volver y encontrar la casa en llamas, había contratado a Angie.

—No diría problemática… creo que la palabra correcta es inquieta...—dijo Angie, dudando.

—¿Y como se cura eso?—volvió a preguntar Kassandra, sin poder contener la emoción.

—¿Ya has intentado purgarte? Mi abuela decía que a veces los niños son inquietos porque tienen bichos en el estomago por comer mucho dulce.—contestó Angie, muy tranquila.

Kassandra la miró con los ojos como platos, se alejó lentamente de la otra chica y hizo una nota mental, para que recuerde mirar bien lo que iba a comer antes de llevárselo a la boca. En estos tiempos ya no se podía confiar en nadie.

***

Cruzó el gran portón negro de la escuela, con decisión y segura de sí misma.

Cuando lo hizo algunos se le quedaron mirando sonriendo, otros, los profesores que estaban reunidos alrededor de una mesa, para ser más exactos, se miraron entre sí y intercambiaron miradas de compasión mientras buscaban en sus maletines los horarios para asegurarse de no tener la clase de Kassandra. Apenas era el primer día y ya muchos profes se querían tirar del balcón de cabeza.

Pero ella estaba felíz de volver a ese lugar.

—¿Lle-llegué tarde?—preguntó una voz atrás de Kassandra.

Voz que ella reconocía a la perfección.

—Creo que no, por primera vez en tu vida eres puntual, Marcel.—respondió Kassandra, dándose y dedicando a mejor de sus sonrisas al chico que está detrás suyo.

Tenía la camisa salida, el cabello alborotado y la mochila colgando de un hombro. Se alegró al escuchar que había llegado a tiempo y se acomodó el pelo rebelde con una mano.

—¿Cómo me veo?—Marcel le preguntó a Kassandra, irguiéndose en toda su altura, que no era mucha a decir verdad.

—Fatal.

Kassandra estaba mintiendo, porque lo que Marcel tenía de demorón lo tenía de guapote. No era muy alto en realidad, delgado, con piernas bien trabajadas por todas las veces que sale disparado de su casa para llegar antes de que le cierren el portón, de tez blanca y ojos marrón claro, todo eso le quedaba perfecto.

Marcel le sonrió y la invitó a caminar, porque empezaban a ser el centro de atención.

No les iba a sorprender para nada que mañana todos corrieran con el chisme de que ellos son la nueva parejita del año.

No es que eso le molestase, lo encontraba divertido a decir verdad, pero después de todos los romances que le habían inventado el año pasado (Daniel, Rachelle, el profesor de banda, la hija del director, el sobrino de el auxiliar… por mencionar algunos), ya no necesitaba más de eso, aparte que Marcel tenía dueña y era una de sus amigas.

—¿Y a dónde vamos exactamente? ¿Tienes idea de dónde está nuestra aula?

—No, pero tenemos que encontrar…—Marcel se interrumpió al ver a Vania saliendo de la tienda con un chocolate en las manos.—¡Hey, Vania!

La aludida miró a todos lados, para divisar a quien la estaba llamando. Hasta que vio a sus dos compañeros haciéndose señas con las manos, se acercó con una enorme sonrisa dibujada en los labios.

¡La culpa es de Kassandra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora