Jessica no fue al colegio los dos días siguientes, gracias a eso corrían muchos rumores: disparatados, absurdos y estúpidos. Sus amigos ya estaban hartos de decir que solo estaba enferma, agotados de intentar no mandar a pelar monos a los miembros del club de fans y hastiados de dar explicaciones a quienes solo se merecían una patada en los... bueno, se entiende.
-¿Cuándo se piensa curar?-preguntó Kassandra molesta, apretando los puños, con una vena sobresaliendo de la frente y ahorcando un oso de peluche, al que se le salía el relleno por la cabeza.
-¿Otro más?-suspiró Rachelle, ignorando la pregunta de Kassandra y quitando el oso de sus manos asesinas.-Ya tiene muchos, me lo quedare.
-Vas a tener que coserlo-observó Carolina, con una sonrisa burlona en los labios.
En esos dos días se habían acostumbrado a llenarse de regalos: peluches y dulces (que, por extrañas circunstancias, desaparecían y no llegaban a su destino). Los miembros del club de fans se encargaban de hacerles llegar esos obsequios a los amigos de Jessica, cosa que también daba lugar a muchos malentendidos. Solo por dar un ejemplo: la tarde en la que Jorge, un alumno de cuarto año, le entregó un conejo rosa a Daniel acompañado de una tarjeta, en el recreo, frente a muchos de los alumnos y con la cara roja como un tomate. Está de más decir que sus amigos, en vez de ayudarlo, se burlaron de él, incluso Landra.
Otra vez fue cuando Carolina entraba al colegio y una docena de alumnos de los primeros años se acercaron a ella y, sin explicación alguna, le dejaron en las manos muchos peluches, tarjetas y chocolates (se nota que esa gente no tiene nada mejor en qué gastar su dinero), dejando a la chica con más peso del que podía aguantar. Para su suerte, Camila y Mirko también entraban y, entre carcajadas, la ayudaron a llevar todos esos regalos al aula. No faltaron los silbidos de admiración de Kassandra, los pulgares arriba de Richard y Rachelle pidiéndole que sea su maestra, obvio cuando los chicos ya se habían ido.
-La suerte de las que no se bañan-había dicho Kassandra.
Y, como era costumbre, Carolina le lanzó lo que tenía más cerca, que resultó ser una jirafa de peluche. Kassandra lo esquivo con extrema facilidad, pero el peluche le cayó directo en la cara a Marcel, que entraba de lo más feliz por la puerta.
-Primera vez en el año que llegó antes que el profe, ¿y así me pagan?-preguntó él, fingiendo indignación.
-Oh... lo siento...-se disculpó Carolina, mientras Kassandra se partía de la risa.
-No te preocupes, ni dolió-sonrió Marcel-¿Que me lanzaste? Fue tan rápido que no lo vi...
El muchacho buscó en el suelo el arma con el que su integridad había sido golpeada, no lo encontró, puesto que Landra ya se había agachado a recogerlo y lo miraba con fascinación. Marcel le dio una mirada, volvió a sonreír y fue a buscar asiento.
-¿De quien es?-preguntó la pequeña.
-Quedatelo-contesto Kassandra y Landra no insistió más. Un regalo es un regalo.
Momentos después, se pusieron a husmear en las bolsas y encontraron muchos dulces, después llegaron Daniel y Sebastián. Fue así como desaparecieron las golosinas. Todo un misterio...
-Que flojera llevar esto, ¿si mejor lo vendemos?-propuso Daniel, que aún no olvidaba del todo su experiencia traumática.
De inmediato, Richard corrió a sacar una hoja, un lápiz medio mordido y una calculadora. Escribía cosas a toda velocidad en la hoja, por momentos se interrumpía y volvía a darle rápidas ojeadas a los peluches, escribía algo en la calculadora y volvía a anotar.
-Si vendemos bien esto, nos alcanzara para alquilar una casa de playa todo un fin de semana, ¡y sobra!-comunicó, mostrando la hoja de cuentas que había elaborado.
ESTÁS LEYENDO
¡La culpa es de Kassandra!
Roman pour AdolescentsOcho adolescentes enfrentan su último año de secundaria y están decididos a tener el mejor año de sus vidas, antes de que las millones de responsabilidades adultas les caigan encima. Liderados por Kassandra (una chica que no sabe cuándo cerrar la bo...