Capitulo 1: ¿Para que mas son las amigas?

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 Capítulo 1

—Recuérdame porque sigo hablando contigo.

—Obvio, no puedes vivir sin mí.—contestó, con una sonrisa de autosuficiencia en los labios.

Carolina la miró con los ojos entrecerrados, debatiendo en cuál era la mejor opción: abofetearla o apuñalarla allí mismo.

—Tu ego es molesto.—dijo Carolina, respirando hondo para evitar hacer alguna estupidez y que la Sociedad Protectora de Animales le cayera encima.

Su amiga empezó a reír a carcajadas, cosa que hizo que Carolina pensara si estaba haciendo bien conteniéndose para no tirarle el vaso en la cara a Kassandra. Ganas no le faltaban.

Muchas personas no entendían esa amistad, ¿quién pensaría que alguien tan bromista sería amiga del aburrimiento en persona como lo era Carolina? A nadie se le pasaría por la cabeza. Y, aunque sea difícil de creer, la respuesta a esa pregunta es demasiado simple: Carolina es de las pocas personas en el mundo que pueden mantener a Kassandra con los pies en la tierra, evitando, muchas veces, que se rompa el cuello o le venda el alma al diablo; Kassandra, a su vez, es de esas poquísimas personas capaz de dibujar una sonrisa en el rostro de Carolina. La amistad perfecta.

—Bueno, tengo que irme.—dijo su amiga, levantándose del sofá.—Tengo una cita en media hora.

—¿Tú, una cita?—preguntó Carolina, mirando confundida a Kassandra.

—No todas nos pasamos la vida encerradas en un cuarto apestoso, el mismo que no limpias desde la primaria. —respondió Kassandra, sacándole la lengua.

Era más de lo que Carolina podía aguantar, no lo pensó, simplemente le lanzo una de sus sandalias a su amiga (habilidad adquirida gracias a su madre), pero Kassandra se movió rápido, cruzó de un salto el tramo que existía entre el sofá a la puerta, esquivando de esa manera la sandalia que su tan querida amiga le había lanzado.

—¡¡KASSANDRA!!

Salió de la casa de Carolina con una enorme sonrisa en el rostro, adoraba escuchar sus gritos, verla al borde de la histeria y con una vena sobresaliendo de su frente cada vez que se enfadaba. Su satisfacción se multiplicaba cuando ella era la causa, y ella siempre, siempre, ¡siempre! era la culpable de las pérdidas de paciencia de su pequeña amiga. Ella tenía un postgrado para hacer enfadar a Carolina. Aunque, hablando con la verdad, ella podía hacer enfadar a todo el mundo en cuestión de segundos, sin embargo seguían a su lado. ¿Como lo hacía? Brujería, magia negra, pacto con el diablo, nadie lo sabía.

Como tú te iama io no se...

Cogió su celular y, sin poder ocultar una sonrisa, contesto la llamada, ni siquiera se digno a ver el nombre de quien la solicitaba, eso era lo de menos.

—Ya voy, estúpida.—se limito a decir y segundos después cortó, sin dejar hablar a la persona que estaba del otro lado de la línea.

Camino muy alegre, recordando como Carolina había perdido la cordura y le había tirado la sandalia en la cara. Si se ponía a recordar ese hecho, sucedido hace apenas unos minutos atrás, a su mente venia el sonido de algo rompiéndose, tal vez un florero o algún otro adorno que la madre de su amiga amaba tener en la sala de su casa. Si de verdad Carolina había roto uno de esos cachivaches, no iba a salir ilesa y, por alguna extrañísima razón, eso alegraba a Kassandra.

Pero, como era de esperarse, su felicidad no duro mucho.

—Ya.

Aguanta, no la mates, aun hay salvación para su pobre alma...

¡La culpa es de Kassandra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora