El lunes en la mañana, Carolina ni siquiera hizo el esfuerzo de levantarse de su cama. No hizo caso a las llamadas y mensajes que sus amigos le enviaban, no abrió la conversación de Camila en la que le pedía hablar ese mismo día. Nada. En ese momento ella solo quería ser invisible, desaparecer...
Estaba condenada a ver a Camila ese día, esa semana y lo que quedaba del año. La vería caminar por los pasillos de la escuela, comprar en la tienda, leer en clase, tal vez hasta le tocaría hacer grupo con ella... Pensar en eso no ayudaba en nada a hacerla sentir mejor, solo se sentía mas patetica de lo que ya.
La había cagado.
Sin embargo, no era el fin del mundo, ¿aún estaba viva, no? Claro, sus órganos aún funcionaban dentro suyo, eso significaba que seguía atada a ese mundo, condenandolo con su existencia.
No, ese no era el fin del mundo, solo era otro corazón roto (uniéndose a los millones que hay en el mundo), solo era otra decepción amorosa, ¿tenía sentido perder la voluntad de vivir por algo tan simple como eso? No, se estaba comportando como una imbécil.
—No me miren así, no me voy a morir—dijo Carolina mirando, con una sonrisa en el rostro, a sus amigos que la trataban como una enferma en su fase terminal.—¿O tengo algo en la cara?
Uso la pantalla de su celular como espejo, para comprobar que su rostro tenía la misma cara de culo de siempre. Sí, todo estaba bien, no había nada raro en ella.
—Oye, Caro, ¿me das un minuto? Quiero hablar contigo.
No era necesario que Carolina volviera la vista hacia atrás para saber quién era la que la estaba llamando, pues esa voz la conocía a la perfección. Hasta había soñado con ella.
En ese momento se dio cuenta que sí, la tenían idiota.
—Claro.
—Genial, ¿pero podemos hacerlo en otro lugar?
—No hay problema.
Mientras Carolina se alejaba con Camila siguiéndola muy de cerca, sus amigos se estaban preguntando si, después de todo, había sido una buena idea dejarla ir y no se darian cabezazos contra la pared luego o intentarían decidir cuál era el mejor color de vestido para asistir a un velorio.
—¿Y que te dijo?—preguntó Rachelle
—Te gusta el chisme, ¿no?—río Carolina—No les voy a decir nada, pero estamos bien, no somos nada en especial pero... sobreviviré.
Eso era todo lo que ellos necesitaban saber, asegurarse de que ella estaría bien desde ese día en adelante y que no se volvería emo, odiando a todo el mundo.
Debido a todo lo que había pasado en los últimos días, incluso Kassandra había desistido en molestarla, al parecer todos se habían puesto de acuerdo para, al menos hasta que termine su momento super corta venas, dejarla en paz. Pero, una vez que se aseguren que estaba bien, volverían con el mame.
Pero era extraño para todos los chicos ver a Carolina sonriendo, los días siguientes a ese se la paso riendo hasta de los chistes más... de Rachelle. Estaba alegre y los chicos no encontraban una razón, pero tampoco querían hacer muchas preguntas, ella estaba feliz y eso era suficiente para ellos. Tenían que disfrutar su nuevo estado de ánimo, antes de que volviera a ser la amargada de siempre.
Y Carolina había prometido no volver a tomar otra gota de alcohol en su vida y eso para sus amigos estaba bastante bien, porque ya no querían que su amiga vuelva a cagarlas de esa manera. Aunque claro, ellos no iban a seguir los pasos de su amiga. Tremendos borrachos que eran.
—Me invitaron a una fiesta.—le comentó Jessica a Rachelle.
Como las dos vivían muy cerca, siempre se iban juntas a casa ya que prácticamente eran vecinas. Ambas se conocían desde siempre, su relación era casi igual a la Daniel y Kassandra, pues las dos habían estudiado la primaria juntas, en el mismo colegio que ellos solo que en un aula diferente.
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¡La culpa es de Kassandra!
Novela JuvenilOcho adolescentes enfrentan su último año de secundaria y están decididos a tener el mejor año de sus vidas, antes de que las millones de responsabilidades adultas les caigan encima. Liderados por Kassandra (una chica que no sabe cuándo cerrar la bo...