Kassandra le tiró la mochila a Jessica, que la atrapó antes de que le diera en la cara. Iba a reclamarle por eso a su amiga, pero antes de que pudiera abrir la boca, Kassandra ya se había ido corriendo, siguiendo a Daniel.
Menudo regalo de cumpleaños le iban a dar si lo atrapaban.
Daniel sabía que corría un gran peligro si se dejaba atrapar por sus amigos, porque suponía que ellos hasta tierra le tirarían si era posible. Eso sin mencionar los correazos y golpes por cada año cumplido. Sí, qué feliz cumpleaños.
—¡Lo tengo!—gritó alegre Richard, cuando alcanzó a sujetar la mano de su amigo, que lo miraba con terror, como pidiendo auxilio y que no lo entregue.
—Por la amistad...—suplico Daniel, en un susurro apenas audible.
Nada, ni siquiera así consiguió que Richard sea su cómplice y lo ayude a escapar. Con amigos como esos, ¿para qué necesita uno enemigos?
—Feliz cumpleaños, Danny—dijo Kassandra, con una enorme sonrisa en el rostro, acercándose a su amigo con un huevo en la mano. Daniel no necesitaba ser un genio para saber lo que pasaría después.—No sabes cuanto me duele hacer esto.
Reventó el huevo con todas sus fuerzas en la cabeza de su mejor amigo, disfrutando cada segundo.
Tal vez Marzo no era el mejor momento para nacer, por obvias razones: tus amigos te esperaban afuera del colegio para darte sus nada agradables regalo de cumpleaños. Lo clásico: empezaban matandote las últimas neuronas funcionales a huevazos o lepes (aunque a veces los condenados no lo hacían con las palmas, si no con los puños, en ese momento se demostraba que tan bien le caías a los demás) y terminaban agarrandote a correazos, todos, sin excepción.
Todos los meses se veían ese tipo de escenas, todos sin excepción. Y es que, ya de por sí, era una tarea casi imposible escapar de más de veinte personas, ahora si le sumamos que corres cargando una pesada mochila... pues si, como que ya tenías tus golpes asegurados. Pero eso sí, mantén el cuerpo relajado, porque si lo tensas el dolor es mil veces peor.
—Mamááá... ¿Cómo es posible que alimentes a los que le hicieron esto a tu hijo, tu único hijo?—le preguntó Daniel a Nora, con gesto de dolido, mientras se secaba el cabello con la toalla.
—Danny, aún apestas...—murmuró Landra a su amigo, arrugando la nariz.
El chico no espero una segunda opinión y salió disparado hacia el baño, para ducharse por tercera vez en la noche. ¿Porque? Bueno, resulta que los huevos que le lanzaron estaban un poco pasados y emitían un olor algo fétido, si lo hicieron a proposito o no, es un misterio.
Veinte minutos y treinta pasadas de jabón después, Daniel al fin salió, oliendose el cuerpo y asegurándose de no apestar, como lo hacía hace solo unos momentos.
—Genial, ¡huelo demasiado bien! ¡Creo que me bañe para todo el año!—exclamó alegre el chico.
—No seas asqueroso...—dijo Rachelle—Con este calor, ¿como no vas a querer bañarte?
Sentada en uno de los muebles, Kassandra solo atino a llevarse el vaso de gaseosa a los labios, intentando disimular una sonrisa. Ella lo sabía todo sobre Daniel, eran amigos desde muy enanos, así que ella lo conocía demasiado bien y había sido testigo de todas las veces que, por mas sucio que el chico estaba, se negaba a bañarse.
La madre Daniel negó con la cabeza y salió de la sala, dejándola toda para Daniel y sus amigos.
—¿Y a qué horas llega la torta? Tengo hambre.—Jessica se recostó al lado de Richard, que revisaba su celular sin muchos ánimos.
ESTÁS LEYENDO
¡La culpa es de Kassandra!
Novela JuvenilOcho adolescentes enfrentan su último año de secundaria y están decididos a tener el mejor año de sus vidas, antes de que las millones de responsabilidades adultas les caigan encima. Liderados por Kassandra (una chica que no sabe cuándo cerrar la bo...