Capitulo 16: Adiós mundo cruel

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—¿Estás seguro de que es por aquí?—preguntó Rachelle a Daniel, el chico asintió.

Ahora los cuatro, Kassandra, Rachelle, Jessica y Daniel, seguían las indicaciones de este último para encontrar a sus amigos que aún se mantenían secuestrados por el tipo misterioso.

Los pasillos de la mansión eran oscuros y terroríficos, pero, para sorpresa de las chicas, Daniel caminaba sin prestar ningún tipo de atención a eso, ya ni siquiera se inmutaba cuando veía una nueva especie de araña colgando del techo y eso era raro. Muy raro.

Pero bueno, de todas formas eso no era lo importante, tenían que rescatar a los demás o morir en el intento… y la segunda opción era mucho más probable, considerando quienes eran los encargados de cumplir esa tarea.

—¿Creen que Carolina me deje ir con un vestido rojo putillo a su funeral?—preguntó Kassandra como quien no quiere la cosa.

Rachelle la golpeó en la cabeza, provocando que Kassandra se mordiera la lengua. Jessica soltó una risita apenas audible.

—No vamos a ir a ningún funeral porque los encontraremos a todos con vida, estupida.

—¡Solo decía!—se excuso Kassandra—Ya sabes, no quiero pasar los siguientes días decidiendo sobre qué vestido ponerme, aunque conociendo a Caro, mejor seria que vaya desnuda, para que deleite la vista desde el más a...

No termino de hablar porque Rachelle la había golpeado nuevamente en la cabeza, mirando amenazadoramente a Kassandra y alzando una mano, advirtiendole que la próxima vez que hablara y soltara alguna estupidez no se contendría.  

Y considerando lo poco que sabía contenerse Kassandra, después de todo si se celebraría un entierro ese dìa.

****

—¡Vamos a morir!—gritó Maria, a punto de estallar en llanto.

—¡Van a matarnos y vender nuestros órganos en el mercado negro!—se unió Rafael.

—¡O aún peor: nos va a comer el gato subdesarrollado!—se lamentó Ana, uniéndose a los gritos de histeria de los demàs.

Carlos miró a su hermana, Marcela, y luego miro el fierro que estaba apoyado en la pared, ambos se miraron y sonrieron con picardía. O se callaban por las buenas o lo hacían por las malas, porque cuando hablaban no ayudaban en nada a subirle el ánimo a la gente.

Pero antes de que Carlos noquee a los gritones, Landra tomó su brazo y lo detuvo. Èl lo miro entre molesto y confundido, ella le sonrió y le quitó con amabilidad el fierro de las manos, luego se acercó a los tres que compartían gritos de histeria a los demás.

—¿Quieren callarse?—pregunto Landra con dulzura, mostrandoles el fierro.

Santo remedio.

Escucharon pasos tras la puerta, todos fijaron la vista allì.

La alegría se dibujó en sus rostros al ver que quienes entraban eran Kassandra, Jessica, Daniel y Rachelle, pero se aterraron al comprobar que no habían llegado solos.

—Ahora sí, estamos perdidos.—gimió Landra, soltando el fierro y tapándose la cara con ambas manos.

***

—¿No se han dado cuenta que no hay nadie vigilando la entrada, porque seguimos aquí?—les preguntó Kassandra a sus amigos, que estaban sentados en el frío suelo.

Entre ellos se miraron las caras y sonrieron, era verdad. Nadie cuidaba la puerta de entrada, solo el niño terrorífico al que habían espantado a pedos, la pantera y algunas otras mascotas inofensivas de Mister Kepler que no comían desde la Navidad pasada… oh, sí, nada que les suponga un verdadero problema.

¡La culpa es de Kassandra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora