Capitulo 40

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—Yo creo que eso no se va a quitar en un buen tiempo—comentó Daniela, con una sonrisa malvada en el rostro.—No puedo creer que tú, ¡tú!, te hayas dejado pegar por ella.

Empezó a reír escandalosamente, mientras Helena la miraba con odio.

Seis muchachos estaban reunidos en un rincón del aula, dos de ellos no estaban muy felices y trataban de ocultar las huellas de su humillación. Sí, al igual que con Kassandra, la historia también se había extendido por todo su colegio (comprensible, ya que la quinta parte del alumnado estaba ahí), aunque claro, está había tenido una muy diferente acogida, por obvias razones.

—¿Cuántos eran ellos? ¿Seis? ¿Ocho?—preguntó burlonamente Oscar.

—Creo que eran cinco… Sí, cinco contra medio colegio y mira como terminaron las cosas...—añadió Fabián, aguantando la risa.

Marcos empezaba a perder la paciencia, ganas de romperle unas cuantas costillas a sus amigos le sobraban, pero ya tenía suficientes castigos por el año y no quería adelantar sus vacaciones siendo expulsado, ya estaba advertido.

—La próxima vez, les daremos una paliza.

—Te gusta la humillación pública, ¿no?—se burló Mia—No puedo creer que después de tremenda paliza, tengas ganas de más. Yo de ti, empezaria a cavar un agujero y me escondería allí hasta que termine el año. Ya ni los de primero te respetan…

No se equivocaba, incluso los pequeños habían empezado a burlarse de Marcos. De hecho, todos lo hacian. Siempre había presumido de su increíble fuerza y le habían hecho polvo cuando tenía todas las de ganar. De hecho, las burlas eran para todos los que no habían podido contra ocho personas, pero Helena y Marcos eran los más perjudicados.

Marcos empezó a discutir con Oscar y Fabian. Daniela y Mia los apoyaban y algunos curiosos empezaban a entrar al salón atraídos por el ruido.

—¿Se pueden callar?

La voz de Helena tenía cierta autoridad, no grito, no era necesario que lo hiciera de todas maneras, su voz siempre se escuchaba fuerte y clara y sus órdenes eran acatadas al instante. Esa vez no fue una excepción, los muchachos se callaron de inmediato y miraron a otro lado, como avergonzados. Las chicas sonrieron, no tenían de otra y los curiosos desaparecieron. El aula se quedó en silencio.

Helena los miró a todos, uno por uno y luego se levantó, caminó hacia la puerta y se fue.

Helena camino sin un rumbo fijo, ya no quería seguir escuchando a esos tontos hablar y hablar sobre aquella noche.

Tocaron el timbre y los alumnos fueron a sus aulas, pero ella no tenía muchos ánimos, decidió saltarse la clase y entrar en la biblioteca. Todos la miraban al pasar. Es que ella era el equivalente a Kassandra, solo que mientras esta era querida y admirada, Helena era temida y, con los últimos acontecimientos sucedidos, muchos inferian que no debía tener el mejor humor y era mejor mantener su distancia de ella. No se equivocaban.

Aunque claro, gracias a sus buenas notas, el hecho de sobresalir en casi todos los deportes o actividades en las que decidía participar, siempre tuvo el respeto de sus compañeros. Todos en su colegio la conocían o si no, habían escuchado hablar de ella. Era bastante popular y claro, los rumores acerca de ella siempre estuvieron a la orden del día.

Y claro, le molestaban las disparatadas historias que contaban sobre ella, pero después de un tiempo se había acostumbrado. Incluso algunas veces se reía escuchando lo que ni ella sabía que había hecho.

*

—Esto va a terminar mal.

—¿Porque siempre eres tan negativa?

¡La culpa es de Kassandra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora